Desde arriba, alguien nos ilumina con un farol potente. Habla rápido pero marca bien las palabras. Tiene una serenidad llamativa hasta en la urgencia.
–Suban, vamos –dice.
La voz me resulta familiar. Parece la de Kubrick, pero no puede ser. Kubrick debe seguir como prisionero en el laboratorio de Xi. Pronto me voy a enterar bien, de todas formas. Hago el gesto de subir, pero Robert me frena. Él quiere ir primero se ve.
–Mirá cómo estás –le digo–, recién te caíste. Tené un poco de paciencia.
Se nota que Roth y papá también quisieran ir antes que yo, pero los dos están alicaídos. El único en perfecto estado de salud soy yo, así que subo primero. De cualquier manera, no tenemos con qué defendernos. Estamos a merced de lo que quieran hacerlo, no hay que pensar mucho en ser fuertes.
Trepo la escalera y llego a un ambiente amplio, bastante luminoso. La persona que abrió la escotilla está inspeccionando el terreno. No estoy seguro, pero me da la impresión de que busca un camino potencial para el escape. No es hostil, claro, está esperando que escapemos con él. Ahí sí confirmo que es Kubrick nomás. Corro abrazarlo pero a tiempo me contengo, porque siento el rechazo de siempre por el contacto físico. Él es más fuerte y sí me abraza.
–Hola, Antay –me dice–. No me habrás extrañado, espero.
Yo lo empujo con suavidad, me pongo colorado y mr río con un poco de nervios. Por la escalera suben muy lentamente los adultos. Kubrick los observa mientras me toma del brazo. No quiere soltarme, por lo visto. Dice entre dientes que él es más viejo que esos señores, o por ahí anda en edad, pero es muchísimo más ágil que cualquiera.
–Qué te voy a extrañar, Kubrick –le respondo un poco tarde, yo que nunca extraño a nadie, pero pronto me doy cuenta de que quizá sí lo haya extrañado–. ¿Cómo llegaste acá, cómo te fugaste del laboratorio psíquico?
–Bueno –se ríe Kubrick–, una pregunta por vez ya es bastante. No es que me escapé, es que entregamos al niño chino, el secuestrado, Li Wei, a cambio de mi libertad. Se lo entregamos a las autoridades chinas. No es que yo haya hecho un control tan estricto, pero lo que es seguro es que le dieron el chico a a alguien, junto con la institutriz Jane, y que a mí me largaron.
–¿Quiénes "dieron" al chico?
–No sé bien. Seguro habrá sido Sierra. Así que de pronto estuve en la calle, solo, porque no es que alguien me pasó a buscar. Tuve que robar un auto y venir lo antes posible a lo de Roth. No me imaginé que tu papá fuera a estar acá, pero sí que vos ibas a venir. No fue una deducción difícil, eso quiero decir.
Yo pienso que no dedujo nada. No tiene poderes de deducción, lo que tiene es fuentes muy afiladas que le revelan dónde vive Roth, que papá está ahí, y seguro muchas otras cosas que no me cuenta.
–¿Viniste solo? –digo yo, que no veo a nadie.
***
Roth empieza a emerger a la superficie. Mira con hostilidad a Kubrick pero no dice nada.
–Vine con... Ya vas a ver, no importa. Fijate por la ventana si los gendarmes siguen entretenidos.
Ahí yo me acuerdo de que había otro grupo, aparte de las autoridades militares chinas. Camino hacia la ventana y veo que están invadiendo la casa de enfrente. Cuatro o cinco vehículos están en la calle, un pequeño enjambre de uniformados ya entró en la casa mientras otros se quedan acechando ahí afuera.
–¿Por qué nos buscan los chinos? –pregunto–. ¿Me quieren llevar al laboratorio?
Kubrick se ríe.
–Ellos ni siquiera saben que estás acá –dice.
Ahí sube Robert con su último esfuerzo. Se tiende sobre el suelo y resopla. Debe haberle pasado algo que yo no alcanzo a ver todavía.
–¿Y entonces? –digo.
–Están buscando a Bérkov.
–¿Cómo a Bérkov? Bérkov está en el laboratorio.
Kubrick se ríe y me guiña un ojo.
***
Se nota que no soy muy rápido para hacer inferencias. Tendría que haberme dado cuenta mucho antes de que el supuesto Robert, que estaba en las celdas, que luego habló con Roth y que por último llegó hasta acá con nosotros era, en realidad, el mismo Bérkov. Un Bérkov caído en desgracia que hacía tareas de inteligencia disfrazado de preso o que tal vez, a esta altura no tenía importancia, de verdad estaba preso con todos los demás. Eso igualmente no tiene importancia. Casi ninguna cosa que uno piense tiene mucha importancia en el Territorio, porque siempre están pasando cosas mucho más urgentes que un pensamiento.
Lo que esta vez pasa es que uno de los gendarmes mira hacia la casa de Mademoiselle Kiss, que es esta donde estamos. Mira con tanta suerte para su bando, o será mala suerte para el nuestro, que alcanza a verme a través de la ventana por la que yo espío. No importa mi velocidad para arrojarme al suelo. Ya está, ya me vio. Basta con que procese el dato, si logra hacerlo, y que le cuente a los demás.
–Creo que tenemos problemas –le grito a Kubrick.
–No me digas, qué descubrimiento.
–No, no. Creo que me vieron.
Yo me imagino que se pone blanco, aunque no estoy mirándolo. Escucho rumores de cuerpo y cuando sí miro veo que Kubrick levantó a Robert, no, tengo que acordarme de llamarlo Bérkov y no Robert, levantó a Bérkov con violencia y lo hace mover apoyándole una pistola en la cabeza.
–Este nos va a servir de escudo.
–No seas bruto, Kubrick –dice Bérkov con suavidad–. Hacerlo así no le conviene a nadie.
Y yo me doy cuenta, aunque en realidad no tenga motivo, de que Bérkov debe estar guardando un as bajo la manga.
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El Territorio
Science Fiction...lo único que cambia es el pasado El joven Antay necesita un corazón para su hermano. Su única posibilidad de conseguirlo se halla en el Territorio, provincia donde los delitos están permitidos... La antigua República Argentina fue invadida en 198...