III. 4. Los corazones mixtos

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Kubrick me mira con tristeza o algo parecido.

–Ningún corazón aguanta cuatro días. No puede ser que te haya dicho eso.

–Sí puede ser, papá fue muy claro. Dijo: tengo el corazón, tiene cuatro días de autonomía. Tiene que haber otra explicación.

Kubrick no está convencido. Debe pensar que papá miente. Pero me parece imposible que nos haya engañado con ese asunto. Él es bastante tramposo, le gusta ocultar cosas, pero nunca haría algo tan malvado como hacernos ilusionar.

Me parece más probable que sea Kubrick el que miente.

–Tiene que haber otra explicación, estoy de acuerdo. Pero lo que vos entendiste, que tu papá tiene un corazón separado y listo, que va a durar en un estado aceptable por cuatro días, eso no puede ser así. Salvo que sea un corazón mixto, un cyb-heart, parte máquina y parte orgánico.

–No, este es todo orgánico.

Kubrick sacude la cabeza. Cada vez está más seguro de que papá me engañó.

–No te pongas mal –dice.

–Yo no estoy mal –le miento, siento que me van a salir lágrimas en cualquier momento.

–Te voy a mostrar algo que te va a poner contento –dice.

–No hace falta.

–Voy a buscar algo al baúl, pero vos no vengas. No quiero que te impresiones.

Cree que me voy a impresionar de ver a la Flor.

–Yo no soy ningún chico –le digo–, mirá si me voy a impresionar.

–Ya sé que no, pero igual quedate.

Me está tratando como a un imbécil. Me está cuidando. Ni en el camino de ida, cuando veníamos al Territorio, me trató así. Y la rabia me saca un poco de la tristeza.

***

–Jaimie, frená el auto un poquito –dice Kubrick–. Voy a buscar algo al baúl.

Jaimie aminora la marcha con mucha soltura, como un chofer profesional, y estaciona en un costado del camino. Es un camino de tierra reseca rodeado de arbolitos bajos. En el Territorio no hay agricultura, no sería rentable, el riesgo de que vengan a robarte todo es demasiado alto, pero hay campos fantasmas como estos, con caminitos rurales por el medio de las grandes superficies improductivas, sin un alma a lo mejor por muchísimos kilómetros a la redonda. Debería decir muchísimas millas, ya sé, pero sigo sin acostumbrarme.

No hay campos pero sí rutas, además de los caminitos rurales. Esas rutas son mantenidas por los Sectores. Es casi la única obra pública que existe por acá. A los Sectores les hace falta para poder movilizarse y seguir ejerciendo sus acciones de control. Pronto vamos a llegar a alguna ruta, estoy seguro.

***

Apenas Jaimie estaciona, Kubrick baja. Quiero bajar yo también pero noto que mi puerta está trabada por dentro. Pruebo la otra y es lo mismo. Cuando estoy por zambullirme hacia los asientos de adelante veo que Kubrick ya está volviendo. Ya abrió y cerró el baúl, ya sacó lo que quería sacar. Lo tiene en la mano cuando entra, se sienta. Me lo arroja a mí y la cosa, o debería decir el ser, se me acomoda en el hombro, que como pienso que ya dije debe ser su lugar favorito.

Está mal que lo diga, sobre todo siendo una cosa que a mí nunca me pasa, pero cuando le siento el contacto en vez de impresión me da gusto, una sensación de estar a salvo y haciendo bien las cosas, casi como si ya hubiera rescatado a papá y a Jairo. Cuando lo siento en el hombro me empieza a picar la garganta y empiezo a abrir y cerrar las manos. Feliz como un niño, aunque yo no soy ningún niño.

–Hola, Antay –dice Sierra–. Y a los demás, salud, compañeros.

***

–¿Estuviste escondido en el Fordcito toda la noche? ¿Desde ayer, cuando salimos de la Tóxica? –le pregunto.

Sierra se ríe. Dice:

–Yo no tengo una noche entera para pasar en ningún lado. No tengo ese tipo de ocio, soy un sapo ocupado. Pero me pareció que les podía hacer falta una mano, entonces conseguí transporte y vine. Llegué hace pocas horas.

–El muro está cerrado –dice Jaimie–. Es imposible entrar desde hace rato.

–Para un batracio de mi tamaño es fácil cruzarlo en cualquier momento.

Le pregunto si está todo bien en la Federación y él dice que bastante. Que casi todo el lío se concentra en el Territorio.

–Eso no quiere decir que se originen acá. Muchos se originan en la Federación o, mejor dicho, en el conglomerado que son la Federación y el Territorio.

Hay uno en particular que está en boca de todos, según Sierra:

–Secuestraron al hijo del presidente del Sector Chino. Al parecer, tienen al chico en algún lugar del Territorio. No pueden haberlo cruzado sin la connivencia de los gendarmes y eso es un indicio suplementario de que se está cocinando algo grande. Justo cuando se desata una oleada de caos que no tiene nada que ver con la habitual falta de leyes. Que es una acción a otra escala mucho mayor, más parecida a un gople de Estado, y por eso los golpistas secuestraron al hijo.

–Qué increíble –dice Jaimie, soñador, y parece que en realidad está diciendo: no te creo.

–No tanto, no es que sea crisis inesperada. Muchos gendarmes rebeldes, ya desde hace tiempo, piensan que la Franja es un negocio demasiado bueno para que lo manejen los Estados nacionales. No es una novedad que buscaban independizarse, crear un Estado separado, con constitución y leyes y un gobierno ejecutivo. Ellos querían ser ese gobierno, les parecía mejor negocio que seguir operando como simples gendarmes.

–¿Y cuál fue la chispa que disparó el secuestro? –pregunta Kubrick–. ¿O fue casualidad que lo secuestraran justo ahora?

–No fue ninguna casualidad. El mayor de los Pincheira, Pympp, asesinó al Caddy, uno de esos gendarmes conspiradores, uno británico, que estaba entre los que planeaban el golpe contra la corona inglesa y las demás potencias. Eso ustedes seguro lo saben, que Pympp mató al Caddy.

–No solamente lo sabemos. Lo vimos en vivo y en directo –digo.

Escuchamos una explosión a nuestras espaldas. Es más poderosa que las demás. Me imagino que con esta ya habrán borrado a Ciudad Vicio del mapa. Si quedaba alguien vivo ahí, me imagino que ya no lo estará.

Y pienso en el paria de Vicio, el que nos llevó a la Flor, y le tengo un poco de gratitud.

–Pero quizá no saben que la Federación tenía un agente encubierto en Vicio –sigue Sierra–. Un infiltrado.

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