XXVI

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"Tengo miedo, Kyle, tengo miedo que mi papá no regrese."

"Mejor si no vuelve, él es un maldito enfermo. Daña a cualquiera que esté cerca, ojalá se quedé por ahí y le cague la vida a alguien más."

"N-No digas eso porque yo lo quiero mucho, es mi papá."

Kyle observó a la bebé, y la niña tenía los ojos cristalizados, al borde de las lágrimas.

"Si lloras, preocuparás a mamá, así que mejor te calmas."

"Es que... Me duele que mi papá se haya sido y aún no regrese."

Hipó, haciendo un mohín, observando a su hermano mayor con tristeza.

"No quiero que se vaya lejos, yo quiero que esté conmigo también. Yo lo quiero mucho, es mi papá, Kyle."

"Sí, ya entendí esa parte. De seguro luego vuelve, al enfermo le encanta jodernos la vida."

"Kyle."

La miró nuevamente, y luego desvió la mirada. Seguía con sus ojitos llenos de lágrimas, y ella era... Tan bonita, tan tierna, que era imposible no sentir pena por Ariadna.

Se acostó a su lado y la abrazó, dándole unas palmaditas en la espalda.

"Ya, tranquilízate, no llores."

Rose entró a la habitación, con el biberón de Kyle ya hecho, y sonrió con ternura al ver a su hijo mayor abrazar a su hermanita.

—Que preciosos hijos tengo —sonrió, sentándose en la cama—. Mi bebé es el mejor hermano mayor de todos. ¿La quieres mucho a tu hermanita?

La pequeña miró a Kyle, esperando a que el niño respondiera.

—Dale un besito a la bebé, mi amor, dile que la quieres.

Y él haría cualquiera cosa por su mamá. Le dió un beso en la frente a Ariadna y luego gateó hasta su madre, quien lo tomó en brazos.

—Mi bebé más grande, no puedes más de tierno, amor —pronunció con dulzura, abrazándolo a ella, besando suavemente sus mejillas—. Te amo mucho Kyle, a los dos los amo mucho.

Le dió su biberón y luego lo acostó sobre un almohadón, acostándose ella al lado de ambos, para también darle le comer a Ariadna. Cuando se había ido de la habitación, sólo Kyle estaba despierto, pero al parecer la pequeña lo había hecho también en ese momento.

—¿Tú también tenías hambre, princesa? —sonrió, acariciando una de sus mejillas, mientas la bebé la miraba atenta, prendida a su pecho—. Mi pequeña Ariadna, mami te extrañó tanto esos días que estuvimos separadas. Sólo pensaba en ti, y en qué quizás tenías hambre, que no podías dormir —le contó en un tono suave, acariciando su carita—. Estaba tan preocupada por tí, bebita.

La niña sólo se limitó a mirarla atenta, tomándola de uno de sus dedos. Su progenitora parecía sincera, al parecer también la amaba tanto como a Kyle.

***

No sabía que hacer, ni que sentir, ni como actuar. Se sentía... Sobresaturado con la situación, estaba tan nervioso, que incluso su cuerpo estaba expresando lo mal que lo estaba pasando.

Debía tranquilizarse, no podía perder el control de su vida por una simple discusión. Pero es que él no estaba preparado para eso, él ni siquiera sabía cómo debía actuar en primer lugar.

Su crecimiento, durante todo su desarollo, lo único que había recibido de sus cuidadores, habían sido órdenes a través de malos tratos y experimentaciones.

No sabía lo que era una familia, cuidar de criaturas, ni como actuar. Llevaba un poco más de año y medio libre, y era mucho por aprender, entender... Nadie le había enseñado nada, más que maltratos, estaba aprendiendo solo.

Y lo primero, y único que tenía, lo había dejado... Ariadna había elegido quedarse con su madre, ella era más importante que él.

Rose, ahora sabía que a Rose le atraía físicamente ¿Qué se suponía que debía hacer? Él no era humano, no quería vivir como uno de ellos ¿Pero cómo se adaptaría sino? Si no lo hacía, estaría eternamente solo, ya que no había otro como él en el mundo.

¿Debería volver? ¿Hablar con Rose? ¿Pedirle... Disculpas? Eso es lo que hacían los humanos cuando dañaban a otro, pedir perdón. Pero él no sentía culpa, no podía hacerlo.

Tal vez, por más que no lo sintiera, ella apreciaría ese gesto.

Suspiró y se pasó ambas manos por la cabeza. Su mente era un desastre en ese momento, tenía tantas dudas y ninguna respuesta segura a nada.

Regresar debía hacerlo, ya que Rose necesitaba alimentos, y ella sola con los niños no podría salir a buscarlos. Su hija necesitaba nutrirse bien, era su responsabilidad que Ariadna recibiera una buena alimentación a través de la leche de Rose.

Se puso de pie y entró nuevamente a la camioneta. Pasaría por la ciudad, compraría suficientes víveres, y regresaría hasta la casa de la rubia.

Tal vez ella terminaría por echarlo, o intentar alejarlo de Ariadna. Pero quisiera o no, la rubia necesitaba de su ayuda.

...

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