Nunca sabemos lo que nos depara el futuro. Nunca sabemos en qué momento el amor llegará a nuestras vidas, y con ello, el dominio de nuestro corazón.
Park Jimin, el ser más engreído y caprichoso, además de vanidoso, pues sabía perfectamente de su atr...
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Seúl, Corea del Sur
La mujer vestida de blanco y de mediana edad había terminado de aplicar el suero al señor Jung, cuando escuchó que tocaban a la puerta, ella se acercó para abrir encontrándose con el hijo del hombre tendido en la cama.
-Joven Jung, adelante.
-Gracias señorita.
-El señor Jung ha estado preguntando por usted.
-Si, gracias. -el joven se acercó a la cama sentándose a la orilla y tomando la mano del mayor se acercó a su oído hablándole dulcemente. -Papá, ya estoy aqui.
Heatul abrió los ojos lentamente al escuchar la voz de su hijo.
El hombre habló lentamente. -Wooseok, hijo...¿en dónde...estabas?
-Hola papá, te traje una sorpresa.
-¿Una sorpresa?
El chico asintió sonriendo mirando después a la enfermera. -Señorita, por favor haga pasar a las personas que están en el pasillo.
La enfermera asintió abriendo la puerta y asomándose al pasillo habló amablemente a las dos mujeres y al peliazul que las acompañaba.
-Pasen por favor.
-Gracias, señorita. -dijo la mayor.
Jiwoo, miró a su exmarido ahí en esa cama, no era ni la sombra de lo que fué, sintió un vuelco en su corazón, después de tantos años volvía a ver al hombre que tanto daño le había causado. Sí, ese hombre había sido el peor de los canallas con ella y su hijo, pero también había sido el gran amor de su vida, una lágrima salió recorriendo por su mejilla.
Lisa notó que su madre estaba temblando, la llevaba tomada del brazo. -Mamá ¿Estás bien? - dijo con voz baja. La mayor asintió palmeando la mano de su hija.
-Mamá Jiwoo, ¿se siente bien?
-Si Kookie, estoy bien.
-Papá, mira a quien te traje. -dijo el chico.
Heatul volvió su mirada lentamente hacia su lado izquierdo, y ahí estaba, hermosa como siempre, de cuerpo menudo, y su cabello azabache, con una que otra cana, pero seguía siendo la mujer más bella que sus ojos hayan visto jamás. Unas lágrimas comenzaron a formarse en sus cansados ojos logrando salir sin que pudiera evitarlo.
Y junto a ella una chica de cabellos rojizos como los de su hijo mayor, tan bella y con una hermosa aura amorosa que irradiaba con solo mirarla. Su hija, a quien había abandonado antes de nacer, a quien no vió crecer, ni mucho menos escuchar su primer palabra. ¡Cuánto se había perdido!
-Jiwoo...eres tú...estás aquí.
La mujer se acercó sin pensarlo, desde el momento en el que pisó ese cuarto, se borraron todos sus rencores, ahora entendía a su hijo, entendía por que lo había perdonado, y era porque aunque quisiera no podía evitar sentir compasión por ese hombre postrado en la cama, enfermo y moribundo, pero que no dejaba de ser parte de ella, y el padre de sus hijos. A pesar de todo lo que le hizo, lo perdonaba.