Capitulo 29._ Nadie te enseña a amar.

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Las personas rotas como yo no entendemos qué hacemos mal porque es evidente que todo el tiempo nos sentimos insuficientes a la hora de ser amados.

A lo largo de mi vida me he encaprichado muchas veces con diferentes personas, he pensando que es el amor, porque dicen que el amor ciega, pero es un cliché, que, ahora que lo pienso, puede ser estúpido y a la vez tan real.

O me dejo manipular por un poco de atención que un mal trato lo paso desapercibido.

A eso se refería Albert.

Me sentía entre la espada y la pared, entre el querer y el deber.

Y es que nadie te enseña a amar. Es un aprendizaje empírico y apuesto a que todos hemos llorado para aprender qué sí y qué no. La diferencia es que algunos aprenden a la primera, y los masoquistas como yo seguimos esperando que algo bueno pasará.

¿Cómo alguien que me hace sentir tanto placer, y adrenalina y hasta paz puede convertirse en mi ansiedad y tristeza lenta y mortal?

Me quita toda esa seguridad que llevaba por días trabando en mí, y simplemente no puedo convertirme en malvada, porque cargar con culpas es algo que me mata desde adentro hasta no dejar nada.

Con Alex he vivido tantas cosas. Fue mi mejor amigo, fue mi todo, se convirtió en mi nada, y ahora es un montón de incógnitas.

Me cuesta trabajo desprenderme de él porque con él he sentido un poco de lo que es el amor cliché, el que leo en libros, miro en películas y me contaban las ancianas de aquel parte sombrío. A veces deseo mi libertad mental y emocional, pero tengo miedo también, a arrepentirme por pensar que él es el amor de mi vida, y no es por justificarme, pero sus acciones me han dejado tantas huellas que ya no sé cómo controlar cada una de ellas, inseguridades que de verdad queman por dentro. ¿Por qué debería sentirme insegura? A menudo hago una lista mental de mis virtudes y lo cierto es que hay muchas y frente a otras personas puedo parecer firme y ágil, pero frente a él me hago chiquita y sumisa, pierdo mi total independencia. Depender emocionalmente fue a lo que siempre temí y en lo que terminé. Y tampoco es culpa de él, tal vez él sí me quiere. O tal vez... le gusta que lo quiera, como nunca a nadie antes...

Tocan la puerta de mi habitación, sé que se trata de él.

Vivir con él, en el fondo me fascina, pero también me hace sentir triste. Extraño una parte de mi vida que ni siquiera he conocido.

— Adelante.

Entra en silencio, y se queda frente a mí. Yo estoy acostada boca arriba sobre la cama, mis brazos atrás de mi nuca, mirando a la nada. Siento su figura deslizarse a mi lado hasta quedar abrazado a mí. A veces él no parece un monstruo, a veces se siente como un niño indefenso, lo curioso es que él no padeció tanto como yo, y aún así lo he justificado mil veces sin querer y queriendo.  Mi complejo sobreprotector me traiciona cuando se trata de su alma de niño.

—¿Dormiste bien? — le pregunto.

—Sí, no tanto, mi habitación cada vez se siente más fría, aquí es calientito — esconde su nariz en mi pecho e inhala sutilmente.

—No tengo animo de hacer nada, realmente me quiero quedar aquí dormida para siempre.

—Suena bien. ¿Puedo quedarme contigo? Sólo un rato.

—No tendrías por qué preguntar, siempre estoy a tu disposición.

—¿Crees que soy malo?

—¿A qué viene esa pregunta?

—He notado que he generado una mala reputación. Y no en buen sentido. La gente dice que trato mal a mis empleado y... a ti.

—¿A mí? — repito sorprendida.

—Sí, y, ¿sabes?, no quiero eso para ti. No soy el tipo que renuncia y se rinde por tonterías, pero, no quiero ser yo el monstruo que te dañó el autoestima.

Mi silencio le pertubó.

—Te he escuchado llorar.

No sabía qué decir. Me sentía acorralada con la verdad, enfrentada.

—Me... hace sentir un tonto que yo sea quien no te hace feliz, segura y vibrante.

—Tú me haces vibrar.

—No mal entiendas.

Se incorpora, sentado en la cama entrelaza los dedos y mira al suelo.

—Me encanta cogerte. Me gusta ser yo quien te bese, quién te pasee, saber de ti todo, tus gustos raros y hasta tus berrinches y peleas... Te vi hablando con Albert.

—No fue nada malo.

—Te estás poniendo a la defensiva.

—Porque no hice nada malo.

—Es que ni siquiera lo estoy insinuando.

—Es que me da miedo que te molestes conmigo.

—Es que justo eso es lo que me desilusiona, que me tengas miedo, que me consideres así. No quiero ser yo... quién te produzca eso.  Y hablando con él te noté tan tranquila, con paz, una paz que hace tiempo no veía en tu mirada. No está mal. No soy tu dueño. Y puedes... estar con quien quieras...

—¿Qué? — me incorporé confunda.

Las lágrimas salían de mis ojos, y ni siquiera sabía por qué.

—No llores. Por favor, no llores.

—Es que no entiendo.

—Olvidemos esto.

Se levantó cabreado, y salió de mi habitación. De nuevo cayendo en la confusión me encontré con un reflejo nostálgico del ayer.

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⏰ Última actualización: Dec 27, 2022 ⏰

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Alex TurnerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora