II. 10. El arnés

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–¿Así que hay dos poderes en el Territorio?

–No. Tres. El tercero es el Poder de Policía. Digita a las fuerzas de seguridad, que operan sin garantías procesales y así son más eficaces que en el Territorio, con una tasa de efectividad superior al 99%. También se ocupan de securizar los "corredores" por los que ingresan al Territorio los ciudadanos que tienen alguna actividad productiva para desarrollar ahí, sobre todos los transportistas, que son custodiados por cada Sector. Las personas que los custodian pertenecen al PP. En general, el PP británico asegura el bienestar de los agentes imperiales. Si por ejemplo un agente penitenciario tiene que llevar a un condenado a la prisión de Santa Rosa para interrogarlo sin límites procesales, el PP arma una comitiva que lo acompaña. Alguien podría atacar esa comitiva y liberar al preso, y eso no sería punible, pero nadie lo hace justamente porque están los gendarmes, los principales miembros del PP, con su poder casi infinito, vigilando que nadie vaya a atreverse, o destruyendo al que se atreva.

–Entonces el Poder de Policía tiene gendarmes, entre otros funcionarios.

–Sí. Y el Poder Soberano tiene scouts. Algunos les dicen también corsarios o privateers. Los del Poder Ejecutivo son enforcers.

Ceba el último mate. El termo queda vacío y lo apoya junto a la pared. Ahí vuelve a sonar la puerta. Sigo sin saber por qué a la no-persona no le hicieron ni un rasguño, pero no tengo tiempo de preguntar.

Porque por la puerta entra Petra con un arnés. Me sorprende sentada y me obliga a levantarme. Es tan violenta que yo me quedo quieta. No me resisto. Ni le hace falta pegarme y eso es lo que un ratito después más rabia me va a dar.

Porque no hago nada y es como si le estuviera dando permiso.

El arnés es de cuero, tiene correas. Con las correas me afirma las manos que pronto no puedo mover.

Se parece al chaleco de fuerza que antes le quería poner a mis ideas sobre si soy esto o aquello. Pero esto es un arnés muy real, que se nota usan con prisioneros reales.

Y eso soy, de pronto. Una prisionera. Una esclava. Petra me empuja para sacarme del edificio. Yo ya no puedo mover los brazos.

–Perdón, Antay –dice Wanda–. No teníamos alternativa.

***

Me llevan por las calles inundadas de sol de Vicio. Pienso que los conquistadores llevarían así a los nativos varios siglos atrás. El tiempo no pasa en vano. O a lo mejor sí pasa. O esta será una tierra muy receptiva para conquistadores.

–Me enteré que estuviste hablando con Max sobre Bérkov –dice Petra.

Habla como si estuviéramos en una situación social de lo más normal. Yo creo que puedo vomitar. Lo raro es que no siento miedo. No siento nada. No tengo voluntad más que de caminar, o en realidad lo que me pasa es que no puedo creer que esté pasando esto. Que mis amigas, y lo de amigas es un decir, con las que dormí la noche anterior, ahora me estén transportando como ganado. Como a un bicho peligroso, cuando yo a ellas nunca pude más que pegarles una cachetada bastante suave. A Petra, en realidad.

–Te escuchamos hablar sobre Bérkov, o sea –dice Wanda–. Que tenías pensado ir al laboratorio madre, el grande, el que queda en Acha.

–Ahora vas a tener que cambiar de plan, Antay –se ríe Petra.

No voy a darles charla. Cuando consigo la voluntad que me hace falta, grito con toda la fuerza que tengo. Pienso que se me va a desarmar la garganta. La siento roja. Hay un señor que pasa con un bebé a upa y estoy segura de que él me va a prestar atención. Yo podría ser su hija, después de todo.

El señor se acerca. Me mira, me sonríe. Después les sonríe a Petra y a Wanda. Parece que las conoce. Enseguida sigue viaje.

Para ellos será cosa de todos los días ver a un adolescente atado como yo, transportado por sus nuevos dueños. Y me doy cuenta de que no era una simple buena idea venir al Territorio, como pensaba en la comodidad relativa del Sector. Quizá tenía razón mamá y convenía equiparse mejor.

Aunque ahora ya es tarde para pensamientos de este tipo. Lo que tengo que pensar es qué voy a hacer cuando lleguemos al lugar al que me estén llevando.

Porque es claro que me llevan a un lugar muy puntual. No me quiero imaginar cuál. Con un poco de suerte va a ser alguna base oficial y de ahí me van a transportar, ¿cómo se llamaba?, miembros del Poder Soberano. Miembros del Poder Soberano me van a transportar por los corredores hacia alguna instalación federal, y ahí me van a secuestrar, pero al menos no me van a lastimar tanto.

No voy a salvar a papá ni a mi hermano, pero al menos es posible, no sé, que en veinte años me dejen visitar a mamá y llevarle unas flores.

No voy a pensar en eso. Es un día otoñal con una presencia impresionante del sol. La vida está sonriente, pareciera. Las chicas están radiantes. En una de esas, gracias a que pescaron a un recién llegado como yo, se están comprando una vida mucho mejor.

–Ahora Bérkov anda investigando el gen de muerte, ¿vos sabías, Antay? El gen maldito, que hace morir a tantas personas en algunas familias, proporcionalmente muchas más que en otras familias. Viste que hay familias así, parece que están maldecidas, y Bérkov está encontrando la base científica para que pase eso.

En mi familia debemos tener ese gen maldito, pienso, pero no digo nada.

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