Sujeto: Jungkook
Jicheol sacudió su paraguas y miró hacia la tormenta que se desataba a las afueras del orfanato. Se veía casi apocalíptico detrás de él. Rayos persiguiendo a través del cielo, truenos sacudiendo el suelo con cada "boom". Las farolas daban a las gotas de lluvia un cierto brillo espeluznante, o tal vez así funcionaba la imaginación de Jicheol. Su cabeza estaba hecha un desastre esta noche.
Aquí sería. El comienzo de su plan. Una culminación de todo lo que había planeado durante el último año. Si es que el chico funcionaba. Allen parecía seguro de que este niño, de que este niño huérfano de ocho años, era el sujeto ideal para el proyecto de Jicheol.
Se secó la lluvia de la frente mientras caminaba hacia un guardia de seguridad mayor que se hallaba encorvado sobre la recepción. Justo cuando estaba a punto de anunciarse, Allen salió arrastrándose por una puerta a la izquierda.
—Jicheol, justo a tiempo. Ven conmigo.
Allen le dio una palmada en la espalda y lo hizo girarse justo cuando el guardia de seguridad pareció notarlos. Allen le dio al hombre un saludo, y este bajó la cabeza, volviéndose de nuevo a lo que mantenía su atención sobre el escritorio.
Allen le regaló una sonrisa tranquilizadora y se pasó una mano entre los cabellos oscuros. Tendría poco más de cuarenta años, bastante guapo de una manera distinguida con solo algunas canas en las sienes. Tenía la misma edad que hubiese tenido su padre si continuara con vida. Había algo de sentido en eso, dado que era uno de los amigos más cercanos del padre de Jicheol. Y todos estos años después, su amistad todavía lo desconcertaba. Su padre había sido una pesadilla humana, había estado podrido hasta la médula.
Allen por otro lado era... sólido. Sin ser demasiado amistoso o congraciador. Ni demasiado frío o distante. El hombre era la definición de firme. Cuando la gente decía que alguien tenía la cabeza bien puesta sobre los hombros, a menudo hablaban de alguien como Allen. Respetado, con conexiones e irreprochable, ¿Cómo es que Allen había tolerado a su padre por todos esos años?
No importaba. Jicheol estaba agradecido de tener a Allen como aliado, alguien que navegaba fácilmente por el sistema, eliminaba la burocracia, facilitaba las transferencias y eliminaba las interferencias.
El edificio era engañosamente pequeño por fuera, pero por dentro había un mar de puertas cerradas y pasillos en forma de túneles. Habían pintado las paredes de un nauseabundo tono verde menta que con el tiempo se había desvanecido a un verde amarillento aún más oscuro. Las baldosas de linóleo empezaban a desprenderse del suelo de cemento y las luces parpadeaban como sacadas de una vieja película de terror. Cuando llegaron a un cruce de caminos, tomaron el pasillo a la izquierda.
Jicheol soltó una risa nerviosa.
—Este lugar no tiene fin.
Allen se rio entre dientes.
—Eso pareciera.
Jicheol lanzó una mirada en dirección al hombre mayor.
—¿A dónde vamos?
—Confía en mí, sólo... sólo confía en mí —dijo Allen, aumentando el ritmo de su paso.
Giraron a la derecha y llegaron a un callejón sin salida donde había cuatro puertas cerradas. Allen asintió con la cabeza hacia una mujer vestida con jeans, una sudadera holgada y una cola de caballo.
—¿Ya está dentro?
Ella asintió.
—¿Está solo?