SEGUNDA TEMPORADA. 1. Vice

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El tiempo dura distinto cuando alguien quiere matarte, pienso mientras entro al Territorio. No es que dure más, pero sí dura de otra manera. Dura con más profundidad.

Llego a la avenida larga que corre muy recta, paralela al muro, escapándome de los gendarmes. Más allá empiezan los edificios cuadrados de dos o tres pisos que parecen los más típicos por acá. El Gaucho Kubrick quedó tirado como una cosa al lado del auto. Me doy vuelta para ver si ya lo están auxiliando pero no alcanzo a ver nada. Me dejan medio ciego unos reflectores. Apuntan para mi lado y se mueven. También suenan gritos en lenguas que no entiendo. Escucho corridas. Son los gendarmes que me persiguen. Pienso que voy a escuchar tiros y las balas van a silbar al lado mío. No sucede. Me pregunto por qué no tiran.

Ahí recuerdo que soy un menor desarmado y que la opinión pública, aunque esté bastante sofocada, sigue existiendo. Las autoridades no pueden matar a cualquiera de cualquier modo, ni siquiera acá, donde no tendrían consecuencia legal.

Porque no sé si se acuerdan, pero hace un minuto yo atravesé la dragnet con Kubrick. Crucé la línea roja y entré a la Franja. Tuve que entrar solo. Kubrick quedó herido en la dragnet. No sé si es una herida muy fea, pero linda no se veía. Le disparó en el hombro izquierdo una persona que probablemente sea Rozas, alias la Flor. Kubrick me dio el maletín, me dijo que lo llevara sin precisar adónde, dijo que Roth trabajaba con..., y no dijo con quién, y yo ahora estoy corriendo sola, solo, sin rumbo, tratando de dejar atrás a los gendarmes.

Escucho ruido de vehículos. Me están persiguiendo también de manera motorizada, no solo a pie. Yo estoy por llegar a la avenida y cuando la cruca voy a llegar a la primera fila de viviendas y edificios. Fantaseo con que si llego a cualquier callecita perpendicular que desemboque en la avenida voy a escaparme. Pero los perseguidores están demasiado cerca y yo no corro tan rápido.

***

De pronto empiezan a sonar tiros. Por un segundo pienso que son los gendarmes, que se aburrieron de correr y quieren cazarme como a un pájaro. Los disparos se originan por encima de mi cabeza y hacia delante, del lado del pueblo. Del lado equivocado, o sea. No provienen de los gendarmes. En vez de mirar hacia delante, donde explotan los fogonazos, me doy vuelta y veo que los vehículos pegan una vuelta en U y vuelven a la dragnet. Los gendarmes de a pie se ponen a cubierto detrás de unas columnas anchas, de material. Pienso que les debe estar disparando Rozas, alias la Flor. Pero cuando miro hacia el lugar de donde salieron los fogonazos, un ventanal en un primer piso, veo a dos adolescentes con armas largas. Dos chicas.

Están tan cerca que me doy cuenta de que tienen más o menos mi edad, llevan el pelo teñido de colores vivos y usan ropa negra que les queda holgada. Pienso que deben ser dos locas, si le quieren pegar tiros así a la fuerza pública, aunque enseguida me acuerdo de que estamos en la Franja, que es parte del Territorio, y a lo mejor acá es cosa de todos los días que dos adolescentes acribillen a tiros a los oficiales designados por los Estados soberanos.

Los gendarmes no responden el fuego. Otra rareza más, y ya tengo una colección.

A todo esto, agotada y nerviosa, yo casi me choco un cartel de madera en un costado de la avenida. Parece un queso gruyère por la cantidad de impactos de bala que recibió. Es el típico cartel donde se anuncia el nombre y el número de habitantes de un pueblo. Este dice:

WELCOME TO VICE CITY. POPULATION 9,233.

Originalmente no decía VICE. Originalmente se leía PARADISE CITY, pero PARADISE está raspado y alguien pintó por encima VICE, que debe ser el sobrenombre más conocido de esta localidad. Más abajo alguien pintó otro cartel. Este es más fresco, la pintura todavía brilla. Lo traduzco:

"Fuera britanos de las Malvinas. Las Islas pertenecen por derecho natural y por decencia a la República Popular China. Basta de abusos imperialistas, defendamos nuestra soberanía." Al costado hay un mapita de las islas pintadas de rojo. En la isla Gran Malvina aparece la estrella amarilla grande de la bandera china y en la Soledad las cuatro estrellas chiquitas.

***

Por unos parlantes ocultos suena una sirena y luego una voz oficial. Anuncia un toque de queda en los términos del artículo 11 del Código de Convivencia. Me parece raro, porque en la Franja no debería haber leyes ni códigos, pero seguramente me estoy perdiendo de algo.

–Aviso a la población –dice la voz–. Quienes se hallen en la vía pública entre las 10pm y las 6am serán fusilados sin aviso previo. Dense todos por advertidos. Los deudos de los infractores no gozarán de derecho a réplica.

Cómo alguien podría tener derecho para replicar a un asesinato es misterioso para mí, pero la voz continúa:

–Esto no es un entrenamiento. Repetimos, quienes se hallen...

Lo que me faltaba, que me acribillen en la calle como a un NN. Más me hubiera valido que me abatieran como compañero de un gángster conocido, el Gaucho Kubrick. Así al menos habría salido en los paneles y habría disfrutado de un minuto de fama.

En realidad pienso en esa muerte posible para tapar la otra cosa que pienso, que es en mi hermanito. Lo imagino durmiendo en el hospital y siento que es mi culpa si sigue ahí. Pero no me gustan esos pensamientos, me parecen estúpidos, porque llevan a la parálisis. Entonces me imagino que me matan mientras corro con el maletín misterioso en la mano, y que sería una bastante buena muerte también. Bastante aventurera. Ya está, eso hace que la sangre se me mueva en las venas y empiezo a buscar lugares para correr. O ni siquiera los busco. Simplemente los voy atravesando.

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