PROLOGO

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Soy Karol, puedo decir que soy una chica medio normal, me considero divertida o bueno eso es lo que yo pienso, sé que al principio puedo parecer odiosa, pero eso es cuando me están conociendo después me vuelvo demasiado sociable y sobreprotectora cuando quiero realmente a alguien. 

Siempre he sido más de observar que de participar. Mis amigos lo saben, soy como un gato, independiente y un poco distante. Me gusta mi burbuja, mi mundo de libros y tranquilidad. Los problemas de los demás, aunque me afecten un poco, los veo como algo lejano, como una película que no me involucra del todo.

No suelo ser de muchos amigos, pero los pocos que tengo los cuido con mi vida, estoy en primer año de universidad, me gusta leer mucho, y suelo pasar desapercibida en todos lados, no me preocupo por los problemas de los demás, realmente no suelo darles importancias a problemas ajenos, siento que es meterme en lo que no me importa y seria llamar mucho la atención.

Por fuera parezco fría y despreocupada, pero por dentro soy un volcán a punto de erupcionar. Siento una extraña mezcla de curiosidad y miedo hacia las emociones intensas. Quiero conectar con la gente, pero al mismo tiempo tengo miedo de involucrarme demasiado. Es como si tuviera un muro invisible que me protege, pero que a veces me aísla.

Soy como un fantasma que deambula por los pasillos de la universidad. Me gusta ser invisible, observar a los demás sin ser vista. A veces me pregunto si estoy viviendo mi propia vida o la de los demás. Es como si fuera una espectadora en mi propia película.

Necesito tener el control de mi vida. Los problemas ajenos me generan una sensación de caos que no puedo tolerar. Prefiero mantener las distancias y así evitar cualquier tipo de complicación. Es mi forma de protegerme de salir herida.

Nunca imaginé que una simple notificación pudiera sacudir mi mundo de esta manera. Sentí como si alguien hubiera abierto una ventana en mi alma y de repente todo se viera bajo una nueva luz. Era una mezcla de emoción y miedo, como si estuviera a punto de lanzarme al vacío sin saber qué me encontraría al final.

Esa noche, mi vida dio un giro de 180 grados. Fue como si alguien hubiera pulsado el botón de 'rebobinar' y mi historia comenzara a escribirse de nuevo. Nunca pensé que me vería envuelta en algo así, pero a la vez, sentía una extraña sensación de libertad, como si finalmente estuviera viva.

Comenzaría a hacer cosas que jamás pensé, este simplemente mensaje me trajo grandes problemas, comencé sin querer a meterme en asuntos que no eran de mi incumbencia, pero gracias a también a ese mensaje conocí grandes amigos y comencé a experimentar el amor.

Era como si hubiera caído en un sueño del que no quería despertar. Cada mensaje que recibía era una dosis de adrenalina pura. Mi corazón latía a mil por hora y sentía una extraña conexión con esa persona a la que nunca había visto. Era como si nos conociéramos desde siempre, como si nuestras almas estuvieran destinadas a encontrarse.

Algo que jamás había sentido en mis 22 años, bueno... no es que nunca haya sentido amor, pues quiero a mis padres y a mis amigos, digo ese amor de pareja, a pesar de que no veía su cara, que no sabia con quien me comunicaba, mis sentimientos comenzaron a tener fuerza, quería protegerlo todo el tiempo, quería saber de él a cada minuto, sentía que hacíamos una excelente pareja, comencé a sentir que era mi complemento ideal... 

¡Si! Sé que suena cursi, pero eso era lo que sentí.

Nunca había sentido algo así. Era una mezcla de euforia y ansiedad que me consumía por completo. Quería saber todo de él, cada detalle de su vida. Era como si estuviera atrapada en una montaña rusa emocional, subiendo y bajando sin control.

Cada mensaje que recibía de él me aceleraba el corazón, cada palabra que decía me hacia ir al cielo y volver, en medio de ese infierno que comencé a vivir sola, porque no fui capaz de contarle nunca a mis padres lo que me estaba pasando.

Por un lado, estaba aterrada. 

¿Qué estaba haciendo? 

Me estaba metiendo en problemas que no me correspondían. Pero por otro lado, sentía una alegría que nunca antes había experimentado. Era como si estuviera viviendo una doble vida, una parte de mí quería salir corriendo y otra quería quedarme atrapada en ese mundo virtual.

Sabía que no era racional, que estaba siendo demasiado impulsiva. Pero no podía evitarlo. Era como si una fuerza más grande que yo me estuviera arrastrando hacia él. Me sentía como una adolescente enamorada por primera vez, a pesar de mis 22 años.

Era como si hubiera descubierto un nuevo continente, un lugar lleno de misterios y emociones desconocidas. Me sentía pequeña y perdida, pero al mismo tiempo infinitamente grande y llena de esperanza.

Decidí manejar por mi cuenta este asunto, sabia que era mi culpa... nadie debe contestar mensajes de un extraño, aunque se que me estoy contradiciendo... pero ¿Quién no lo hace en esta vida? ¿Quién no dice una cosa y termina haciendo otra? ¿Quién dice que se conoce a la perfección y cuando se le presenta alguna situación que no sabe como manejar cambia totalmente? Y sobre todo ¿Quién no hace hasta lo imposible por salvar a un amigo que lo necesita? Se que dije que no soy de las que suelen meterse en los problemas ajenos, porque eso es llamar mucho la atención, y siendo aun mas que son unos desconocidos, pero a medidas de que los fui conociendo uno a uno, se fueron ganando mi corazón y dejaron de ser completos desconocidos para volverse unos grandes amigos.

No lo voy a negar... 

Me sentía como una niña pequeña que había roto su juguete favorito. Sabía que me lo había buscado, que no debía haber respondido a ese mensaje, pero no podía evitar sentirme culpable por lo que estaba pasando. Era como si me estuviera castigando por haber sido tan ingenua.

Lo que no tenia claro era en la magnitud de lo que me estaba metiendo, lo que tome por juego, se volvió una de mis peores pesadillas, querría desparecer de la faz de la tierra, lloraría largas noches, me entrarían cuadros de ansiedad y tendría muchos sentimientos encontrados en cada situación que se me presentaría. 

Me di cuenta de que había cruzado una línea que no debía haber cruzado. Sabía que estaba siendo hipócrita, que había dicho que no me metía en problemas ajenos y ahí estaba yo, en medio de un lío enorme. Pero, ¿Quién puede decir que siempre hace lo correcto? Todos somos humanos y cometemos errores.

Debo aceptar que... Al principio, me sentía emocionada por esta nueva aventura. Pero poco a poco, la emoción se fue transformando en miedo y angustia. Me di cuenta de que había subestimado la situación y que las consecuencias eran mucho más graves de lo que había imaginado.

Los que antes eran mis amigos, ahora se habían convertido en mi única esperanza. Pero la culpa me hacía sentir como si no mereciera su ayuda. Me sentía atrapada en una red de mentiras y no sabía cómo salir.

¿Cómo fue que malditamente me metí en esto? 

NOTA:

Si por cosas de la vida has llegado a esta historia, quiero hacer unas advertencias: 

1. No confíes en nadie. 

2. No confíes en nadie. 

3. Desconfía de todos. 

4. Podría ser el que menos crees. 

 

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