¡Le quiero patear el trasero a Alex!

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Enero 2013, 1:00 am. Una habitación blanca, sábanas cubriéndome, un muchacho a lado mío me mira desnuda, y yo... no hago nada.

-Eres preciosa- dice aquel hombre.

-Que bueno, Spencer- me levanto, así, desnuda - deberías irte- le aviso.

-¿quieres que me valla?- pregunta el sorprendido.

-Por supuesto - voy directo al closet y busco unas bragas y una playera con la que me sienta cómoda, luego prendo un cigarrillo.

-Deberías dejar de fumar- dice el hombre.

-Y tu deberías irte.

-¿Por qué eres así conmigo?- volteo a verlo, él está vestido de la cintura para abajo- Nena, yo te amo.

-¿Nena?- lo miro fijamente- Detesto que me digan así- el sólo se queda callado- Escucha, si no te vas tú, me voy yo.

-No puedes hacer eso, simplemente no lo harías, es tu apartamento- levanto una ceja.

Este idiota piensa que no puedo hacerlo, pero simplemente tomo mis pantalones, me los pongo en un dos por tres, amarro mis convers y salgo del lugar tomando un saco negro que por suerte quedaba por mi camino.

El frío de la madrugada golpea mi rostro, así que enciendo un cigarro y empiezo a fumar, es un vicio que de repente no puedes dejarlo, pero no estoy confundida, fue mi decisión volverme adicta.

Ser cantante resulta divertido, en algunas ocasiones, como el hecho de hacer con tu vida un papalote, lo único malo es que todo el mundo pide a gritos saber de tu vida privada, y eso es un grave error. Pero, como todo, tiene sus grandes y aburridas desventajas: viajar a países que no quieres, responder preguntas privadas, sonreír cuando no estás feliz, y sentir la soledad a pesar de que una multitud se dice estar contigo.

No tenía la costumbre de jugar con los hombres, al contrario, a veces ni los tomaba en cuenta, simplemente ellos por su lado y yo por el mío, pero cuando conocí a Al... a aquel chico de Sheffield que solía tener una banda de garaje y que se había vuelto famosa, todo cambió. Peor fue cuando él se marchó, había prometido tantas cosas, o el simple hecho de decir: "Yo siempre estaré para ti", y que después sus palabras cambiaran a: "Todo fue una aventura, diversión, ¿entiendes?"; bastó para que todo tomara un giro negativo, quizá voluntariamente, quizá sin darme cuenta. Ahora soy esto: una mujer a la que le entretiene pasar una agradable noche con cualquier tipo, o en otras palabras: una puta. Yo prefiero no entrar en detalles del amor, creo que tuve suficiente para saber que esa mierda no existe, o al menos, no para mí.

El idiota de Spencer está en mi apartamento; lo conocí hace meses, en un concierto, él se ofreció a llevarme a casa, y no me negué, aún no consigo mi auto en esta ciudad (Los Ángeles), así que después de eso tuvimos una buena noche de sexo, y las demás también; constantemente me invitaba a salir, desayunábamos, me llevaba a cualquier sitio, y siempre decía cosas como: "Eres hermosa", "Te quiero tanto", "Puedes confiar en mí, aquí voy a estar", y esas clases de mentiras que los hombres suelen decir. Hoy colmo mi paciencia, y mientras él -seguramente- ya se ha ido de mi departamento yo estoy caminando por las calles oscuras, buscando un lugar al cual pueda ir y...¡Bingo! Un bar abierto.

Entro a aquel bar que por fuera luce rústico, pero que por dentro es una dinamita. Hay gente bailando, putas y humo de alguna máquina que ambienta el lugar, haciéndolo lucir como un sitio de perdición: justo lo que necesito, a excepción de las putas. Me detengo cerca de la barra, tomo asiento en un banco alto, prendo un cigarrillo más- siempre llevo una cajetilla conmigo, es como si se tratase del móvil- y le doy unas caladas, pido una cerveza y espero paciente mientras el batender me mira las tetas. ¡Maldito enfermo!

Alex TurnerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora