El corazón de Jungkook latía con fuerza, una parte salvaje de él quería arrastrar a Yoongi dentro del armario y reclamarlo, marcarlo como lo había hecho Holden, pero con mordiscos y moretones que harían que Yoongi gimiera en lugar de llorar. Pero Yoongi se merecía algo mejor que eso. Ya había sido bastante maltratado por gente como Holden. Jungkook se negaba a tratarlo como algo desechable.
Jungkook agarró las manos de Yoongi, todavía apretadas en su camiseta, las liberó y besó la parte de atrás de ellas, viendo como sus mejillas se sonrojaban.
—Terminemos aquí, y luego podemos volver a mi casa. ¿De acuerdo? Solo para hablar.
Los labios de Jungkook se torcieron en una sonrisa contenida ante la expresión de decepción en el rostro de Yoongi.
—¿Solo hablaremos?
Jungkook no pudo evitar plantar otro beso en sus labios.
—Ya veremos. Iré a sacar la basura. Tu termina de limpiar la máquina de espresso. Entonces podremos terminar y salir de aquí.
Yoongi frunció el ceño.
—Yo puedo sacar la basura. Tú lo hiciste anoche.
—No. No quiero que salgas afuera, solo en el frío. Haz lo de la máquina. Yo puedo con esto.
Parecía que Yoongi quería discutir, pero solo respiró hondo y soltó el aire asintiendo.
Jungkook recogió las bolsas de basura de los grandes contenedores de goma alrededor del restaurante y los dejó en la parte de atrás antes de abrir la puerta pesada y deslizar el ladrillo que usaban para mantenerla entreabierta. La puerta se había roto desde que Jungkook había empezado a trabajar. No importaba cuántas veces se quejaran, la dueña, Maggie, los ignoraba y les decía que se encargaría de ello la semana siguiente. Ya habían dejado de preguntar al respecto.
El aire helado de la noche le quitó a Jungkook el aire de los pulmones. No se había molestado en ponerse una chaqueta. No estaría allí afuera el tiempo suficiente como para que eso importara. Observó cómo se formaban nubecillas con cada respiración y la piel de gallina estalló sobre su cuerpo mientras alcanzaba las bolsas.
Agarró las dos más pesadas primero, arrastrándolas hacia el contenedor de basura y arrojándolas por el costado donde aterrizaron con un ruido sordo. Habían limpiado los frigoríficos, haciendo que las enormes bolsas fueran más pesadas de lo habitual. Yoongi habría tardado el doble de tiempo en tirarlas.
Yoongi.
La madre de Jungkook le diría que tendría que dejar al chico en paz. Sabía que trabajaban juntos. No le gustaba, pero lo había aceptado como un compromiso siempre que Jungkook dejara solo a Yoongi en el trabajo. Decía que cuanto más cerca estuviera de Yoongi, más tenue se volvía el control sobre sus impulsos. Jungkook no sentía que eso fuera verdad.
Hacia todo lo que su madre le pedía. Se reía, bromeaba, iba a fiestas, bueno, a fiestas a las que era poco probable que Mandy también asistiera. Hacia todas las cosas consideradas "normales" en los estudiantes universitarios. En la superficie, era igual que todos los demás.
A pesar de lo que su madre pudiera creer, él no sentía una abrumadora compulsión por asesinar. No estaba despierto por la noche fantaseando con mutilaciones rituales de cadáveres o masturbándose con películas snuff.
Simplemente pensaba que las personas tenían que ganarse su derecho a compartir el planeta con el resto del mundo. Personas como Holden. No había nada que él pudiera contribuir a la sociedad excepto bromas sobre violaciones y escándalos de novatadas en la universidad. Holden no era una persona. Era la caricatura ambulante de un Villano de CW.