VIII

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—Meses después—

No podía buscar un trabajo, porque no tenía con quién dejar al niño, y no podía dejarlo con cualquiera tampoco. Una guardería no era una opción.

Y sabía que con el bebé tampoco la aceptarían en ningún lugar. Es por eso que se las había arreglado para vender ropa tejida. Cuando era pequeña, su abuela le había enseñado a tejer, y jamás creyó que podría sacarle provecho a aquello.

Ahora en invierno, era una buena iniciativa para vender ropita para los más pequeños, y para los adultos también, cómo bufandas, gorros, guantes, y suéteres.

No tenía muchos clientes, pero su hermoso modelo le había ayudado a conseguir sus primeras ventas.

—¿Tienes hambre, mi amor? —sonrió observando al bebé en su silla de comer, mordiendo su puñito.

Kyle le sonrió antes de balbucear, haciéndola sonreír con ternura. Lo tomó en brazos y repartió varios besos por sus mejillas y rostro.

—Como te amo, príncipe mío ¡Mi niño perfecto!

El pequeño castaño sonrió y luego Rose volvió a dejarlo en su silla, para terminar de preparar su almuerzo. Kyle ya tenía ocho meses, y había comenzado a comer algunos sólidos, como papillas.

Su madre era muy bonita, siempre tan atenta, amoroso y graciosa. Lo hacía reír mucho, lo amaba demasiado, y eso era algo que a él le hacía sentir bien.

Le gustaba que su progenitora lo amara y se lo demostrara, no sólo lo dijera. Le hacía sentir bien.

Rose se acercó a la silla del bebé, y le dió de comer un poco de papilla, sonriendo al ver cómo el niño tragaba sin siquiera hacer el intento de masticar.

—Despacio, amor, no quiero que te ahogues.

***

Sus crías ya estaban naciendo, era tan emocionante sentir como todas esas nuevas vidas estaban por llegar al mundo. Su descendencia perfecta, única, la especie sup-

Frunció el ceño, al sentir que algo no estaba saliendo bien con uno de los nacimientos. Cerró los ojos, metiéndose en la mente de la portadora, sólo unos segundos, porque ella murió en ese momento.

¡¿Qué demonios?! ¡No había soportado el parto! Ni ella, ni la estúpida criatura.

Buscó a las demás, confundido... ¿Qué estaba pasando?

No podían ser tan inútiles de no saber cómo dar a luz a los niños ¡Qué humanas más imbéciles!

Y ni hablar de las criaturas estúpidas que no se comunicaban con sus portadoras.

Gruñó de rabia al saber que tendría que visitar a las humanas para ayudarlas a parir, y entonces recordó a su primogénito. ¿Rose y él estarían bien? Intentó buscarla a ella, pero como lo imaginaba, no podía localizarla.

Ella ya no tenía al bebé en su interior.

Buscó a su hijo, y al intentar meterse en su mente, se sorprendió de encontrar una barrera.

Arqueó una ceja, antes de sonreír divertido. ¿El maldito imperfecto lo estaba bloqueando?

***

Ese imbécil de su progenitor había querido entrar en su cabeza, causándole jaqueca. ¿Qué demonios quería? Sí después de todo los había abandonado, e ignorado cuándo más lo había necesitado.

Se estaba asfixiando en el vientre de su madre cuando no podía nacer, y aún sabiendo que él estaba sufriendo y desesperado, no había querido ir a ayudarlo.

Jamás creyó que pudiese sentir tanto odio hacia otro ser como con su progenitor.

—¿Qué ocurre, mi amor? ¿No te sientes bien? —le preguntó preocupada Rose al ver que el niño no dejaba de llorar.

Y aquello era raro, Kyle no lloraba nunca.

Lo tomó en brazos y le dió un beso en la frente, comprobando que tenía temperatura.

—Hijito tienes fiebre —pronunció afligida—. Un baño ¿Qué te parece, bebé? El agua siempre te hace bien.

Kyle dejó de llorar y apoyó su cabeza contra el pecho de su madre. Al fin ella comenzaba a entender que él necesitaba el agua para poder suplir sus necesidades básicas.

Rose cargó la bañera del bebé con agua tibia, y luego le quitó la ropa, viendo como el pequeño se desesperaba para meterse en el agua.

Lo sentó, y suavemente comenzó a mojarlo con una esponja, sonriendo aliviada al ver cómo el bebé se calmaba. La temperatura había bajado en cuestión de minutos, y Kyle ya se veía más relajado y risueño.

—¿Se siente rica el agua, mi amor?

La miró y luego sonrió, sacudiendo sus manitos sobre ella, salpicándola, haciéndola reír.

—Mi pequeño hermoso y perfecto —le dijo abrazándolo, besando su cabeza—. Perdón por no entenderte rápido, hijo, prometo la próxima vez hacerlo mejor. El agua es muy importante para tí.

El niño se aferró a la ropa de ella y cerró los ojos. Claro que la perdonaba y la entendía, su mamá era humana, no podía comprenderlo tan fácilmente.

Y aún siendo diferente a él, ella se esforzaba por darle lo mejor, y hacer las cosas bien... Es por eso que la amaba también.

...

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