Nunca sabemos lo que nos depara el futuro. Nunca sabemos en qué momento el amor llegará a nuestras vidas, y con ello, el dominio de nuestro corazón.
Park Jimin, el ser más engreído y caprichoso, además de vanidoso, pues sabía perfectamente de su atr...
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Agosto 31 2018 Seúl, Corea del sur
Jimin abría sus ojos soñolientos eran las diez de la noche cuando el avión arribó a la ciudad de Seúl. Miró a su lado, su amigo aún dormía profundamente pero tuvo que despertarlo.
Minutos después los dos mejores amigos estaban ya pisando tierras coreanas.
Una gran sorpresa se llevaron los dos cuando los estaban esperando.
Hoseok y Christopher habían decidido ir al aeropuerto y darles la sorpresa.
Tanto Hyunjin como Jimin soltaron su equipaje y corrieron a los brazos de los arquitectos.
—¡Mi ángel! —exclamó el rubio mientras que el mayor lo abrazaba efusivamente. —Por fin estoy aquí. El regreso se me hizo eterno. Ya quería verte, pero nunca pensé que vinieras al aeropuerto.
—No podía esperar verte hasta mañana, mi amor. —respondió Hoseok acunando el rostro de su esposo para besar sus labios que tanto añoraba.
Mientras tanto la otra pareja hacia lo mismo se abrazaban y se besaban.
Minutos después cada pareja se fue en su respectivo auto.
Camino a la mansión; Jimin le pidió a Hoseok que desviara el camino rumbo al departamento.
Y aunque Hoseok se negó al principio, los ruegos y mimos que el rubio le hacía terminaron por doblegarlo.
El auto ahora tomó el camino rumbo a dónde vivía el pelinegro.
—Siempre te sales con la tuya, mi príncipe.
—Asi es, mi ángel. Quiero estar contigo, dormir a tu lado.
—Bien sabes que eso no...
—Que no podemos, hasta que el psicólogo nos de por terminada la terapia. —terminó de decir el rubio en tono irónico. —Ya lo sé, mi ángel. Pero también se que tú al igual que yo quieres dormir a mi lado, y hacerme el amor. —dicho esto regaló varios besitos en la mejilla del mayor haciéndolo sonreír.
Hoseok negó con la cabeza mientras que el rubio se recargó en su hombro recibiendo un beso del mayor en sus rubios cabellos, entrelazaron sus manos y en silencio siguieron su camino.