LIV

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Meses después

Observó desde su auto a todos esos humanos reunidos, niños, adultos, ancianos, sintiendo sus corazones latir, sus respiraciones... Contaminando su aire.

"—Áaron, recuerda lo que te dije."

El auto se detuvo y el chófer le notificó que ya debía bajar. El rubio respiró profundo y al momento en que la puerta se abrió, el semblante de su rostro cambió completamente, por una expresión tranquila, serena.

Puso un pie afuera, y sonrió suavemente, comenzando a saludar a todas las personas a su alrededor con las manos.

—Gracias a todos los que han venido —sonrió cálidamente—. Gracias por acompañarme una vez más.

—¡Gracias a ti Áaron por luchar por nosotros!

—¡Gracias a ti mi papá se salvó, Áaron!

—¡Por favor, mi hijo necesita ayuda, Áaron!

Los gritos eufóricos de las personas se hicieron más fuerte, mezclándose los agradecimientos con los pedidos. El rubio observó a las personas, e ignorando a los guardias de seguridad, se acercó a las vallas, sintiendo las manos desesperadas de ellos intentando tocarlo.

—Por favor, mantengan la calma ¿De acuerdo? Todo estará bien. El orden, hace el trabajo más ligero. Por favor, guarden silencio un momento.

Los humanos dejaron de hablar y él sonrió suavemente.

—Perfecto, de este modo podremos escucharnos unos a otros. El respeto es la base de todo. Especialmente para mantener el orden. Ahora, haremos lo siguiente, las personas que necesiten sanación, se pondrán hacia la izquierda, y los que precisen de otro tipo de ayuda, hacia la derecha.

Rápidamente, el tumulto de gente comenzó a organizarse como él les había pedido. Áaron los observó y sonrió.

Eran como un rebaño de ovejas estúpidas y ciegas.

Se acercó a una mujer que cargaba en brazos a una niña pequeña, y apoyó una de sus manos en la cabeza de la infante.

—Cuéntame ¿Qué te trajo hoy aquí?

—Señor Áaron, mi niña está muy enferma —pronunció desesperada, con angustia—. No deja de toser, tiene mucha fiebre, diarrea, y ya no quiere comer. Se está muriendo —le dijo comenzando a llorar.

—Tu hija estará bien —sonrió.

Le acarició suavemente el cabello, y la pequeña comenzó a llorar, antes de dormirse en los brazos de su madre. El color de su piel cambió en ese momento, de un pálido a uno más sano, vivo, y la fiebre desapareció.

—¡Dios mío! ¡La ha curado! Muchas gracias, señor Áaron, muchas gracias —lloró tomándolo de la mano.

Las personas comenzaron a agradarle también, y más exclamaciones de asombro y pedidos empezaron a escucharse nuevamente.

Sí, tendría que seguir jugando al "sanador" un rato más.

***

—Tiene que ser tu hijo —murmuró Rose.

Adrián observó las noticias en la televisión, donde hablaban de un joven muchacho con el "poder de sanación" que estaba ayudando a las personas enfermas, haciéndose rápidamente reconocido mundialmente.

Era un joven rubio, blanco, de ojos verdes y sonrisa cálida, mirada amable y con casi dos metros de alto. Y sí, era un tipo muy guapo, que se parecía bastante físicamente a Adrián.

—No entiendo porqué está actuando de ese modo.

—Tal vez no sea malo, Adrián, quizás está en contra del laboratorio que lo mantuvo cautivo, como tú. Por algo está ayudando a las personas.

—No, esto es parte de su plan.

—¿Pero cómo saberlo? Ni tú, ni Kyle pueden sentirlo, es imposible que sepas si está haciendo esto porque tus creadores lo están obligando, o si es por cuenta propia.

—Rose, nosotros no fuimos creados para esto, para ser simpatizantes con la humanidad.

Ella lo miró a los ojos, con cierta decepción, afligida.

—¿Me sigues viendo del mismo modo entonces?

—No empieces con eso, y conoces perfectamente la respuesta —le dijo con fastidio.

—No, no la sé, porque no estoy en tu cabeza, Adrián.

—Creo que ya te he demostrado que tú eres diferente para mí.

Negó con la cabeza y le dió la espalda, dispuesta a irse de la sala para salir al patio y ver qué estaban haciendo los niños.

El castaño gruñó molesto y se puso de pie, deteniéndola al tomarla de una de sus muñecas.

—¿Por qué estás actuando de este modo?

—Suéltame.

—Quiero que me diga que te pasa.

—¿Para qué? Si tú no puedes entenderlo.

—Rose, tú eres importante para mí, eres diferente a los demás humanos.

—Claro, porque fuí quien parió a Ariadna.

La volteó, mirándolo molesto.

—Deja de decir estupideces, después de todo, estoy aquí contigo.

—Porque no tienes nada mejor que hacer, cuando te aburras, te irás de aquí.

—¿En serio crees eso? ¿O sólo lo estás diciendo por molesta?

Rose lo observó con el ceño fruncido, y luego se soltó de su agarre.

—Tengo mejores cosas que hacer.

Adrián respiró profundo y la siguió por detrás, deteniéndola una vez más en la puerta de salida, para girarla de un rápido jalón y apresarla entra la puerta y su cuerpo.

—Rose, no me pongas a prueba —le dijo tomándola del rostro, acercándose peligrosamente a ella—. Sabes que no voy a reaccionar bien si me sigues provocando.

—Yo no te estoy haciendo nada, todo te lo estas inventando en tu cabeza —siseó molesta, mirándolo fijo también.

—¿Sí? ¿Quieres que entre a tu cabeza para comprobar si es real o no?

La rubia desvió la mirada y Adrián la soltó, aún sin poner distancia entre el cuerpo de ambos.

—Sabes que eres especial para mí, y no sólo por haber engendrado a Ariadna... Tú me gustas de verdad, y antes de haberme ido aquella vez, yo quería intentarlo contigo.

...

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