Capítulo 12.-

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Al pelar el ojo, el primer rayo de luz que chocaba contra mí, me jodía la vista. Miré el techo como el primer instinto de una fatal cruda, la cabeza me decía que debería seguir durmiendo, pero sabía que sería algo contraproducente.

¡Qué buena fiesta la de anoche! Supongo que estuvo tan buena que olvidé cómo acabó y cómo acabé yo aquí.

¡Por dios! ¡Y cuánta sed tengo! ¿Qué hora es? No se escucha ruido en ninguna habitación.

Y las preguntas pudieron seguir, al igual que mi malestar matutino, dueño de mi verdadero yo desde hace algunos días, pero de repente bajé la vista hacia mi abdomen y me topé con una chiquilla, sus brazos alrededor de mi cuerpo, sus ojos cerrados y su cabello levemente esparcido.

¿Estaré muerto? ¿O seguiré soñando profundamente?

El miedo de tocar a aquella mujer es inmenso, si lo hiciera y llegase a desaparecer sería realmente deprimente, como el final que no esperas de un buen libro, incluso más allá.

Su silueta comenzó a moverse bajo las sábanas y chocando con mi cuerpo tibio, fue entonces que sentí la textura de la realidad: su piel tersa, su olor a miel tan de ella, el calor de su respiración contra mi pecho, su voz en cada exhalación, y sus dedos ahora acariciando mis labios.

Sonreí una vez más como en los viejos tiempos, como aquellas veces que hacíamos travesuras ella y yo sólo por diversión, sonreí tan lleno de vida que no me atreví a arrancarle el sueño y su tranquilidad, simplemente agradecí el momento y la oportunidad que se me estaba dando, le di un beso en la cabeza y me levanté de la cama con demasiado cuidado para no despertarla. Ella se removió un poco en la cama, pero su sueño nunca terminó. Me di una rápida ducha y me vestí de forma cómoda, como hace mucho no lo hacía, sinceramente, me cansaba de usar traje todo el tiempo, y el estar aquí en casa no quería decir que debería seguir haciéndolo, sería innecesario y estúpido.

Quería darle una sorpresa a mi pequeña chica. Bajé los escalones y me dirigí hacia la cocina, un desayuno bien preparado siempre es lo mejor después de una buena fiesta. Encendí el viejo radio y coloqué un disco de The Strokes, algo animado para empezar la obra maestra. Ya con más animo fui sacando ingrediente por ingrediente: tosté lo panes, freí huevos y tocino, calenté café, piqué algo de fresa, y traté de hacer más, pero realmente no daría tiempo de seguir. Escuché unos pasos acercarse, creí que era ella, así que me di la vuelta esperando ver su cara, pero no era así: Penny había bajado creyendo que un ladrón se metía a la casa, me eché a reír por eso, vio el desayuno que mi espalda ocultaba, la flor que coloqué en un vaso de agua fue la clave para que ella me lanzara una mirada picarona. No tardó en bajar también mi padre, y luego Miles, y luego Rep, y en menos de cinco minutos ya todos hacían en el comedor reunidos, cantando, riendo y recordando lo que había pasado la noche anterior, Rep se quedaba callado, serio, pensando, y de cuando en cuando me lanzaba una especie de mirada que dejaba mucho qué decir, ni yo mismo lo supe descifrar.

Consternado decidí sonreírle a todo el mundo, suponía que nada podría dañarme la mañana, ¿qué podría ser malo cuando acababa de despertar con la mujer que amo?

Mi madre me aseguró que era mejor que ella bajara a reunirse, no entendí su punto, pero hice caso: subí lentamente las escaleras, con la actitud más normal de siempre, como si se tratase de subir a la recámara para encontrarme con Taylor, sólo que esta vez era distinto, era mucho mejor la sensación, era mucho mejor el presente, la realidad había superado mi más grande sueño en mucho tiempo. Entre las manos llevaba la flor que había cortado del jardín frondoso que mi madre seguía cuidando desde que era un niño, esto estaba funcionando, como si fuese planeado, como si esta fuera ya nuestra rutina. Y al entrar a la alcoba ella estaba ahí: acostada boca abajo con el cabello enmarañado, con los rayos de luz golpeando su espalda desnuda. Lamí mis labios de sólo pensar en cómo podría besarla desde abajo hasta llegar a ese cuello que me hace sumiso.

Alex TurnerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora