¿Tres días llevo ya en el Territorio? Me parece que no puede ser, pero lo mismo tiene que ser, porque hoy es jueves y entré el lunes a la noche. Jairo ya no está. No alcanzo ni a ponerme triste del todo. Lo urgente ahora es la araña, claro, y la ruta rajada. La grieta que está haciéndole una cicatriz al Territorio. Trato de pensar en otros consuelos. Consuelos, por ejemplo, como que ahora todo puede salir mal y no hay problema, porque lo peor ya pasó. Lo de Jairo ya está, me debería relajar. Pero me lo imagino solo en alguna casa vacante de la Tóxica y pienso que lo peor es eso. Morir solo como un perro.
–Antay, algunas cosas son reversibles –Margarita me toma del brazo.
Yo pienso que me lee el cerebro, pero no es eso. La comunicación con mamá ya se cortó unos segundos atrás, Margarita está pensando en otra cosa. Señala a la araña y dice:
–Mi animalito no tiene la culpa. Te pido que lo salves.
–Ya sé que no tiene la culpa, no tiene nada que ver con eso. Pero yo tampoco tengo la culpa y no sé bien cómo hacer.
Ella me mira con atención, con cuidado. Se nota que ya tiene el hábito de orientar a la gente, porque dice:
–Necesitamos un miedo a que la ruta se cierre.
–Al revés –digo yo–. El miedo es que no se cierre.
La grieta sigue ensanchándose. La araña está cayendo en su interior, aunque sus compañeras la rodean para tirarle de las patas. Pesa demasiado, por lo visto, y no la pueden sacar.
–Un miedo al cuadrado, ¿entendés?
Yo no entiendo. Si el miedo es una brújula, como piensa mamá, ¿tiene sentido engañarlo? Pronto me doy cuenta de que sí. Y me doy miedo, a la vez.
–Dicen que el miedo es una emoción, pero no es –empieza Margarita–. Es una facultad o un sentido, como el sentido del olfato. Usarlo en la dirección de escaparse o de cometer cualquier cobardía no tiene nada que ver con el sentido, que es el miedo, en sí mismo. No hay nada más importante, yo digo, que saber manejar el miedo, y un poco una buena vida adulta tiene que ver con eso. Y ahora, Antay, si no te molesta, sobre la grieta en el suelo, la falla esa, ya ves que mi araña no está pudiendo zafarse.
Noto también que ella no hace nada para ayudarla. Dicho de otro modo, que confía en mí. Me concentro en eso, buscando utilizar la energía del ¿miedo? ¿Hay una energía, eso está diciendo Margarita?
No me pregunten los detalles porque no sabría decirles. Pero lo que es seguro es que la rajadura de la tierra empieza a soldarse lentamente. Cuando el otro lado queda cerca, la araña alcanza a afirmarse con sus patas también del otro lado. Ya bien afirmada pega un salto justo a tiempo. La griega se sella como si nunca hubiera existido. El tiempo no existe, pienso, es un invento que nos hacemos para entender las cosas y conseguir objetivos, pero no es algo que exista. Es verdad que las acciones son reversibles. La araña que casi cae hacia quién sabe dónde se acerca hacia mí. Extiende la pata.
Lo único que falta es que me quiera acariciar, pienso, y casi me desmayo.
Pero me pega un empujón en el pecho que me hace trastabillar. Margarita me toma del brazo y me aleja. Me pide que tenga paciencia.
La araña hace bien, me doy cuenta. Yo la puse en riesgo. A la vez, si la dejaba caerse en el pozo no me habría tenido que comer un empujón más.
***
La araña, que es un ser realmente sensible, nota enseguida lo que me pasa y se aleja. Emite un ruido sordo.
–Dice que gracias y que la disculpes –traduce Margarita.
–¿Gracias por qué? Si yo creé todo el lío.
–Puede ser, pero también lo evitaste. Bueno, no tenemos tiempo para charlas circulares. Hay que tomar una decisión. Volver a la Tóxica no tiene sentido. Ya lo dijo tu mamá.
–No, disculpame, Margarita –dice papá–. Tiene todo el sentido volver y hasta es más obligatorio que nunca. Tenemos que encontrar a Jairo. Y lo vamos a encontrar antes de que sea tarde.
Kubrick, entretanto, camina hacia la araña en la que viajaban papá, Roth y Bérkov. Sube y enseguida baja de nuevo.
Nos informa que sospechaba algo y que acaba de confirmarlo. Roth está muerto.
Hacemos silencio por unos segundos. Me gustaría ir a verlo por última vez, pero no me encuentro la fuerza.
–Lo malo –dice Kubrick– es que nosotros seguimos vivos.
Y creo que como nunca antes y espero que nunca después entiendo bien el sentido de una frase como esa.
***
Marchamos con el espíritu por el suelo hacia el lugar de la explosión, que ahora es simplemente el lugar del humo. Según Margarita, el lugar de enriquecimiento de uranio nunca fue revelado. Hubo rumores, simplemente, nada confirmado. Se trataría de un laboratorio inglés camuflado, decían algunos. Sería la base militar de Miguel Riglos o Guatraché, según otros. Por la ubicación, ella piensa que tal vez se trate de Guatraché.
–En veinte minutos vamos a estar ahí. Podemos ir en diagonal, a través de los campos, para que no nos vean llegar.
–Las arañas tienen como tres metros de altura –le hago notar–. Nos van a ver seguro.
–Está bien, genio, no digo que no. Es verdad, nos van a ver. Pero van a tardar más. Las rutas las deben tener vigiladas.
Si las tuvieran bien vigiladas, pienso yo, ya nos habrían encontrado hace rato. Salvo que tengan algo mucho más urgente que las demore.
***
En eso vemos un dirigible monumental, monstruoso, con la bandera china. Vuela en la misma dirección que nosotros a velocidad escasa. Emite un comunicado en inglés. La voz mecanizada nos ensordece mientras avanzamos, en las arañas bamboleantes, por los campos infértiles:
–Atención pobladores –dice la voz–. Atención visitantes. Atención fuerzas del orden de los tres Sectores y del Protectorado. Solicitamos no creer la propaganda esparcida por terroristas. El presidente del Sector chino desmiente cualquier acercamiento con los Troy. Repetimos, los rumores de acercamiento se deben a las fuerzas de propaganda. El gobierno chino se ha comprometido a enviar buques desde la Madre Patria para eliminar amenaza nuclear. Repetimos, el gobierno chino busca eliminar la amenaza nuclear, no aliarse con terroristas. Atención pobladores. Atención visitantes...
–Si lo niegan de viva voz seguro es cierto –dice Kubrick–. Es lo mismo que una confirmación firmada y sellada. Ahí, enriqueciendo uranio, está Rozas con el Gaucho Grande. Están los Troy con su esqueleto de bombas.
–Y están los chinos con sus físicos expertos, los más eficientes de todo el mundo –dice la Negra Margarita, admirada–. Quizá no va a haber lugar para ninguna guerra civil, después de todo. Quizá en eso nos podemos quedar tranquilos.
Todos entendemos lo que está sugiriendo. Está sugiriendo que van a detonarse bombas de un poder tan incalculable que no va a sobrevivir ningún terreno donde pueda llevarse a cabo una guerra civil. Tampoco va a haber soldados.
Vamos a estar todos hechos polvo y viento.
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El Territorio
Science Fiction...lo único que cambia es el pasado El joven Antay necesita un corazón para su hermano. Su única posibilidad de conseguirlo se halla en el Territorio, provincia donde los delitos están permitidos... La antigua República Argentina fue invadida en 198...