–Cuando aprendas a manejar la vocecita vas a manejar las alucinaciones –dice Margarita–. Es así de sencillo.
–¿Cómo podés saber vos eso? –le pregunto.
Ella se ríe. Dice que sus antepasados fueron secuestrados en Mozambique o Angola. Pensaban que los iban a vender en Brasil para cultivar azúcar o café, pero los llevaron al Virreinato del Perú, a Buenos Aires. Ella terminó de muy joven en la familia de Belgrano.
–No hay registro de eso –dice Kubrick.
–Puede ser –dice Margarita–, pero yo existo. ¿O no existo? Vení, tocame la mano.
–Eso no prueba nada –dice Kubrick, pero lo veo confundido.
–Te lo voy a decir con todas las letras. La bomba H en Necochea cambió todo. No cambió solamente lo que vino después. No cambió solamente, por ejemplo, a este muchachito Antay que habría nacido en un país libre, si nacía. Cambió todo también para atrás.
Porque pensar que el pasado no se puede cambiar es tener ideas muy antiguas, según ella. Antiguas, absurdas y reaccionarias. Los ingleses causaron todo eso, es la verdad. Nos torturaron, nos contaminaron, pero también nos pusieron en movimiento y nos volvieron modernos. De un modo colonial, claro que sí, secundario, como siempre, pero muy real.
–Este país nunca tuvo un lugar en el planeta –dice Margarita–, ni siquiera en la época del Centenario, en 1910, comparable a la que tiene ahora. Así que algo ganamos. Nunca hay que olvidarse de lo que ganamos, aunque sea en la debacle nacional.
Margarita estuvo siempre muy ligada a los ingleses y hablaba inglés igual de bien que castellano, si no mejor. El Virreinato del Perú se fue desmembrando. En 1776 se creó el Virreinato de las Provincias del Río de la Plata. Su capital era Buenos Aires. Todavía faltaban una pila de años para que abolieran la esclavitud. Y ella estuvo ahí, con una familia ilustre, criando al que iba a ser uno de los máximos próceres.
–Esto no tiene nada que ver –la interrumpo–. Te preguntaba qué podés saber vos de la vocecita, no tiene nada que ver con el virreinato o los próceres.
Ella se ríe. Conmigo no se enoja nunca, mientras con Kubrick pierde fácil la paciencia. Pienso que es porque a mí no me toma en serio, pero de cualquier manera me favorece, así que no digo nada.
–Al contrario, chiquitín, tiene todo que ver. Porque una persona que pasó por todo lo que pasé yo, que conoció tantos infortunios, tiene facilidad para ver las cosas.
No es mi experiencia, quisiera decirle. En mi experiencia la gente que pasó por muchas desgracias suele tener adormecido el don de aprender cosas nuevas. De seguir creciendo. El don se le cierra como una ostra, en mi experiencia. Pero sonaría muy feo si se lo digo, así que me callo, esperando que me siga contando qué sabe ella de manipular alucinaciones materiales.
***
–El truco para manejar la vocecita es muy sencillo. Bérkov lo descubrió en sus experimentos con infantes. Es así. El miedo, en sí mismo, es muy difícil de controlar. Pero el miedo a tener miedo, por su misma distancia con el objeto del miedo, es más accesible. Más controlable.
–El miedo no tiene nada que ver con un objeto –digo yo– y en todo caso el miedo sería su propio objeto.
Ella responde solo a mi primera obsesión.
–Puede ser un objeto imaginario –dice–, pero siempre tiene que ver con un objeto. En el miedo al miedo, el objeto es el mismo miedo, es verdad, y a su vez puede involucrar un objeto externo. Por ejemplo, tenerle miedo (un miedo segundo) al miedo de que se incendie la casa. El miedo no es a la casa incendiada, es al miedo por ese incendio. El objeto es la casa incendiada. En las alucinaciones materiales, lo que importa es el objeto externo. Con ese objeto podés manipular la realidad.
–No entiendo, me parece muy complicado.
–Nadie dijo que iba a ser fácil.
Ya llevamos varios minutos avanzando en paz relativa. Casi me podría olvidar de que estamos en el Territorio, de no ser que las arañas no son un medio de locomoción cómodo. Aunque ahora vamos sobre ruedas, en cualquier momento pueden desplegarse sobre sus patas y ganaríamos muchísimo en altura. También en inestabilidd. Yo preferiría viajar en un tren y listo. Ir de mi casa en un barrio alejado a trabajar en el centro y volver en el tren. Una vida tranquila, sin sobresaltos, sin grandes sueños que no podría cumplir, eso es todo lo que quiero.
Estoy ensoñándome con eso cuando escucho una explosión y veo el fogonazo, lejos y a nuestra derecha. Un hongo de energía azul y blanca, un resplandor, después el humo.
–No lo puedo creer –dice la Negra Margarita–. Llegamos tarde.
Frena la araña en el medio de la ruta.
***
Margarita quiere conferenciar con las otras arañas. Eso dice. Pienso que se refiere a las personas en las arañas, pero pronto veo que no.
Las arañas son cuatro. Se congregan en círculo a un lado de la ruta. Recién ahí noto que las arañas emiten señales. Incluso las que no tienen tripulación. Tienen una inteligencia separada, si son IA artificiales u otro tipo de organismo autónomo. Lo que yo consideré un mecanismo de seguridad automático en realidad era una manifestación de esa autonomía.
Las arañas son seres sintientes, no instrumentos.
–Eso no es una explosión nuclear –dice Kubrick, señalando el hongo de energía.
–Claro que no –le responde Margarita–. ¿Quién dijo que era nuclear.
Una de las arañas emite lo que parece un gruñido. Margarita lo traduce.
–Debe ser la instalación de enriquecimiento de uranio. Las chicas piensan que es lo más probable.
Así llama a las arañas, por lo visto. "Las chicas", las llama. Siento que se me eriza la piel pero me doy cuenta de que es un simple prejuicio.
Papá baja de su araña. Camina con cuidado. Ya le habrá bajado la adrenalina. Está pálido y transpirado. El cuerpo le responde apenas. La Negra Margarita, Kubrick y yo también bajamos.
–Se escapó Bérkov –dice–. Nos hirió a Roth y a mí y después se escapó.
–¿Cómo las chicas no hicieron nada? –pregunta Margarita, incrédula.
–Deben tener algún tipo de entendimiento con el ruso.
Margarita dice que es imposible. Papá alza la mano.
–Ya no importa –dice–. Pero siento que no voy a durar mucho más y tengo que hacer una cosa antes.
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El Territorio
Science-Fiction...lo único que cambia es el pasado El joven Antay necesita un corazón para su hermano. Su única posibilidad de conseguirlo se halla en el Territorio, provincia donde los delitos están permitidos... La antigua República Argentina fue invadida en 198...