CAPITULO LXIV. LO RELATIVO A LA VIDA, Y SOBRE AQUELLO QUE TANAKA DEBÍA

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Las cenizas se esparcieron como una roca cayendo al agua, ni siquiera el aire tuvo la gentileza de dispersarlas, cayeron sobre el acantilado como si se trataran de rocas pesadas, como si fueran algo insignificante

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Las cenizas se esparcieron como una roca cayendo al agua, ni siquiera el aire tuvo la gentileza de dispersarlas, cayeron sobre el acantilado como si se trataran de rocas pesadas, como si fueran algo insignificante.
Ichiro había deseado ser enterrado junto a su esposa, pero Kenta no sentía que fuera un lugar adecuado para su progenitor. Algo como el mar era un lugar digno para el antiguo presidente de BBS: El agua en masa era un lugar hermoso y lleno de vida, tan solo había una infinidad de animales, microorganismos y plantas que sobrevivían cada día que fueran lo bastante listos. Pero, al mismo tiempo, el mar era peligroso. A un simple ser humano, conociendo lo estúpidos que somos, podía empaparlos, arrastrarlos, sumergirlos y asesinarlos en lo más oscuro de sus fondos. Era mortal. No lo parecía pero así era, en el mar ocurrían demasiadas cosas sin que te dieras cuenta, sí, algo como el agua era propio de Tanaka Ichiro.
Yota siguió aferrado a la mano de su esposo en todo momento, no dijo nada mientras el alfa se quedaba observando la lejanía, hacía el horizonte, estaba nublado, el cielo estaba tornándose oscuro, hacía ya más de dos horas que el sol había desaparecido detrás de unas nubes amenazantes y cargadas de agua, el cielo estaba sombrío y parecía como si estuviera triste. El mundo se sentía desdichado por perder a alguien tan cruel.
Kenta había hecho las paces con su padre hace años, había aprendido a perdonar lo imperdonable. Pero eso no significaba que las emociones se evaporaran, los traumas no desaparecieron, y el dolor se convirtió en una respuesta: las cosas que le habían sucedido a su madre, y a él, tuvieron un para qué, y era el momento de aprender a vivir con el dolor, no, no a aceptarlo para luego dejarlo ir, sino para educarse de él, guardarlo para recordarlo con nostalgia y no olvidarlo.
El hijo de Dios siempre ha tenido una muy mala memoria, nunca se sabe cuándo repetirán lo vivido, porque después de todo el ser humano es así: imperfecto. Lo sé con seguridad querido lector, lo sé tanto como sé que la vida es incierta.
─Era un buen padre ─Ichiro no había sido un buen hombre, como ser humano era claro que había sido la encarnación del mal, pero jamás fue malo con Kenta, y es por eso que el león le dedicó una sonrisa sincera al hombre que nunca lo abandonó─. Ya se ha ido ─dio un grande suspiro y volteo a mirar a su esposa, le dedicó una sonrisa triste y se dio por vencido cuando Yota le ofreció sus brazos para un gran abrazo, y sus hombros para llorar, pero, Tanaka no lloró, solo se aferró a las caderas de su amante mientras le acariciaba la cabeza.
Si por algún motivo la raza humana fuera inmortalizada, sería un completo error, porque lo único que hace la vida especial, es su breve existencia en la tierra.
La lluvia empezó y tuvieron que marcharse.

En la mansión la merienda fue carne roja, verdura sazonada, puré de papa, pasta y agua con hielo.
Tanaka estaba sentado en su oficina, el silencio era su único compañero, o bueno, también estaban los cantos de los pájaros que entraban por la enorme ventana, los animales se mojaban con la lluvia mientras lavaban sus plumas. De vez en cuando, Kenta notaba que cerraban los ojos mientras mantenían la cabeza hacía el cielo oscuro, parecían sonreír cuando cada gota de agua les caía en la cara. <<¿Quién me había dicho que un día soleado representa un día bueno, y un día lluvioso uno malo?>>, pensó. Las aves parecían felices por el baño que les proporcionaba la vida, el mundo. No podrían haberse quitado la suciedad con el sol. Entonces el león se hizo más grande y más fuerte, y comenzó a llorar. Lavaba su corazón con el agua que salía de sus ojos, para quitar las tinieblas.

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