Prólogo: Jicheol

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Los dos niños yacían en el piso de la sala de juegos, uno apuntando sus pies hacia el norte y el otro hacia el sur, sus cabezas encajadas una al lado de la otra lo suficientemente cerca como para que sus cabellos castaño oscuro se mezclaran, dándoles la apariencia de que alguna vez fueron una unidad. Lo eran. Gemelos. Idénticos. Espejo.

Pequeños psicópatas en ciernes.

—¿Puedo conocerlos? —preguntó Jicheol.

—¿Todavía los quiere? —preguntó la Dra. Rice—. Le acabo de decir que se lastiman por diversión.

¿Lo hacían, sin embargo? Claramente, uno era el agresor y el otro la víctima. ¿Ambos disfrutaban verdaderamente del dolor, o uno disfrutaba dar y el otro de recibir?

Verdaderos espejos. Esto le daría una nueva profundidad a su investigación. Y debajo de todo lo demás, esto no solo era una investigación. Era una misión.

Jicheol frunció el ceño hacia la mujer.

—Sí. Definitivamente los quiero.

—No solo se comunican telepáticamente. Hablan un idioma que ninguno de los miembros del personal reconoce. Como si estuvieran hablando en dialectos. O algo así... Creemos que han inventado su propio idioma.

—Eso es bastante común en gemelos, Dra. Rice —Él la miró a los ojos para que ella entendiera que no estaba diciéndolo a la ligera—. Los quiero.

Ella no era capaz de ver el panorama general. Observaba a los gemelos y veía un problema. Jicheol los veía como una oportunidad. Una creación divina. Estaba criando a una legión de psicópatas. La información que compartió la mujer los volvía ideales, otra faceta de su investigación. Algo más que podría manipular y estudiar.

—¿Puedo reunirme con ellos ahora mismo, por favor? — preguntó, esta vez con más urgencia.

Ella lo miró fijamente, como si él fuera el verdadero monstruo, pero luego asintió. Cuando abrió la puerta de la habitación, los chicos se enderezaron, adoptando una posición casi similar a la de un sujeta libros, su postura era perfecta, tan idéntica que era imposible distinguirlos. De verdad era algo extraño.

Jicheol se acercó a ellos lentamente, mientras ambos lo miraban de arriba abajo, evaluándolo tan eficientemente como lo haría cualquier escáner. La Dra. Rice tenía razón. Ellos trabajaban equipo. Como los velociraptors. El pensamiento apareció en su cabeza espontáneamente, y lo sacudió. Pero aun así era una comparación válida. Eran inteligentes, mortales, y cazaban en manada. Siempre estaban buscando debilidades... unos verdaderos depredadores.

Y él estaba mirando a dos verdaderos depredadores. Estaba dispuesto a apostar que uno de ellos era el más dominante. Una emoción lo recorrió ante la idea de poder estudiar de verdad a este par de criaturas tan únicas.

Decidió encontrarse con ellos en su territorio. Se sentó en el suelo frente a ellos, reflejando su postura. Se miraron el uno al otro, claramente comunicándose, antes de que ambos regresaran a mirarlo en blanco.

—Soy Jicheol —dijo—. ¿Qué es lo que acaban de decirse el uno al otro acerca de mí? —Preguntó, manteniendo un tono conversacional.

—¿Qué quieres decir? —preguntó el de la férula.

Excelentes mentirosos. Perfecto.

—Está bien. No tienen que mentir. Sé que algunos gemelos pueden comunicarse sin palabras. Algunos incluso tienen lenguajes secretos. Escuché que ustedes pueden hacer ambas cosas.

El chico sin la férula frunció el ceño, mirando a Jicheol como si fuera un tonto.

—No tenemos ningún lenguaje secreto.

M.N. (1-7) pt 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora