Capítulo 2.- ¿Tú, aquí?

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La primera reacción que experimentó Alex Turner fue un rencor inconfundible hacia la mujer que parada frente a frente lo miraba. No podía negar que lo había tomado por sorpresa, se veía hermosa, realmente hermosa, a excepción de esas ojeras y los labios secos y morados, sin embargo, las mejillas rosadas que poseía, sin saber si eran de emoción, el frío o enfado, la hacían lucir simplemente deseable. Taylor Baglye insinuó la sonrisa más sobresaliente, mientras miraba a su oponente de arriba a abajo, y Brad Dumond se escabullía en un taxi que pasaba cerca de la calle a eso de las 10:46 pm. Nada parecía estar controlado dentro de su corazón femenino, parecía como si intencionalmente el destino le tuviera preparada esa visión, y mientras Miles Kane se dedicaba a tomar medidas de la situación, Nelly E. Neir respiraba indignada y furiosa, sobretodo decepcionada.

–Parece que tu amigo ha tenido un inconveniente – se atrevió a romper el silencio Miles –. Pasa, no querrás congelarte, ¿o sí?

–No, claro que no – rio ella incómoda bajo ambos pares de miradas –. Pero... ¿sabes? Tengo que ir a... hacer eso... eso que se hace... [.] Yo sólo venía a...

–O vamos, no seas tímida.

–Tímida no es la palabra – pensó alzando una ceja –. No. Yo... vendré luego.

Miles Kane estaba a punto de rendirse y dejarla salirse con la suya, y Alex, admitiéndolo, tampoco la quería ver marchándose en esa noche tan fría y escandalosa. Por suerte, y para fortuna de ambos cantantes, un remolino de viento grotesco les alcanzó por la entrada, haciéndolos vacilar sobre sus talones. Taylor se abrazó de la cadera de Alex, y Nelly bajó la mirada, refugiándose en sus botas negras sin tacón.

–No puedes irte así, en este clima. Nunca se sabe – dijo Miles tomando del brazo a la chica.

–Miles, no es necesario.

–Mi trasero no es necesario, vamos, te prepararé un chocolate en lo que pasa el mal clima, y mientras me cuentas qué tal estos días, y también me dices por qué has venido, claro, omitiendo que viniste a verme – bromeó alegre mientras la dirigía a la cocina, y la pareja tras ellos cerraba la puerta.

–Miles – pronunció su nombre riendo para decir "ya basta".

Alex Turner se osó a seguirla con la mirada. Taylor Baglye desabrochó un botón más a su escote y mostró sus escasos pechos, tratando de hacer reaccionar a su actual romance, pero lo que ella no sabía es que no importara cuánta ropa menos tendría puesta, pues la chica rubia artificial frente a él era el deseo y el sueño más añorado por siempre. Nelly se sentó sobre un banco alto, mientras se quitaba los guantes y miraba a Miles moverse de aquí para allá, buscando todo para la bebida prometida. Estaba sonriendo, cómo había extrañado ver esa sonrisa. Y te atreves a actuar como si nada, te atreves a sonreír con él, pasas indiferente frente a mí, como si fuese una maldita pared; pensó el castaño.

–Y dime, ¿qué tal estas fechas?

–Um... interesantes.

–Define interesantes.

–He... estado pensando mucho, sobre toda mi vida.

–¿Cómo qué? – preguntó distraídamente – Ah... Alex, ¿quieres uno? – le dirigió la mirada a su amigo, refiriéndose al chocolate caliente. El mismo Miles comprobó que Taylor ya se había largado a su alcoba hace varios minutos, y que su amigo rondaba por ahí con alguna intención que era clara y sospechosa.

–Por favor – dijo tomando asiento a lado de Nelly, y recargando su barbilla en su palma, mientras se aseguraba de acomodar su codo sobre la mesilla.

De reojo la miró: sus pestañas se movían cual mariposas sobre girasoles, remojaba sus labios, haciéndolos lucir carnosos y dulces, y ese rubor rosa aún estaba en sus mejillas. Era preciosa, no podía negarlo, aunque quisiera, aunque Taylor fuera ahora suya, aunque Nelly lo hubiera lastimado. Esa manera de reír, el tono de su voz, su perfume olor a miel, el ligero delineado sobre los párpados, realmente hacía milagros. Si quizá sólo pudiera darle un beso, uno solo, en la comisura, una sublime cercanía, podría descansar en paz por esa noche. Estaba anonado con su presencia, y pensó que quizá podría fingir desaires, pero ella lo cambiaba todo, podría pedirle cualquier cosa justo ahora, porque él estaría dispuesto a hacer lo que fuese.

Alex TurnerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora