XXIV

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La vio salir de la habitación, donde ella dormía con los niños, y abrió los ojos con cierta sorpresa, antes de volver a su rostro inexpresivo.

—A-Ah, ya estás despierto también —pronunció apenada, cubriéndose los pechos, mientras iba hacia la cocina.

Tenía una camiseta de tirantes, pero sus pechos estaban tan cargados de leche, que apenas y los cubría.

Buscó en una de las alacenas un saca leche manual que había comprado cuando Kyle aún tomaba teta, y al girarse, observó aturdida que Adrián también estaba allí.

—¿Para qué es eso?

—T-Tengo mucha leche, desde que Ari comenzó a tomar teta, los pechos se me empezaron a cargar mucho, y ahora la bebé ni llega a terminar de vaciarlos, que ya se llenan. Y para cuando despierta, ya los tengo nuevamente llenos. Esto no me había pasado antes con Kyle.

—Tu cuerpo sabe que Ariadna necesita alimentarse bien —le explicó sentándose en una silla—. Ella al parecer no se estaba nutriendo cómo necesitaba con la fórmula, es por eso que tu cuerpo está produciendo tanta leche.

—Antes la hubiese podido aprovechar con Kyle, pero él ya no quiere tomar teta. Creo que no le agrada la idea de compartir con su hermanita —sonrió.

—No, a él no le agrada para nada la idea de tener a Ariadna cerca, sólo finge tolerarla porque tú estás aquí —pronunció serio.

Rose frunció el ceño al escuchar aquello, molesta, y pasó por su lado. Claro que eso no era verdad, sabía que Kyle era celoso, pero él quería a su hermanita también.

Y antes de que la rubia saliera de la cocina, Adrián la sujetó de la muñeca, deteniéndola, causando que se estremeciera por su tacto.

—¿A dónde vas?

—A la habitación a quitarme la leche.

—No, quédate aquí, quiero ver cómo lo haces.

—¿Q-Qué?

—Eso que oyes, quiero ver cómo se hace.

—¡Por supuesto que no lo voy a hacer frente a ti! —exclamó avergonzada.

Adrián arqueó una ceja y se puso de pie, parándose frente a ella. Rose levantó la cabeza, mirándolo. Tenerlo de ese modo, le recordaba lo bajita que era ella en comparación de él.

Lo pequeño y frágil que era su cuerpo, en comparación del de Adrián.

El castaño la miró a los ojos, y la respiración de ella se aceleró.

—¿Qué te pasa?

—No lo sé —pronunció en un hilo de voz, sin poder de dejar de ver sus ojos azules—. Sólo... No me hagas daño.

—Nunca he hecho daño, Rose.

—¿No? ¿Estás seguro? —le preguntó con rabia, angustia, sintiéndose tan impotente—. ¿Embarazarme dos veces contra mi voluntad no lo fue? ¿Llevarte a mi hija apenas nacida tampoco?

—No fue contra tu voluntad, siempre estuviste de acuerdo de estar conmigo.

—¿Cómo puedes seguir diciendo lo mismo, Adrián? ¡Yo ni siquiera estaba consciente!

—Exacto, como ya te lo dije, que no lo recuerdes, no quiere decir que no haya sido así.

—Estás enfermo.

—¿Quieres recordarlo?

—No, tú no me harás recordar, tú meterás pensamientos en mi cabeza a tu favor, para hacerme creerme que fue así.

—Okay, piensa lo que quieras. Pero yo no gano nada mintiendo con eso, yo no empatizo, Rose, no tengo necesidad de hacerte creer que fue consensuado para que tú no te sientas abusada, después de todo, yo no siento culpa.

—No, porque eres un psicópata —murmuró con lágrimas en los ojos, sin dejar de mirarlo.

—Piensa lo que quieras de mí, a mí no me molesta. Pero si algo no soy, es un mentiroso, siempre he cumplido lo que he dicho.

Lo miró y luego desvió la mirada.

—Suéltame, quiero hacer esto antes de que los niños se despierten.

Adrián la soltó y ella le dió la espalda, saliendo de la cocina. ¿Qué es lo que realmente le pasaba? No quería entrar en la mente de Rose para saberlo, ya que de seguro Kyle se despertaría en ese momento, impidiéndolo.

Ese niño tenía una gran conexión con su progenitora, y siempre estaba pendiente de ella, especialmente ahora que él estaba viviendo con ellos.

Pero, tal vez podía hacerlo por unos segundos, para saber que es lo que realmente le afectaba a Rose.

Cerró los ojos, y se metió en su mente, sintiendo lo que ella estaba experimentando en ese momento. Tristeza, rabia, impotencia, frustración... ¿Por qué tantos sentimientos negativos? Debería estar feliz de que le hubiese llevado a su hija, de que le estuviera permitiendo vivir con ella.

Bueno, obviamente no lo hacía por Rose, lo hacía por Ariadna, ya que la bebé la necesitaba para alimentarse correctamente. Desde que estaban viviendo con ella, la pequeña no había vuelto a sufrir de cólicos.

No había creído que la leche materna fuera tan importante para un correcto-

Abrió los ojos en ese momento, atónito. ¿Qué? ¿Ella...?

Salió de la cocina y fue hasta la habitación, entrando sin cuidado alguno, tomando por sorpresa a la rubia.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué entras sin-?

—Tienes sentimientos por mí —la interrumpió, igual de aturdido que ella al escuchar aquello.

Sí, obvio que tendría sentimientos por él, por todo lo que le había hecho pasar, pero jamás creyó que ella pudiese llegar a sentir atracción por él.

...

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