A medida que pasaban las horas, Jungkook empezó a entender por qué Yoongi no quería volver a casa. Una parte de él estaba entusiasmada por mostrarlo, otra parte le gustaba tenerlo todo para él en esta pequeña burbuja que habían creado.
Era extraño sentir este tipo de atracción hacia otra persona que no fuera Junhui. Pero lo sentía. Aunque era diferente. Con su hermano, esa atracción parecía gravitacional, algo inevitable. Estaban destinados a estar juntos, diseñados por el universo para gravitar el uno hacia el otro.
Pero con Yoongi, esa fuerza era magnética. Se sentían atraídos por elementos específicos que sólo compartían ellos dos. Yoongi no era perfecto y Jungkook tampoco, ni mucho menos, pero eran perfectos el uno para el otro. Atraídos por un diseño cósmico.
Pero, incluso ahora, no estaba seguro de que Yoongi lo creyera. Jimin había tenido razón. Las paredes de Yoongi eran altas y estaban cubiertas de alambre de púas. Era una extraña amalgama de confianza inquebrantable y autodesprecio paralizante.
Y no fingía ninguna de las dos cosas.
Yoongi estaba seguro de su brillantez, pero igualmente seguro de que nadie más veía en él algo que mereciera la pena amar. Aun así, estaba decidido a no aceptar menos de lo que merecía, incluso si eso significaba estar solo. Era un ser humano singularmente fascinante y Jungkook no podía apartar la mirada. Lo quería todo. Lo bueno, lo malo, lo feo. Todo.
A la salida del hotel, caminando de la mano, se encontraron no sólo con las miradas cómplices del personal, sino con un puñado de periodistas y paparazzi, que le dieron a Yoongi su primera muestra real de lo que significaba realmente ser un Jeon. Le gritaron preguntas, algunas descabelladas, otras mundanas. Algunas eran francamente aburridas.
"¿Es cierto que te dedicas a la magia sexual?"
"¿Estás en una secta?"
"¿De quién era esa sangre, realmente?"
"¿Estás siendo abusado?"
"¿Es cierto que están casados?"
"¿Es cierto que es tu cuñado?"
"¿No es él uno de tus pasantes?"
Jungkook habría intentado escudar a Yoongi, pero no era necesario. Yoongi caminaba como siempre. Regio como un rey, con su abrigo nuevo echado sobre el otro brazo, luciendo la alta costura que había comprado ayer mismo, con una sonrisa en la cara que hacía que Jungkook tuviera ganas de arrastrarlo a un estacionamiento y mancillarlo de nuevo.
Una vez en el asiento del copiloto, Jungkook cerró la puerta de golpe y se abrió paso entre los periodistas, entrando en el carro y dándole a los cámaras que empujaban sus lentes contra la ventanilla sólo una fracción de segundo para apartarse antes de pisar el acelerador, dejándolos atrás.
—¿Estás bien? —preguntó Jungkook cuando ya estaban en la carretera.
Yoongi se giró hacia él, con los ojos muy abiertos y una enorme sonrisa en la cara.
—¿Es siempre así?
Se le ocurrió entonces a Jungkook que Yoongi nunca había salido con los Jeon de manera significativa. Namjoon y Jaejoong tendían a alejarse de los focos, a no ser que fuera para la fundación, así que Yoongi también había sido relegado a los márgenes de la vida como Jeon. Claramente, sentía que se había perdido algo.
Jungkook sacudió la cabeza y se detuvo en el primer semáforo. El tráfico era horrible a esta hora del día.
—No siempre. Sólo es una locura por lo de las malditas sábanas. Se reducirá a la normal foto encubierta tomada en un restaurante y ese tipo de cosas.