LXI

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Bostezó, mientras abría la puerta de la habitación con una mano, ya que en la otra llevaba una bandeja con el desayuno para Rose. Se sentó en la cama, dónde la rubia estaba durmiendo abrazando la almohada, y dejó la bandeja sobre la mesa de noche.

—Ey, despierta —le dijo acariciándole la espalda.

La rubia se quejó bajo, al sentir el tacto de él sobre su piel e intentar girarse hacia su lado.

—¿Te duele el cuerpo? —le preguntó divertido.

—Sí —murmuró con los ojos cerrados.

Se inclinó sobre ella, sonriendo.

—No debiste saltar de ese modo, Rosie. Ves que no eras tan tímida ni santa —susurró contra su oído, antes de darle un beso rápido en la mejilla y reincorporarse.

Se puso de pie y fue hasta el armario de ella, buscando algo de ropa.

—Deberías levantarte ya, tus hijos en cualquier momento despertarán —le dijo tomando un pantalón y una camiseta.

Rose respiró profundo y se giró en la cama, para quedar boca arriba y después con algo de dificultad, sentarse.

—¿Qué hora es? —le inquirió pasándose una mano por el rostro, sintiendo que se le partía la cabeza.

—Las siete.

—Demonios, ya es muy tarde, debo despertar a los niños para ir a clases.

—Primero debes desayunar, luego tomar un baño, y después de eso si quieres ve a despertarlos —le dijo con simpleza mientras le dejaba la ropa sobre la cama.

Intentó salir de la cama, y sintió una punzada en la parte baja de su espalda, impidiéndole moverse, gimiendo bajo.

—¿Qué pasa? ¿Qué tienes?

—Me duele mucho, no puedo enderezarme.

—¿Eh?

—Puta mierda —jadeó acostándose nuevamente en la cama, sintiendo aquel dolor agudo en su espalda baja.

—No fui, no fuimos —se corrigió rápidamente—, tan bruscos anoche.

—No puedo sentarme, tendrás que llevar a los niños tú.

—¿Qué? No, ni en sueños.

—Adrián te estoy diciendo que no puedo moverme ¡Deja de ser tan egoísta! Es un maldito favor el que te estoy pidiendo.

Desvió la mirada, con molestia.

—Okay —murmuró.

—Ve a despertarlos, diles que ya se hizo tarde.

—No querrán ir si tú no te sientes bien.

—Yo hablaré con ellos para convencerlos, ve.

—¿Y se supone que debo llevarme a Elías también? —preguntó con fastidio.

—Por supuesto ¿Cómo pretendes que cuide del bebé en este estado?

***

Observó la casa desde afuera, y luego decidió entrar, sabiendo que no había nadie más allí, a excepción de esa mujer, que por alguna extraña razón, no se sentía como una humana, había algo excepcional en su presencia.

Se dirigió hacia la habitación de dónde provenía la presencia de ella y observó a la mujer rubia durmiendo en su cama, provocándole un sueño más profundo aún.

—Vaya, parece que en tu interior estás nuevamente alojando un ser —pronunció acercando una de sus manos sobre el vientre de ella—. Y esta criatura es diferente a las demás, porque tú lo eres ahora.

Apoyó en la cama un maletín que había llevado con él y lo abrió, sacando unos utensilios de su interior. Tocó su vientre bajo con sus dedos, y luego hizo una pequeña incisión, introduciendo un instrumento metálico y largo en él.

Con su mano libre tomó un pequeño tubo de vidrio y luego de unos minutos, colocó algo en su interior, algo que había sacado del cuerpo de aquella mujer, para luego cauterizar la herida, sin dejarla con marca alguna.

Al tubo lo guardó en una caja especial, y miró por última vez a la joven rubia.

—No necesitamos a más como tú, fuera de nuestro poder. Lo mejor, es que no puedas reproducirte —le dijo apoyando su mano sobre el vientre de ella una vez más, antes de irse.

***

Observó a su hijo menor por el espejo retrovisor y luego gruñó bajo. No le gustaba tener que cuidar de los niños, le fastidiaba enormemente, pero ahora que Rose no se sentía bien, no tenía opción.

—Oye ¿Tú no entiendes nada, no?

Elías miró a su padre y luego sonrió, enseñándole su peluche de auto. Adrián rodó los ojos y continuó conduciendo. Él ni siquiera actuaba como un niño de dos años, sino como un bebé de meses.

Quizás el niño presentaba algún tipo de retraso madurativo... Tal vez era por la cantidad de hijos que había tenido.

Es por eso que no podía permitirse tener nuevos con hijos con Rose, ni con ninguna mujer. No le había dicho nada a la rubia, pero durante uno de sus encuentros en la noche anterior, uno de los condones al momento de sacarlo, estaba goteando.

Dudaba realmente haberla dejado embarazada, ya que él no estaba teniendo sexo con ella con ese objetivo, pero de todos modos le había comprado unas píldoras de emergencia, junto con los analgésicos para el dolor de su espalda.

No tenía porqué pasar a mayores, ni traer más niños retrasados al mundo tampoco.

...

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