Why you only call me when you're high?

211 7 3
                                    

Despierto en un segundo.

Todo a mi alrededor es blanco, ¿estoy muerta?

–No te vayas hoy – dice una voz masculina.

Me giro, ya que estoy acostada en una cama. La cabeza me da vueltas por dentro, como si estuviera en constante movimiento giratorio.

–Quédate un poco más – vuelve a decir.

–¿En dónde estoy? – digo noqueada.

–Conmigo – parpadeo un par de veces antes de sentir unos brazos rodearme – Buenos días – siento un beso en mis labios.

Entonces me alarmo. Pero al segundo siguiente me doy cuenta de lo que sucede: yo, Alex, tragos, sexo.

–¿Cómo llegué aquí? – pregunto sin sentidos.

–Estabas ebria y me aproveché de eso – contesta de la misma manera, como si fuese normal.

–¿Y lo hice bien? – ambos reímos.

–Estuviste genial.

Ambos estamos boca abajo, y nos miramos, siento una de sus manos en mi nalga izquierda, y aunque en cierto modo hay confianza, me incomoda un poco. 

–Sabes que tengo que irme, ¿cierto? – él cierra los ojos.

–Mierda – murmura – ¿No quieres una cerveza más?

–Alex – digo su nombre para decir "ya basta".

–Lo sé, lo sé – muerde su labio – Pero, no niegues que te quieres quedar.

–No lo niego, pero debo irme – contesto.

Él sonríe por dicha confesión.

–Bueno... – lame sus labios – Con una condición.

Río divertida.

–¿Cuál?

–Dame un beso de buenos días.

–No – sonrío.

–Por favor – se remueve en la cama, para quedar más cerca, y hace un puchero.

–No – frunzo el ceño – Se supone que te odio justo ahora.

Él guarda silencio. Yo también me quedo meditándolo, aunque, la verdad, quisiera quedarme aquí para siempre, entre sus brazos, entre sus caricias y sus besos.

–Ay... Mierda – se cubre la cara con las manos – Nelly, perdóname... Por favor. Fui una escoria, un imbécil, un idiota...

De nuevo empieza con el mismo discurso que hace días. Exhausta me levanto, y me cubro con las  sábana. Primero intento ubicar mi cerebro y hacer que deje de marearme, cuando lo tengo hecho, miro al rededor para buscar mis pertenencias. En una esquina del suelo veo mi vestido negro tirado. Me levanto convencida, pero a la vez espero que Alex me detenga.

–Buen intento – dice mientras se levanta y busca un short y una playera.

–¿De qué... – me mareo – hablas?

–De nada – sonríe con misterio – Iré a prepararnos café, bonita – me roba un beso en la frente.

Lo miro salirse de la  habitación, aquella de conozco perfectamente. Sonrío sin darme cuenta. No sé muy bien cómo fue que llegué aquí, y no es que me moleste, pero tampoco me agrada mucho que digamos. El simple hecho de haber caído nuevamente a la cama de Alex no es de enorgullecer, aunque en cierto modo lo esperaba, pero es confuso, es decir, se supone que no nos hemos hablado desde aquel día, y hasta lo he estado evitando, y ahora resulta que ya cogimos. Me da asco sólo de pensar que ya mojó su brocha en otra pintura, ¡maldición, qué asco!

Alex TurnerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora