La casa de Yoongi estaba llena. Había por lo menos ocho chicos apiñados en el sofá seccional del fondo del local. Le gritaban al televisor, gesticulando salvajemente, dándose codazos, a veces con violencia. Todos estaban de espaldas a Jungkook, quien no era capaz de poner nombres a las caras. Algunos de ellos eran unos completos desconocidos.
Jungkook reconoció a dos de ellos. El chico de pelo azul, Jay, y Hueningkai, que destacaba entre la multitud. Estaba sentado en el respaldo del sofá, con el mismo cárdigan raído, con un delicado hombro artísticamente expuesto. Si Jungkook tuviera que adivinar, diría que la forma en que el jersey quedaba colgado era por elección. Todo lo que hacía Hueningkai parecía deliberado. Se había recogido la mitad de su espeso pelo castaño de la cara en una media coleta. Muy poca gente podía lucir bien con ese estilo, pero él lo hacía.
Yoongi ignoró el tumulto, dejando caer un beso en su mejilla.
—Nos vemos arriba, Pecas. Buena suerte —Jungkook lo observó subir las escaleras, admirando la forma en que sus jeans le abrazaban el culo.
Jungkook se quedó atrás, observando cómo Hueningkai jugaba a un juego que implicaba a una docena de hombres en traje de combate corriendo por un terreno baldío. Sólo pasó un momento o dos antes de que Hueningkai pareciera sentir el peso de los ojos de Jungkook sobre él. Se giró para mirarlo con puñales en los ojos.
Cuando Jungkook no se apartó de inmediato, una espeluznante calma se asentó en el rostro del chico, que ladeó la cabeza de una manera que probablemente habría inquietado a alguien que no hubiera crecido en una casa llena de psicópatas. Le entregó el control al chico que estaba a su lado, deslizándose por el respaldo del sofá con una gracia que pocos podrían lograr.
Hueningkai se movía como un bailarín, cada movimiento fluido e intencional, como una serpiente acercándose. Debajo del cárdigan de gran tamaño, llevaba una camiseta recortada con el logotipo de Nike y una falda negra que le llegaba hasta los tobillos. Nada de ese atuendo debería haber combinado, y sin embargo le sentaba perfectamente a Hueningkai.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca como para que se le oyera por encima del ruido, arqueó una ceja perfectamente cuidada.
—¿Te puedo ayudar?
Jungkook se apoyó en la pared, cruzando los brazos.
—Esperaba que pudiéramos ayudarnos mutuamente.
Hueningkai frunció el rostro en una expresión de absoluta repugnancia.
—Por favor, dime que no me estás haciendo una proposición con mi hermano allá arriba.
El shock recorrió todo el cuerpo de Jungkook.
—¿Qué? No. ¿Tienes siquiera edad para beber?
Hueningkai apretó los labios formando una fina línea, dando a Jungkook una mirada plana.
—Soy lo suficientemente mayor para muchas cosas. ¿Qué quieres?
La multitud en el sofá estalló en gritos de emoción hasta el punto que Jungkook apenas podía oírse a sí mismo.
—¿Podemos hablar en un lugar más tranquilo?
Hueningkai le dirigió una vez más una mirada de sospecha y finalmente asintió hacia la oficina de Yoongi. Una elección segura teniendo en cuenta que tenía ventanas tanto a la calle como al interior del garaje.
El olor a aceite de motor Asaltó a Jungkook en cuanto cruzó el umbral. ¿Cómo es que el olor era más fuerte allí que en el taller? Probablemente por el papeleo que hacía Yoongi en un espacio reducido. Nunca era totalmente capaz de tener las manos completamente limpias. A Jungkook siempre le había parecido que el olor era poco atractivo hasta que Yoongi era el que lo tenía encima.