IX

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Qué graciosa era su mamá, siempre lo hacía reír con los cuentos tontos que le contaba, y cuando le hacía cosquillas en la panza, o le daba muchos besos en el cuello.

Le encantaba ver el brillo de sus ojos cuando lo alimentaba, y sujetaba una de sus manitos, hablándole en un tono suave, diciéndole lo mucho que lo amaba, lo hermoso y perfecto que era para ella.

Sólo en sus brazos se sentía tranquilo, protegido, a gusto. A veces cuando no podía dormir solo, bastaba con llamarla, para que ella lo tomara y él así poder dormir con el sonido de su corazón contra su oído.

Ella era paz para él, tranquila, pero él... Era lo que más lo alteraba y ponía de mal humor. ¿Qué carajos estaba haciendo allí?

—M-Ma, ma ¡Ma! —exclamó desde su coche, captando la atención de Rose que estaba terminando de tejer un gorro.

—¿Qué ocurre, mi amor?

Estiró sus bracitos hacia ella, y la rubia sonrió suavemente.

—Dame un momento, Kyle, no puedo tomarte ahora, mami está terminando un gorro.

El niño la observó con el ceño fruncido y luego sollozó con fastidio. No, no podía esperar, ese tipo estaba ya muy cerca, en cualquier momento tocaría la puerta.

—Bebé ¿Qué pasa? —le preguntó preocupada, tomándolo en brazos—. ¿Por qué lloras, Kyle? Mami ya iba a tomarte, sólo estaba por terminar el gorro.

Fue con él hasta el sillón, y lo sentó sobre sus muslos, enseñándole lo que estaba tejiendo.

—¿Lo ves? Sólo falta este poquito más de aquí, y ya está listo ¿Qué te parece? ¿Quedó bonito? —sonrió.

Sí, sí, estaba muy bonito, pero ahora no podía prestarle atención a eso. No cuando estaba a pocos metros de la casa.

Rose miró hacia la puerta cuando escuchó que la tocaban, y Kyle se aferró a la camiseta de ella, para que no intentara dejarlo en el coche nuevamente. La rubia se puso de pie y al momento de ir y abrirla, quedó atónita de verlo allí.

—Rose, mírate nada más, que bonitos están ambos —sonrió.

—¿Q-Qué quieres tú aquí?

Ella se hizo hacia atrás, cuando él dió varios pasos hacia adelante, dejándolo entrar en la casa.

—Quería visitarlos, saber cómo se encuentra mi primogénito —le dijo antes de mirar al bebé—. Kyle, te ves muy bien, estás creciendo muy sano y fuerte.

El niño lo observó con el ceño fruncido, haciéndolo reír.

—Oh vamos ¿Seguirás odiándome por lo que ocurrió? Yo ni siquiera estaba cerca cuando estabas naciendo, era imposible que llegara.

—Ya viste que e-el bebé está bien, vete.

—No seas descortés, Rose. Estoy aquí también para verte a ti —sonrió apoyando una de sus manos en la mejilla de ella—. Me equivoqué al decir que eras una inútil, tú de algún modo comprendiste lo importante que era el agua para el niño.

Kyle lo tomó de la muñeca, y le quemó la piel, provocando que dejara de tocar el rostro de su mamá.

—Oh, ya entiendo —pronunció mirando al niño—. ¿Te sientes celoso de ella, pequeño bastardo? ¿O piensas que eres su dueño?

Rose lo observó desconcertada, abrazando al bebé a ella.

—¿Qué demonios te pasa, maldito desquiciado? ¡Kyle sólo tiene nueve meses!

—Sí, tiene nueve meses de nacido, pero una mente muy despierta. Él no puede hablar aún, pero cuando lo haga, verás que no es ningún niño.

—Es un bebé.

Miró a Rose directo a los ojos y ella quedó en aquel tipo de trance, dejando de sostener al bebé, que cayó sin reparo alguno al suelo.

—Escúchame bien, "Kyle" —masculló tomándolo por debajo de los brazos, poniéndolo a la altura de él—. La hembra es mía, me pertenece, y te guste o no, tú también, ambos son míos.

El niño lo observó con rabia, apretando sus puños. Si tan sólo no fuera tan pequeño, ya estaría haciendo pagar a ese bastardo por como estaba tratando a su madre.

Desvió la mirada hacia Rose, y luego sonrió.

—Creo que su cuerpo ya se ha recuperado, y es la única que hasta el momento comprende como funcionan.

Kyle lo miró confundido, y antes de poder reaccionar, lo durmió. Lo dejó sobre el sillón y luego tomó a Rose del rostro, sonriendo.

—Creo que podría quedarme contigo —pronunció contra sus labios, sin rozarlos—. Ahora que tendrás un nuevo bebé, necesitarás más ayuda.

La besó suavemente, y el cuerpo de ella reaccionó a su roce, correspondiéndole. Era una marioneta en ese momento, él podía hacer lo que quisiera con ella.

Manejarla a su antojo.

...

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