Yoongi estaba debajo de un Honda Civic cuando oyó a Jay decir:—Hola, Jungkook.
—Hola. ¿Está Yoongi por aquí?
¿Jungkook? Yoongi frunció el ceño. ¿Por qué vendría Jungkook de visita a mediodía?
¿Habría pasado algo malo?
Se salió debajo del carro y se incorporó justo a tiempo para ver a Jungkook entrar a la oficina de Yoongi sin saludarlo. Tal vez no lo había visto. Hizo un intento poco entusiasta de limpiarse la grasa de las manos antes de seguirlo. Entró justo a tiempo para ver cómo Jungkook bajaba las persianas, envolviendo la oficina en la oscuridad.
—¿Qué pasa, Pecas? ¿Estás huyendo? —provocó Yoongi.
Jungkook no dijo nada, sólo empujó a Yoongi hacia el sofá raído, siguiéndolo hacia abajo hasta sentarse a horcajadas sobre sus piernas. Antes de que Yoongi pudiera saber qué pasaba, Jungkook lo estaba besando, metiéndole la lengua en su boca, moliendo su evidente erección contra la rápidamente creciente de Yoongi. Las manos de Yoongi le rodearon el culo, acercándolo más, hasta que sus caderas se encontraron de nuevo, haciéndolos gemir a los dos.
Yoongi pensó en romper el beso para averiguar qué tenía a Jungkook tan excitado, pero se lo pensó mejor. Jungkook rara vez iniciaba el sexo, y nunca lo hacía cuando Yoongi estaba trabajando. Levantó las manos para sujetar la cara de Jungkook, manteniéndolo quieto para poder tomar el control del beso. Todo el cuerpo de Jungkook se relajó en respuesta, como si hubiera estado esperando a que Yoongi se subiera a bordo.
—¿Quieres algo, Pecas? —murmuró Yoongi, rompiendo el beso para recorrer con sus labios su mandíbula, su oreja.
Jungkook suspiró, inclinando su cabeza para dar a Yoongi un mejor acceso.
—A ti.
Yoongi le mordió la manzana de Adán.
—Me tienes. Tú lo sabes.
—Te quiero —dijo Jungkook, arrastrando la boca de Yoongi devuelta a la suya, susurrando:—Fóllame. Te quiero dentro de mí.
La polla semidura de Yoongi se endureció tan rápido que le dio vértigo.
—¿Aquí?
Jungkook asintió, dándole un sucio beso, antes de decir:—Ahora.
Sí, definitivamente algo estaba pasando con él, pero Yoongi no iba a rechazarlo. Jungkook se cerraría durante días si Yoongi rechazaba algo que él había iniciado. Además, no había nunca ningún otro lugar en el que Yoongi prefiriera estar que enterrado dentro de Jungkook.
—Sabes que hay como diez personas al otro lado de esa ventana —provocó Yoongi, ya alcanzando los botones de los pantalones de Jungkook, liberando su polla, antes de trabajar en los botones de su camisa.
—Entonces tendrás que mantenerme callado —dijo Jungkook con voz ronca, los ojos en blanco cuando Yoongi le raspó los dientes a lo largo del hombro, tirando su camisa hacia el escritorio.
—¿Lubricante? —preguntó Yoongi, sabiendo ya lo que Jungkook diría a continuación.
Jungkook lo miró fijamente a los ojos, haciendo que el estómago de Yoongi se revolviera de una manera nada desagradable.
—No, estoy bien. Estoy... listo.
Listo. Preparado y listo. Ese era Jungkook, siempre preparado.
—Mierda, Pecas. Vas a ser mi muerte.
Yoongi tiró a Jungkook en el sofá.
—De cara al respaldo. Así, de rodillas, con las manos en la espalda —Empujó los pantalones y la ropa interior de Jungkook hacia abajo hasta que se arremolinaron en sus rodillas—. Abre tus piernas para mí, Pecas —Yoongi zumbó en agradecimiento ante la imagen que protagonizaba Jungkook