5-6. Yoongi

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Mientras conducían, la música llenaba el espacio entre ellos y Yoongi cantaba en voz baja. Cantar le proporcionaba solo la más mínima de las distracciones mientras que el brazo de Jungkook presionaba contra el

suyo en la consola, y de la forma en que pasaba su dedo meñique contra el de Yoongi, como si fuera algo accidental, aunque no lo era en absoluto.

Yoongi sabía que Jungkook podía portarse aterrador cuando quería serlo, pero nunca habría imaginado que su arma preferida sería la frustración sexual. Cada caricia accidental estaba volviéndolo loco y lo enviaba de regreso a la noche anterior y a la sensación de Jungkook presionado contra él, de sus manos, sus labios... sus promesas. Las palabras que prácticamente había canturreado mientras le decía a Yoongi todas las cosas con las que había estado fantaseando.

No podía ser real. Era solo como una especie de juego. O quizás que Jungkook estuviera lejos de Junhui le estaba pudriendo el cerebro. Tenía que ser eso. Tal vez Junhui se había quedado con la parte racional de su mente colectiva. O tal vez Jungkook quiso decir lo que había dicho. Yoongi sacudió esos pensamientos. Incluso si Jungkook lo decía en serio, era solamente porque no tenía idea de lo malditamente loco que estaba Yoongi en el interior. Lo necesitado, posesivo, celoso y mandón que podía llegar a ser.

Cuando llegaron a su destino, se encontraron estacionados frente a una gran puerta de hierro que les impedía la entrada a la McMansion de Garret Newsom. Era una copia de carbón de las otras más que había en el callejón sin salida, cada una con su propia puerta de entrada ostentosa. Parecía grandiosa y probablemente había costado millones, pero Yoongi no pudo evitar notar que toda esa casa cabría cómodamente en el ala oeste de la mansión de Jicheol.

—¿Deberíamos simplemente... llamar a la puerta y preguntar si podemos hablar con él? —preguntó Yoongi.

Jungkook se encogió de hombros.

—No lo sé. Nunca entrevisté a una persona a la que no se planeara matar más tarde. ¿Cómo haces que la gente diga la verdad si no tienes permitido pincharlos con cosas puntiagudas?

Yoongi se dejó caer contra el asiento.

—No creo que podamos. Solo tenemos que hacer nuestras preguntas y esperar a que nos diga algo útil.

Jungkook hizo una mueca.

—Uff, ¿Cómo es que los policías normales hacen estas cosas? Parece una pérdida de tiempo. Los malos no solo te dirán que son malos. Tienes que torturarlos para sacárselo, lentamente. Dolorosamente.

Yoongi asintió.

—Estoy de acuerdo. Pero nada de eso importa si no podemos pasar la puerta.

Jungkook se volvió hacia Yoongi y le lanzó "la mirada", esa mirada de cachorrito que usaba con las señoras mayores que dirigían la cafetería del trabajo, cada vez que quería papas fritas adicionales o algo que no estaba en el menú. Pocas personas eran lo suficientemente fuertes como para negarse.

—Estoy abierto a sugerencias.

Yoongi puso los ojos en blanco. No iba a pasar nada si se quedaban sentados fuera de la puerta. Saltó sobre el tablero central del auto, cerniéndose sobre el regazo de Jungkook, mientras presionaba el botón para bajar la ventana.

—No sé a dónde irá esto, pero hasta el momento me está gustando —dijo Jungkook y su gran mano aterrizó directamente en la nalga de Yoongi, moviéndose como si estuviera en casa y apretando como si contara con algún tipo de derecho.

Yoongi lo ignoró y se asomó por la ventana para presionar el timbre de la puerta.

—El Sr. Newsom no está aceptando preguntas de periodistas en estos momentos —dijo una voz entrecortada.

M.N. (1-7) pt 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora