5-2. Yoongi

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Yoongi no caminó a casa. Tomó un Uber la mayor parte del camino, luego le pidió al conductor que se detuviera a un par de cuadras de distancia. Necesitaba el aire de la noche en su cara. Necesitaba el agudo dolor de su trasero, que lo hacía poner una mueca con cada paso. Necesitaba ser castigado. Estaba descendiendo en un espiral de vergüenza. Miró su teléfono. Era pasada la medianoche. Con suerte, no habría nadie esperándolo.

Había hecho muchas cosas impulsivas en su corta vida, pero esta noche había liberado una reacción en cadena de las peores decisiones de su vida que lo había dejado temblando ante su propia estupidez.

¿Esa era una palabra? Debería serlo. Sus decisiones se habían convertido en una enorme bola de nieve que no pudo dejar atrás y lo terminaron aplastando.

Y así se sentía. Atropellado. Todas las razones por las que nunca debería haber besado a Jungkook se repetían como una canción que no podía sacarse de la cabeza. Jungkook era su jefe. Jungkook era un imbécil. Jungkook lo atormentaba día y noche. Jungkook era su cuñado. Habían estado en el trabajo. En el taller. En donde había cámaras y guardias mirando dichas cámaras.

Pero ninguna de esas cosas fue lo que lo hizo desmoronarse. Se detuvo, apoyándose en la tienda de imprenta abandonada, los ladrillos amenazando con destruir el ya agresivamente adorado suéter de su madre. Su madre. Mierda. Ella estaría muy avergonzada ante el desastre en el que se había convertido. Santa mierda.

Realmente era excelente tomando malas decisiones.

Era un maldito cliché. En lugar de ir a casa y pasar el rato con los chicos y dejar que celebraran su vigésimo primer cumpleaños tal como había sido planeado, había optado por una fiesta de autocompasión. Porque se sentía triste y solo, lo cual era estúpido porque nunca estaba solo. Vivía en el equivalente a una casa de fraternidad, con personas yendo y viniendo a todas horas de la noche.

Ni siquiera sabía por qué lo había hecho. Vale, eso era mentira. Lo había hecho porque era el peor tipo de hipócrita. Le habría dicho a cualquier persona que estuviera siendo tratado de la forma en Jungkook lo trataba a él, que se alejara corriendo rápido y lejos, sin importar cuán rico, sexy, inteligente, divertido o jodidamente peligroso fuera. Pero cuando Jungkook lo besó, fue como si algo se rompiera dentro de Yoongi. Su jodido corazón se había detenido y solo había querido más. Él lo había querido todo. Besar a Jungkook le había hecho olvidar lo triste que estaba, le había hecho sentirse visto y... deseado. Algo que nunca antes había sentido.

Dejó de perder el tiempo, caminó los pocos pasos cortos hasta el taller mecáHeeseung de su hermano, luego siguió unos metros más hasta el lugar en el que vivía con sus amigos. Las luces de la planta baja en la sala recreativa siempre estaban encendidas, pero cuanto más se adentraba en el gran espacio, más seguro estaba de que no podría escapar de sus amigos.

Cuando entró y dejó caer su bolso del trabajo, cuatro de la media docena de chicos que jugaban con la PS5 se volvieron para mirarlo como si fueran una unidad, los controles en sus manos plenamente olvidados. Yoongi miró a su alrededor, con el corazón retorciéndose.

Había una pancarta de "feliz cumpleaños" y globos y comida esparcida sobre la mesa. No quedaba mucho, pero era de esperarse con diez veinteañeros viviendo en un apartamento tan enorme.

Le habían hecho una fiesta. Una fiesta de la que se había perdido por acostarse con un hombre que lo odiaba. Por segunda vez esa noche, se echó a llorar. Los ojos azules como los de un husky de Jay se abrieron como platos, soltó el control y saltó por encima del respaldo del sofá, con el cabello color aguamarina cayendo sobre su rostro mientras ponía su brazo alrededor de Yoongi y lo conducía hasta el mueble.

M.N. (1-7) pt 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora