II. 8. Bérkov y Walter Xi

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Dicen que las mujeres crecen un poco antes que los hombres, y es un poco verdad. Pero en diferentes lugares la gente también madura distinto, y me parece que en el Territorio las personas llegan a la adultez cuando en otros lugares, como el Sector Británico, serían unos niños.

Wanda y Petra son adultas para mí. Aunque tengamos la misma edad, no tengo mucho en común con ellas y me siento más cerca de Sierra o de Ms. Roca, que son unos viejos, que de ellas. Pero Max es como si tuviera mi edad, aunque seguro es dos años menor. Por eso me preocupo de que se acueste al lado mío en la cama. Para usarlo como una barrera contra Petra, especialmente. Una buffer zone, igual que la Franja.

Petra y Wanda se duermen enseguida. Yo no. Eso no tiene nada que ver con el cansancio. Si fuera por cansancio yo me habría dormido antes que nadie, pienso. El tema son los nervios. Tengo demasiados nervios y ansiedad para dormirme.

–Max –digo muy bajito–. ¿Te dormiste?

–Sí –dice él–. No hables, a las chicas no les gusta.

–Tengo que ir a General Acha. ¿Vos sabés cómo llegar?

Él se pone de costado sobre su hombro y me enfrenta. Estamos bajo la sábana. Pienso que eso va a silenciar un poco el ruido que podamos hacer. Le hago señas para darle a entender que nadie nos escucha. Petra y Wanda están roncanco, no hay peligro por ese lado.

–¿Qué necesitás en Acha?

Pienso en que podría contarle toda la historia, desde el corazón fallado de mi hermano Jairo hasta que papá se vino al Territorio para conseguirle uno de repuesto. Que papá dejó de dar señales, pero ya tenía el corazón en un freezer. Que la última persona que lo vio es un señor de pelo muy blanco que se llama Roth, en Acha. Pero me parece muy largo contar todo eso.

–Tengo que encontrar a alguien.

Y pronto me viene una intuición muy fuerte, o será un recuerdo que había olvidado.

–¿Dónde tiene Bérkov su laboratorio?

Max levanta la cabeza para sacudirla. Creo que le da impaciencia que alguien mencione a Bérkov, que a él no le parece una persona tan importante.

–Bérkov ya pasó de moda. Ahora es como un lacayo de Walter Xi. Es un perro faldero. Xi tiene las ideas y Bérkov va y las ejecuta.

Claro, hay un conflicto de orgullos nacionales. Max no puede pensar que un viejo antagonista, como eran los soviéticos para sus padres y abuelos, ahora sea un aliado. Sea el más brillante de todo el Territorio. Quiere rebajar al extranjero, es lo más natural.

–Fijate las cosas que hace Xi, que son mucho más modernas. Mirá la última, escuchame bien. Es el orgullo de la biotecnología, y no te digo solamente china, de la mundial también. Va a ganar el Nóbel seguro. Creo que va a ganar el de la paz, aparte del otro, mirá lo que te digo, escuchame bien. Xi se dio cuenta de que nadie es malvado por elección. Nadie tiene la culpa de ser malvado. Que entonces la maldad es como la falta de luz en un espacio oscuro, alcanza con echar luz y la maldad desaparece, porque en sí misma no es nada. Es como una enfermedad, alcanza con curarla, nadie es malvado porque quiere.

–Bien, pero decime dónde está el laboratorio de Bérkov y... Xi.

–Esperá, esto es muy bueno. Xi quiere combatir esta enfermedad que es la maldad con métodos neurológicos, y agarrate si te somete a su tratamiento.

–¿Es tan grave que te saquen la maldad?

–No es eso. Es todo lo que te sacan junto con la maldad. Agarrate si te somete a tratamiento, pero vos te la buscaste, por ser malvado.

–Si acabás que nadie tiene la culpa de ser malvado.

–Que no tenga la culpa no quiere decir que no se merezca un castigo, por el mal que le hace al mundo.

Ahora soy yo el que se impacienta.

–Da igual, te escuché. ¿Dónde está el laboratorio?

–No te hagas el que no sabía. Si debe ser por eso que vos querés ir a Acha. Te parece una excursión de lo más divertida.

–¿El laboratorio de Bérkov, quiero decir de Xi... está en Acha?

–Eso lo sabe todo el mundo.

Y ahí me pongo pensar en las últimas palabras de Kubrick. Que Roth trabajaba en algún lugar, iba a decirme. O con alguna persona. Roth, que vive en Acha.

Aunque no tengo motivos muy firmes, de pronto me viene la seguridad de que voy a encontrar a Roth en el laboratorio de Bérkov, en General Acha. Eso quería decirme Kubrick. Y me da bastante alivio haber definido mi rumbo con más precisión.

–Acha, allá vamos –digo, echándome de espaldas sobre la cama.

–Allá vamos, seguro –dice Max con un gruñido.

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