Yoongi se escondió en el baño, incapaz de detener las lágrimas calientes que rodaban por sus mejillas o los sollozos que atormentaban su cuerpo. Se sentó en un rincón, agradecido de haberlo limpiado una hora antes. Había esperado que Holden se tornara violento. Con él, era prácticamente un hecho. Yoongi podría hasta programar una alarma para cada uno de sus arrebatos. Pero, ¿Sacar a colación Fountainvie? ¿Traer a la conversación a ese técnico pedazo de mierda que había abusado de Yoongi de una forma que nunca podría borrar? De alguna manera, eso dolía más que cualquier golpe físico.
Quizás porque Holden tenía razón. Su madre le creería a él por encima de Yoongi. Creía en cualquier persona que tuviera dinero y estatus, y pensaba con su mente confundida, que, si se limitaba a satisfacer todos sus caprichos, obtendría acceso a la vida que siempre quiso... La vida que culpaba a Yoongi de quitarle. Su madre pensaba que cualquier abuso podría ser soportado si el obsequio de disculpas tenía un precio lo suficientemente alto.
Yoongi se sobresaltó al oír un golpe en la puerta.
—Está ocupado —dijo, con la voz llena de lágrimas.
—¿Yoongi?
El corazón de Yoongi se apretó ante el sonido de la voz de Jungkook, baja, suave y siempre tranquila. Nada parecía desestabilizarlo. Nunca. Ni siquiera cuando había puesto un cuchillo en la garganta de Holden... por Yoongi. Para protegerlo.
—Saldré en un minuto —dijo, odiando la forma en que su voz se elevó al final de una manera casi femenina. Eso volvía loco a su padre desde que Yoongi era solo un niño.
Hubo algo de vacilación, luego el sonido de la manija de la puerta girando, y finalmente una mano que se asomó a través de la rendija de la puerta, ofreciéndole una botella de plástico.
—Pensé que tal vez querrías un poco de agua.
El gesto solo hizo que Yoongi llorara más fuerte. Se tapó la boca con la mano para ocultar los patéticos gemidos, luego agarró la botella de agua, agradecido cuando la puerta se cerró una vez más. Yoongi sollozó, presionando su cabeza hacia atrás contra el azulejo frío y tomando algunos sorbos del agua helada.
—Gracias —dijo, ni siquiera estaba seguro de que Jungkook siguiera todavía del otro lado de la puerta.
—De nada.
Yoongi esbozó una sonrisa acuosa y se secó la nariz con el dorso de la mano. Jungkook. Yoongi levantó la mano y cerró los ojos, permitiendo que su propio pulgar trazar el patrón que Jungkook había seguido antes de que Holden lo arruinara todo. Yoongi creyó que pudo haberlo besado. Jungkook lo había mirado a los ojos con tanta... intensidad.
Pero así era Jungkook. Intenso. Era como el héroe inquietante de una novela juvenil. Alto y musculoso, con cabello castaño, una mandíbula cuadrada perfectamente cincelada y labios acolchados que Yoongi soñaba con sentir contra los suyos. No es como si fuera a hacerlo alguna vez, especialmente después de lo que había pasado en la cafetería.
Yoongi tomó otro trago de su bebida justo cuando la voz de Jungkook vino del otro lado de la puerta.
—¿Sabes? Yo te mantendría a salvo... Si me dejaras.
—¿Qué? —Preguntó Yoongi, sin aliento.
No hubo respuesta. Jungkook debió haberse marchado. ¿Qué persona decía algo así y luego se marchaba? Jungkook. Él era complejo; contemplativo y callado un minuto, y luego al siguiente se reía y bromeaba con los idiotas de la fraternidad. Jekyll y Hyde. Yoongi no tenía forma de saber cuál era el verdadero Jungkook. Claramente, no tenía la capacidad de la verdadera naturaleza de las personas.