XLVI

18.7K 1.7K 172
                                    

"—N-No, no por favor, no te vayas, no me dejes —le pidió llorando—. Tengo miedo, no te vayas.

La observó, indiferente.

—¿Miedo? ¿De qué?

—¿Cómo qué de q-qué? ¿Cómo piensas que c-cuidaré sola de un bebé? No puedes dejarme en este momento cuando más te necesito —sollozó—. No me hagas esto, por favor.

—Las mujeres fueron creadas para eso, parir.

Lo miró con tristeza, decepción, angustia.

—Te di un lugar en mi casa cuando no tenías donde quedarte, cuidé de ti, y-yo... Me enamoré de ti, ¿Y así me pagas? ¿Sólo por eso estuviste conmigo? ¿Para dejarme embarazada?

—Karen, yo no te pedí nada, tú lo hiciste porque quisiste.

Negó con la cabeza al escucharlo, sintiendo como su corazón se partía con su indiferencia. ¿Qué tan frío se podía ser?

—¿Entonces esto es todo? ¿Te irás para no volver? ¿Me dejarás con la carga de un hijo que YO NO PEDÍ?

—Quizás si es un buen muchacho, vuelva alguna vez —sonrió levemente."

Desde que se había ido de su vida, la misma se había vuelto un calvario. Traer al mundo a ese pequeño ser no sólo había sido muy difícil, y casi acabado con su vida, sino también criarlo.

Jonathan no era un niño normal, y eso era algo que había logrado aceptar durante el embarazo, ya que a veces solía escuchar su voz dentro de su cabeza... Durante varios meses había creído que se estaba volviendo loca por el mismo motivo.

Su hijo tampoco era bueno, y es lo que más le dolía aceptar. Al parecer, el niño no sentía culpa, no sabía que era la empatía, y le causaba placer causar daño.

En seis años, ya había perdido la cuenta de la cantidad de veces que se habían mudado, debido al mal comportamiento de Jonathan, quien ni siquiera podía asistir a la escuela, ya que era un peligro para los demás niños.

Desde los cuatro años había comenzado a maltratar animales, hasta asesinarlos. Y ahora con seis, había herido de gravedad a uno de sus vecinos.

Por supuesto que nadie sabía que le había pasado al pequeño, simplemente lo habían encontrado en muy mal estado. Pero Karen sabía muy bien que había sido su hijo, él había querido asesinar al infante.

—¡Me encanta el helado de limón, mamá! —sonrió, llevándose una gran cucharada a la boca.

Karen lo observó por el espejo retrovisor en silencio, por unos segundos, mientras continuaba conduciendo.

—Hoy estás muy callada, estás seria ¿Qué ocurre?

—Nada.

—Vamos mami, cuéntame. Sabes que puedes hablar conmigo —sonrió.

—No estoy de humor, Jona.

El niño la miró, sonriendo, continuando con su helado.

—Mami ¿Quieres que entre a tu cabeza? Será mejor que me digas en que piensas, o te dolerá mucho.

La castaña apretó los dedos en el volante, estremeciéndose.

—E-Eso que hiciste... No estuvo bien, Jonathan.

—¿Qué cosa?

—Dañar a ese niño.

—Mm ¿Por qué?

—Porque no está bien dañar a las personas, herirlas, torturarlas. ¡Por Dios, Jonathan! ¡Sólo tenía tres años ese niño!

—Era un estúpido bastardo, un humano sin futuro. Piénsalo de este modo, mami, le evité una patética y vacía existencia al momento de terminar con su vida. Los humanos son inútiles, inferiores, la mayoría no cumple una función necesaria en el mundo, sólo están para consumir recursos y contaminar. Es normal deshacerse de los excedentes —sonrió—. Como cuando haces un pastel, y se revalsa. Es necesario limpiar los excedentes para que luego quede perfecto.

—Estás comparando humanos con masa ¿Te das cuenta la falta de-?

—Bla, bla, bla, la empatía y eso, ya aburres con eso, mamá —pronunció indiferente, rodando los ojos—. La empatía no es real, es sólo el miedo que les inculcaron para reprimirlos a través de la culpa. ¿Por qué limitarse a hacer las cosas que nos gustan?

—Porque estás dañando a otras personas ¡Atentas con la integridad y la vida de los demás!

Lo pensó por un momento, comiendo un poco más de helado.

—Sabes, ma, tú terminaste de este modo por ser empática ¿No es así? Te encontraste con un tipo perdido por la ciudad, que no tenía donde quedarse, y tú le diste un lugar en tu hogar. Lo mantuviste durante meses, le-

—Basta, Jonathan.

—Le cocinabas, lo atendías, lo complacías en todo los sentidos, hasta en la-

—Suficiente dije.

—Cama, porque incluso le dabas sexo a cambia de nada. Por qué ¿Cuándo te retribuyó él?

—Cierra la boca.

—¿Y a dónde te llevó la empatía? A quedar embarazada y criar sola a un niño, porque el tipo te abandonó. Que patética —pronunció sonriendo, antes de comenzar a reír—. Te hizo el cuento de que te amaba, y le creíste, que estúpida eres, sólo tú pudiste caer en algo tan simple y básico.

Frenó de golpe, con los ojos cubiertos de lágrimas, y se bajó del auto.

—Mami ¿A dónde vas? Regresa al auto.

Karen comenzó a caminar, alejándose del auto.

—Mamá, sube al auto, deja de hacer estupideces, ya estás grande para berrinches, eso déjamelo a mí —sonrió—. Que soy un niño.

Y al ver que su madre no volvería y se estaba alejando cada vez más, dejó de sonreír, frunciendo el ceño.

—¡Que regreses, maldita perra estúpida! —gruñó levantando su mano, deteniendo el paso de ella—. ¿Quién carajos te crees que eres para abandonarme, humana patética? Tú fuiste escogida para mí cuidado y desarrollo, que no se te olvide.

El cuerpo de Karen se giró en el mismo lugar, y comenzó a caminar hacia el auto nuevamente, con pasos torpes y erráticos, hasta regresar y entrar en él.

Se sentó en el asiento del conductor y el niño endureció sus faccion, haciéndola gritar por el dolor agudo en su cabeza que apareció en ese momento.

—Que sea la última vez que me desobedeces ¿Oíste? La próxima no seré tan piadoso, estúpido animal en dos patas ¿Quien carajos te crees que eres para contradecirme? ¡Arranca de una maldita vez!

Salió de su mente, y puso el auto en marcha, llorando, temblando, sintiéndose tan agotada.

—Ya no quiero esta porquería, todo los arruinas, Karen —masculló arrojando el helado por la ventanilla—. Y después porque te abandonan, si no sirves para nada.

...

Nueva Especie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora