>>Llegué. Jonghyun manda a decir que te jodas.
Jeon Jungkook miró fijamente el texto de su hermano gemelo, Junhoe. Como si Jungkook no supiera que Junhoe había llegado sano y salvo a casa de Jonghyun. Nunca había un solo momento en que no supieran dónde estaba el otro o qué estaban haciendo. No sin poner esfuerzos en romper la conexión.
Jungkook no le escribió nada de eso. Termino por enviar un: Dile que se joda igualmente.
No había malicia en el intercambio. Jungkook disfrutaba pasar tiempo con todos sus hermanos, aunque dada la complicada historia entre su padre y Jonghyun, se sentía raro llamar a Jonghyun su hermano. Pero, por el momento, era aún más difícil llamar a Jicheol su padre.
Jicheol era la razón del sufrimiento de Jungkook. Él era el motivo de su agitación, de esta repentina necesidad de matar algo con sus propias manos. Jungkook solía matar por placer. Claro, era necesario. En la familia Jeon no se mataba sin causa. Esa era la regla cardinal, y romperla resultaría en una bala en la cabeza. Pero no había escasez de personas que necesitaban morir.
Una risa discordante atravesó el murmullo inaudible de una conversación interminable a su alrededor. Preferiría una bala en la cabeza a su entorno actual. Pero su padre estaba empeñado en torturar a Jungkook, al parecer. Además de haber exiliado a su hermano a ningún lugar, había enviado a Jungkook a la cena de entrega de premios a la prensa para aceptar su premio honorífico de mierda y pronunciar un discurso de aceptación en su nombre.
Jungkook no había hecho nada de eso.
Todo estaba tomando demasiado tiempo. Apuró su whisky y escaneó con la mirada a la multitud de personas con sus elegantes corbatas negras. ¿Cómo diablos es que apenas eran las nueve? ¿Su padre también habría dominado el arte de ralentizar el tiempo para provocarle una máxima irritación? El sonido de cubiertos rozando contra la porcelana y los vasos chocando entre sí, combinado con el olor nauseabundo del pollo y las alfombrillas detrás de la barra, era demasiado.
Especialmente sin Junhoe.
La gente encontraba extraña su cercanía. Había rumores, susurros silenciosos detrás de las manos, que implicaban que eran mucho más cercanos de lo que dos hermanos deberían ser. Eso no era cierto. Lo que tenían iba más allá de lo físico. No era algo sexual o incluso mental. Era... universal. Fueron creados para funcionar como una unidad. No para estar separados. Eran dos mitades de un todo, y no habían pasado más de una o dos noches separados en más de veinte años.
Su padre había dicho que no lo hacía por crueldad, que era imperativo que uno pudiera funcionar sin el otro, por si acaso. ¿En caso de qué? No había Jungkook sin Junhoe, y viceversa. Si uno moría, también podrían sacrificar al otro inmediatamente. Pero, su padre no quería escucharlo. No quería creerlo. Entonces, ahora se veían obligados a soportar este ridículo experimento bajo un pretexto de ayuda. El que Junhoe fuera a ayudar a Jonghyun con un objetivo al otro lado del país, era una autentica mierda. Y todos lo sabían.
Tiró de su cuello, aflojándose la pajarita antes de soltarla. Hizo una señal para otro whisky mientras contemplaba simplemente irse. Ya se había perdido el premio de su padre, dejando que una mujer al azar lo aceptara por él. Una que seguramente le había ganado un regaño a Jungkook para mañana.
Dio un gruñido frustrado, sorprendiendo a la mujer de mediana edad que intentaba tomar su vino del hombre detrás de la barra. Él le regaló lo que esperaba fuera una sonrisa de disculpa, pero ella se alejó en una carrera. Jungkook tenía dificultades para mantener la máscara en su lugar cuando la agitación lo atravesaba como hormigas debajo de la piel.