¿De nuevo amigos?

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Bajo un árbol de otoño, el sol se filtra entre las ramas, iluminando su rostro, y su sonrisa rosada. Él ríe abiertamente, sin preocuparse del mañana, sin darse cuenta quién lo mira, cantando canciones acompasadas.

Miro sus ojos, color miel, alumbrados por la esfera solar; y ansío -en secreto- quedarme así por siempre, sintiendo sus brazos rodeándome, escuchando su voz a toda hora, verlo ser él mismo, saber que es mío... [.]

–¿Y tú? – pregunta Alex mirando la altura del árbol.

–Me gusta, me gusta este lugar, es muy... solitario – lo miro, pero él no lo hace.

–¿Te gusta la soledad?

–Sólo a veces – respondo quedo – Si es contigo.

Él me mira al fin y sonríe.

–Hace algo de frío, ¿quieres mi abrigo?

–No, quiero que me abraces – me acerco a él, estando acostados sobre hojas secas.

–Hueles a miel – comenta oliendo mi cabello una vez que estamos abrazados.

–Lo sé – sonrío al recordar que siempre ha tenido presente mi aroma – ¿Qué haremos después?

–No lo sé, pensaba ir a un café – miramos el cielo.

–Sí, o quizá ir a caminar... – acaricio su rostro.

–¿Te he dicho que eres hermosa? – yo niego – Pues lo eres, y lo mejor de todo es que eres mi hermosa.

–¿Y yo te he dicho que eres el hombre más guapo que he visto en toda mi vida, a pesar de haber conocido a muchos? – él niega – Pues lo eres, pero... ¿Eres mío?

–Sí lo soy – me besa de sorpresa – Ven, vamos a caminar – se levanta y me extiende su mano para ayudarme a levantar.

Caminamos sobre las hojas, sin preocupación alguna, son las 6:45 de la tarde, y, admito, que a su lado me siento yo misma, sin farsas, sin la necesidad de ser fuerte, a su lado puedo ser sólo una chica más, puedo sentir cómo mi corazón comienza a desvanecer esa pesada nube oscura llamada "pasado", en la cual estuve mucho tiempo encerrada, siendo su esclava, pero con Alex a mi lado... simplemente todo cambia.

–¿Qué te parece probar esta? – me señala una cafetería vieja.

–Pues vamos – entramos.

Nos damos cuenta que es una cafetería rústica, pero que tiene demasiadas cosas por dentro, incluso ropa, él y yo reímos al notarlo. Nos quedamos a recorrer el sitio, hay toda clase de sombrillas, botas de hule, sombreros, lentes, bufandas, y justo hasta la esquina, junto a los grandes ventanales adornados con diminutas luces blancas, están las mesas para ordenar. Alex mira los anillos detenidamente, luego toma unas gafas oscuras.

–¿Cuál te gusta? – pregunto refiriéndome a los anillos.

–Éste – señala uno un poco extraño – ¿Y a ti?

–Um... – miro todos y cada uno, pero prefiero ponerlo a prueba – ¿Tú cuál crees que me guste? – lo observo observando las piezas.

Él entrecierra los ojos, y ve cada detalle de estas pequeñas artesanías, que estoy segura, son hechas a mano.

–Éste – toma uno del mostrador.

–¿Estás seguro? – sonrío.

–Sí – me mira – Dime si no es el que tu elegirías.

–La verdad – hago un gesto no muy convencido que lo desconcierta – Sí, la verdad sí.

Sonrío y le doy un beso en los labios.

Alex TurnerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora