Cap 15.- La carta.

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Habían pasado algunas semanas después de la cena familiar que Penny había organizado, no había vuelto a saber nada sobre Taylor, y mucho menos de Nelly. Mi ánimo estaba por los suelos, pero continuaba escribiendo como era común. Miles también estaba serio, pero supuse que era culpa mía, él evitaba hacerme bromas desde el día en que una mañana me hizo una, estallé como era obvio, y lo ignoré por dos días completos. No había dejado de pensar en qué hacer cuando todo el proyecto de The Last Shadow Puppets se acabara: en definitiva no volvería con los monos, no estaba de ánimo a comprometerme con más trabajo si ni siquiera tenía ideas de escribir estas canciones, tampoco quería ir a buscar a Taylor, no tenía ánimos de quedarme en mi casa, pero tampoco quería buscar una nueva para vivir solo, no podría salir a trabajar a la calle, no quería ir a más bares, no tenía ánimos de viajar, aunque recientemente Miles hablaba sobre ir a Paris; lo único que había estado haciendo era leer uno de esos libros de Dickens, pero... la misma basura de siempre. Mis padres solían intentar hacerme conversación, pero nunca lo lograban, sólo les veía cuando bajaba a comer, porque en los desayunos basta con un café en mi habitación, la servidumbre que acabábamos de contratar bastaba, y en las noches sólo se me apetecía un whisky.

A veces salía a caminar por toda la calle, cuando el piso estaba húmedo era mucho mejor, de cierta forma el color oscuro del asfalto me recordaba cosas que creí haber olvidado. Mi cabello estaba creciendo al igual que mi humor ermitaño. De vez en cuando me quedaba afuera hasta las dos de la mañana mirando el cielo, esperando por una estrella fugar que pasara para cumplir un deseo, pero era Sheffield, debía olvidarme de eso, así como debía olvidarme de ella.

En ese mes de Julio nació el hijo de Jamie y Katie, la última vez que los vi estaban tan felices esperando la llegada de Forrest, que apenas pude creer cómo había pasado tan rápido el tiempo. Yo fui a verles al hospital, recuerdo la escena: Miles conducía a horas de la madrugada, Katie nos había llamado, al parecer habían tenido una pelea y mi amigo había salido de casa dejando el móvil en la mesa de noche.

—¿Alex? — dijo cuando contesté la llamada —, se me rompió la fuente... — lloraba y yo no entendía — tendré al bebé.

Ni siquiera pregunté por Jamie, simplemente bajé las escaleras gritándole a Miles, le dije lo que Katie me había dicho y enseguida encendió el auto, nos fuimos hechos furia.

—¿Cómo que se le rompió la fuente?

—Eso dijo.

—¿Y Jamie? — preguntaba Miles igual de nervioso que yo.

—No tengo idea.

—¡No puedo creerlo! ¡No puedo creerlo! — se repetía mi amigo con la voz tambaleando — ¡Vamos a ser tíos, Alex! ¡TÍOS!

—Ya sé... — yo aún no procesaba la idea — ¡Dios! ¡Me tiemblan las piernas! — Miles se agarraba el rostro jalando sus mejillas con frustración.

No llegamos a tiempo, pero, por fortuna, Jamie sí. Ya en el hospital mi amigo me dio un abrazo de agradecimiento, lloraba, y no como yo, él lloraba de felicidad, realmente extasiado. Envidié su momento. Después de esperar unas horas, por fin nos permitieron ingresar, en ese lapso llegó Matt y Breana, Nick y Kelly. Me sorprendía ver como el tiempo ya había pasado por todos nosotros, ya no quedaba mucho de los adolescentes que solíamos ser, de los estudiantes, de los tímidos muchachos; todos mis amigos con la suerte de tener a la mujer que amaban, pero yo no, y eso fue mi error, desde el principio debí hacer las cosas bien, pero no tenía la valentía de... [.]

—Hijo, te llegó esta carta... — me extendía la mano mi padre para que pudiera tomar el sobre, estaba sentado en el comedor desde hace varios minutos. Por un momento deseé volver a ser el mismo chico de hace años.

Alex TurnerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora