Yoongi se sentó frente al nuevo novio –prometido– de Junhui, estudiándolo con interés. Era... en absoluto lo que Yoongi esperaba.
Junhui, como Jungkook, normalmente follaba con tipos que parecían supermodelos, pero Beomgyu era suave. De aspecto dulce. Tenía rizos oscuros y bonitos ojos rodeados de largas y gruesas pestañas negras. Yoongi estaba celoso de esas pestañas. Incluso el ojo negro que lucía no le quitaba su atractivo.
Probablemente lo habría pasado por alto en una multitud. No porque fuera feo, sino porque parecía empequeñecerse. Como si no quisiera destacar. Sin embargo, sentarse frente a él, solo, le dio a Yoongi mucho tiempo para estudiar sus rasgos y los numerosos moratones que llevaba.
Los labios de Beomgyu eran perfectos, increíblemente proporcionados, incluso con el labio partido. Su nariz, también, aunque parecía haber sido herida igualmente. Incluso sus cejas equilibraban perfectamente sus delicados rasgos. Algo gruesas y salvajes, lo hacían parecer un poco melancólico.
—Eres realmente bonito —dijo Yoongi.
Beomgyu se sonrojó tanto que a Yoongi le preocupó que pudiera desmayarse.
—Gracias —dijo Beomgyu en voz baja.
—¿Puedo preguntar quién te hizo eso? —Yoongi preguntó, mirando los moretones que cubrían sus brazos y muñecas.
Si Beomgyu había estado sonrojado antes, ahora estaba carmesí.
—Junhui. Es... nosotros...yo le dejé...
Dios, era tan lindo.
—Oh... —Yoongi dijo—. ¿La mazmorra sexual?
—Sí.
—Tengo un gran corrector para cubrirlas. Ya sabes, cuando estés en público.
Beomgyu hizo una mueca de dolor.
—¿Tan malo es?
Yoongi arrugó la cara.
—Pareces una condena de delito andante.
—¿A Jungkook le gusta...? —Beomgyu se interrumpió.
—Son gemelos espejo —dijo Yoongi—. Junhui es un sádico. Jungkook es lo contrario.
—Entonces, ¿Realmente grabaste tu nombre en su pecho? — preguntó Beomgyu.
Yoongi atrapó su labio entre los dientes, tratando de no sonreír mientras asentía.
Una vez más, se sumieron en un prolongado silencio hasta que Beomgyu dijo:—Me gusta tu ropa. Tu suéter parece suave.
Yoongi miró sus pantalones a cuadros y su camisa blanca, prácticamente engullidos por el suéter de gran tamaño de su madre, tirando de él con una sonrisa.
—Gracias.
—Esto es raro, ¿Verdad? —dijo Beomgyu finalmente—. Como, se me permite decir eso en voz alta, ¿Verdad?
Toda la tensión dejó a Yoongi en un santiamén.
—Sí. Lo más raro. No puedo Creer que nos hayan dejado aquí, solos, mientras iban a buscar comida. ¿Como si ellos no pudieran pedir que la traigan?
Beomgyu asintió con énfasis.
—Sí, exactamente. Es como si nos hubieran hecho quedar en una cita de juegos para adultos.
Yoongi puso los ojos en blanco.
—Son tan cobardes. Creo que tienen miedo de que no nos gustemos y que su plan maestro sobre tener una vida juntos se desmorone. Les vendría bien que pensaran que nos odiamos.