CAPITULO LXV. EN EL ESPACIO Y EL TIEMPO EXISTE NECESIDAD HUMANA DE CONECTARSE

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Yota estiró la pierna, los dedos de su marido acariciaron con lentitud su tobillo y la planta de su pie, fue un acto tan seductor que hasta la vendedora de la tienda se avergonzó

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Yota estiró la pierna, los dedos de su marido acariciaron con lentitud su tobillo y la planta de su pie, fue un acto tan seductor que hasta la vendedora de la tienda se avergonzó. Finalmente, el zapato le calzó a la perfección. Kenta sabía bien que talla de zapatos era su esposa, se giró a ver a la señorita y dijo:
─¿Lo ve? Le dije que era seis ─la mujer asintió mientras se disculpaba. El pie de Yota parecía pequeño, pero, eso dije: parecía.
La señora sonrió, sus zapatos nuevos brillaban como si estuvieran recién pulidos.
La zapatería a la que acostumbraba ir Tanaka tenía un nombre extraño, y eso era porque eran extranjeros: "In albis", se ofrecían a fabricar un par de zapatos a la medida de cada exclusivo cliente que tuviera la fortuna de toparse con el establecimiento, claro, si así lo deseabas, pero era un largo proceso, por lo que si lo que realmente querías era conseguir un par de zapatos de buena calidad de inmediato solo podías elegir unos del aparador. Los precios eran flexibles, así que era raro que las personas no agotaran todo en segundos. Además ofrecían un servicio especial si te convertías en un cliente frecuente.
La señora Tanaka tomó el postre de queso que le ofrecían mientras le mostraban más pares de zapatos para caballero, estaba embarazado de nuevo y era mejor que los postres estuvieran cerca.
─Esos son bonitos ─dijo el omega mirando a su esposo con ojos encantadores, Kenta sonrió y asintió.
─Talla ocho ─pidió para él.
Estaban en una cita, se conmemoraba el primer día que se conocieron: este viejo matrimonio buscaba cada oportunidad que tuvieran para festejar su amor, aun si la razón fuera realmente absurda. Los medios lo sabían muy bien, es por eso que se aseguraban de no estar tan lejos del presidente de BBS y de su esposa. Los guardias de seguridad estaban ocupados tratando de protegerlos así que nadie era impertinente, ni trataban de interrumpir la reunión de amor, aunque si que eran lo suficientemente molestos como para tomar fotografías constantes o esperar ordenes nuevas del jefe.
Cuando la empleada regresó con el calzado que había elegido Yota, el alfa se los probó de inmediato, le quedaban bien, eran elegantes, le daban al extremo más empoderamiento y sofisticación, pero había un problema.
─Podría estar mejor ─eran iguales a los cientos de zapatos que Kenta ya tenía. El recesivo ladeo la cabeza, masticó su postre para luego negar con la cabeza─. Sandalias ─sugirió de repente en cuanto se fijó en otro cliente que ya iba de salida. Se trataba de un alfa dominante que vestía una autentica ropa de playa, incluso traía un sombrero de paja que parecía comprado en algún lugar turístico. Al león no le pareció muy buena idea, sin embargo rió y asintió de nuevo hacía la señorita. Se quitó los zapatos y cuando la empleada los tomó, ella espero a que el embarazado eligiera unas sandalias de cuero. Yota pasaba las hojas del catálogo, pasó un buen rato decidiéndose hasta que aparecieron unas sandalias con correas, eran de un color beige y sencillas, no había nada de especial en ellas, salvo por las cadenas colgantes que tenían la silueta de un pequeño león, eran para hombres adultos, pero a la señora le resultó tierno. Sin dudar apuntó a la imagen del calzado en la revista, la trabajadora asintió y se marchó.
