Yoongi miró hacia un mar de rostros jóvenes. No eran tantos como esperaba, pero más de los que había imaginado dada la poca antelación. Les había pedido que se reunieran con él después del trabajo en la parte trasera de la tienda, en el espacio que había creado para mantenerlos a salvo y fuera de problemas, cuando apenas tenía la edad suficiente para hacer eso por él mismos.
Para cuando Yoongi finalmente cerró las compuertas y apagó el letrero para dar por finalizada la noche, los individuos habituales ya se habían reunido. Sunghoon y Jay estaban sentados y subidos en el respaldo del gran sofá andrajoso, mientras que Hueningkai y Heeseung ocupaban los cojines. Jaeyoon, Euijoo y Jungwon también habían logrado llegar. Estaban sentados sobre la mesa de billar, encaramados como si fueran gárgolas.
Yoongi miró a cada uno de ellos.
—Necesito su ayuda.
—Lo que sea, hombre —dijo Heeseung mientras los demás asentían con la cabeza—. ¿Qué sucede?
Yoongi se aclaró la garganta, tragando la ola de tristeza que lo golpeó.
—Tengo una pista sobre el asesino de Yeji o, al menos, a alguien que podría tener respuestas sobre lo que le sucedió.
—¿Quién es? —Preguntó Hueningkai, levantándose ligeramente para meter los pies debajo de su cuerpo.
Yoongi negó con la cabeza.
—No lo sé. Por eso necesito que me ayuden.
—¿Cuál es la pista? —Preguntó Euijoo.
Euijoo era un nombre apropiado. Era alto, delgado, con un cabello castaño ondulado y ojos del color de un lago, además que era... muy tranquilo. No había otra forma de describirlo. Nunca levantaba la voz, nunca perdía los estribos. Era casi la antítesis de Hueningkai, con excepción de ambos tenían un aspecto inquietantemente suave en comparación a los letales que eran. Solo que asumían sus tareas de maneras diferentes.
—Alguien dijo que la vieron ser... arrastrada por un tipo del que nunca había oído hablar. Todavía no tengo un nombre, pero tengo una descripción. Más de metro ochenta. Pelo castaño. Ojos cafés. Mentón afilado. Piel mala. Tiene una palabra tatuada en el pecho. Tiene tatuada una rosa con espinas en el cuello. Y una especie de tatuaje de cárcel en una de sus manos, pero que está demasiado difuminado como para distinguirlo, ¿Les suena de algo?
—Hombre, ese podría ser la mitad de la ciudad —dijo Jungwon.
Yoongi asintió.
—Lo sé. Por eso necesito que pregunten... discretamente.
El verdadero nombre de Jungwon era Stanley, en honor a su padre, Stan Symanski, un conocido corredor de apuestas que dirigía una banda de matones que lo ayudaban con su negocio de cobros. Jungwon era uno de los diez hijos de Symanski, todos llamados Stanley gracias al ego exagerado que el tipo tenía de sí mismo, todos eran de madres distintas. Para hacer seguimiento de todos ellos, los llamaba a cada uno por orden de nacimiento, y así es como Jungwon obtuvo su apodo.
Stan era un pedazo de mierda, definitivamente no era digno de poner sobre los hombros de sus hijos la cruz de cargar con su nombre y su reputación. Afortunadamente, Jungwon se parecía a su madre egipcia con su rica piel cobriza, ojos de cristal marino y cabello castaño oscuro que a menudo se escondía debajo de una gorra de béisbol al revés. Si bien la madre de Jungwon aceptaba su inclinación por el mismo sexo, su padre no, y fue así como Jungwon llegó a ser uno de los chicos de Yoongi. Había cierta seguridad en la cantidad.
—¿Quieres que todos empecemos a preguntar por el mismo tipo pero que nos mantengamos callados? —Preguntó Jay, su tono implicaba que era imposible.