─¿Por qué no vamos a la heladería después? ─era primavera y sin embargo el sol hacía sentir a las personas como brazas en una hoguera─. ¿No te apetece? ─Kenta tomó la mano de su pareja y le besó la muñeca con dulzura─. ¿Tendrán helado de ositos de goma? ─esa era una autentica anécdota, que aprovechare para contarte ahora mismo: Una mañana de invierno, hace no más de cuatro meses, Yota se levantó de la cama con una extraña actitud, desayunó, comió y cenó como de costumbre, pero nada le había satisfecho, había sentido que las delicias que llegaban a su estómago no eran suficientes, así que, al día siguiente, por la madrugada, salió rumbo a la tienda de conveniencia más cercana a la mansión, le habría hecho el encargo a algún trabajador si hubiera sabido lo que quería, pero como no lo sabía, fue él mismo. Ya ahí, y con ayuda de un jefe de guardia, se paseó por la tienda intentando averiguar qué cosa deseaba. Se dio cuenta de que lo que quería no era un alimento que existía, así que tendría que crearlo él mismo: compró helado de vainilla, y mientras caminaba por el pasillo de las golosinas, tomó cinco paquetes de ositos de goma, tres bolsas de malvaviscos pequeños y una botella de chocolate líquido. Regresó a la mansión a las cinco de la mañana. Kenta no había notado su ausencia hasta que se despertó a las cinco quince para ir al baño. Cuando bajó a la cocina, estando seguro de que lo encontraría ahí por un vago recuerdo del pasado, encontró a su omega junto al guardia preparando una especie de combinación peligrosa, que a primera vista parecía, además, asquerosa. El recesivo había abierto el balde de helado, lo vació a la mitad, había agregado dos de los cinco paquetes de gomitas, una bolsa de malvaviscos, y para finalizar, bañó su "postre" con una buena porción del chocolate. Al final, Yota quedó milagrosamente satisfecho, pero juraba que hubiera tenido un mejor sabor con un balde de helado de fresa.
La señora Tanaka dirigió una mirada de molestia a su marido, entrecerró los ojos e hizo un puchero, pero poco después comenzó a sonreír, y secó, con un pañuelo de su bolsillo, el sudor que escurría de la frente de su alfa.
─Espero conseguir ese helado de gomas ─siguió con el juego, pero en el fondo sí que esperaba que el hombre de la heladería tuviera ese increíble sabor a la venta.
─Si no lo hay, mandaré a demoler todo el lugar ─siguió molestando─. O peor, los demandaré por no tener a la venta semejante sabor ─el presidente de BBS había probado el inventó de su conejo, era bueno, sí, pero no lo había convencido el sabor─. Haré todo lo posible para que el helado de osos de goma sea un sabor obligatorio en todo el mundo ─entonces comenzó a reír y el recesivo negó con la cabeza.
─¿Desde cuándo te gusta molestarme tanto? ─el alfa chasqueo la lengua mientras movía su dedo índice de la mano derecha de un lado a otro.
─No, no, no ─dijo manteniendo una expresión fresca─. Mi modo de coqueteo ha cambiado. Lo que mi esposa llama molestar, yo le digo: "llamar tú atención".
─Siempre tengo mi atención puesta en ti ─Kenta se quedó en blanco.
─Eso es cierto ─y se avergonzó de repente.
El par de sandalias llegaron antes de que Yota tuviera la oportunidad de burlarse.
Tanaka se probó el calzado: eran ligeros, cómodos, le daban a su portador un aire despreocupado, casi de libertad. Era más de lo que esperaba. Lo sorprendió lo bien que se sentían un par de sandalias frescas.
─¿Te gustan? ─le preguntó la señora sacando una tarjeta de su bolsillo.
─¿No sabias que si regalas a tu amante un par de zapatos, él huira con alguien más? ─la señora ofreció la tarjeta a la empleada, pagando no solo por las sandalias, sino también por sus propios zapatos.
─Si algo como un par de sandalias corrompen nuestro amor, no estaré perdiendo nada entonces ─dijo como un chiste más, pero lo cierto era que ese comentario asustó a ambos. El amor que se tenían el uno al otro era algo que no debía de ceder... jamás.

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