6. Tres Sectores y un Protectorado

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El Sector chino abarca la Patagonia. En un principio era el Sector soviético-chino, pero a partir de 1991 quedaron solo los chinos. Hasta 2002 el Sector incluía la provincia de Mendoza, pero en ese año las autoridades chinas hicieron un trueque con la República de Chile. A cambio de Mendoza, que se transfirió a la órbita chilena, ocuparon la totalidad de Tierra del Fuego, consiguiendo una salida directa al Océano Pacífico.

El Protectorado chileno queda en Mendoza.

El Sector norteamericano ocupa el centro y norte de la Federación. Provincias principales: Córdoba y Santa Fe.

El Sector británico ocupa el este de la Federación. Provincia principal: Buenos Aires, incluyendo la Capital Federal, que ya no es un distrito separado de la provincia.

Con el Territorio la historia es un poco distinta. A mi profesor es lo que más le interesa. A mi lado se sienta una chica llamada Tam. El profesor la mira. Le pregunta cómo está constituido el poder ejecutivo dentro del Territorio.

–No hay poder ejecutivo –dice ella–. Si no hay gobierno.

Era una pregunta tramposa. El profesor mira a otra alumna, una que se llama Rita y que siempre habla como una adulta. Yo en parte también, pero no a ese nivel. Un poco debe ser producto de la educación libresca de matriz europeo. Rita dice:

–El Territorio, en un principio, era de los británicos y de sus socios estratégicos, los norteamericanos. No había leyes pero sí soberanía, y solo la tenían ellos dos. Pero pronto los chinos vieron como un riesgo geopolítico quedarse afuera. Hicieron presión de un modo que no viene al caso recordar ahora, y consiguieron la soberanía. Así que tres Sectores tienen soberanía actualmente sobre el Territorio, por más que el Territorio no tenga ley ni gobierno interno.

Rita, igual que el profesor, se refiere a los chinos como de los pares menos confiables de los británicos y los norteamericanos, como si fueran las autoridades de ocupación "malas" y las otras las "confiables".

–Porque no hay gobierno formal dentro del Territorio, eso es verdad, pero sí hay un Poder Ejecutivo, separado de los otros dos poderes, el de Vigilancia y el de Policía. Entre los tres controlan la franja fronteriza del Territorio –sigue Rita–. Lo llaman "Gobierno de la frontera" y es casi un país independiente paralelo al muro que marca el límite con la Federación. Ocupa esa de un kilómetro entre el muro y el Territorio propiamente dicho. El Poder de Policía maneja gendarmes que son bastante autónomos, aunque dependen de las tres grandes cabezas china, británica y norteamericana. Hay muchos asuntos estratégicos que controlan esos gendarmes. También manejan los puntos de control y acceso al Territorio.

–Bien. ¿Cómo llaman esos puntos?

–Dragnets. Para entrar y salir del Territorio hay que atravesar dragnets de alguna de las tres potencias.

–¿Algún exiliado famoso en el Territorio? –pregunta el profesor.

El Territorio está lleno de estrellas de cine, gente que en otra época hubiera ido a matar elefantes a África pero, como eso ahora está mal visto, prefiere vivir aventuras en el distrito más picante del universo. También hay colonias enteras de antropólogos y artistas, ávidos por una experiencia única y, según parece, irrepetible. Y no faltan los laboratorios, que pueden hacer experimentos de cualquier tipo. Por eso se me ocurre decir:

–El soviético Bérkov vive en el Territorio.

–Bien –dice el profesor, extrañado–. Ya no es soviético, ahora sería un simple ruso, pero como le revocaron la nacionalidad en la era soviética supongo que está bien llamarlo soviético. ¿Por qué te acordaste justo de él?

–Porque estudia las alucinaciones materialistas.

–Las investiga –dice el profesor, más extrañado todavía, seguramente preguntándose por qué me interesan esas alucinaciones– o, según otros, las produce. No publicó nada convincente, aunque él piensa que va a cambiar el paradigma en psiquiatría. ¿Alguna otra personalidad notable en el Territorio?

Muchos alumnos empiezan a hablar al mismo tiempo. Yo me quedo pensando en Bérkov y de pronto recuerdo al sapo. No termino de recordarlo que lo veo entrar por una ventana y correr hasta mi silla. Después se esconde en mi mochila. Tam, mi compañera de banco, me mira con ojos muy abiertos. Estoy seguro de que vio todo.

Ahí suena el timbre para el recreo y yo quiero aprovechar para irme.

No llego muy lejos. Ni siquiera logro salir del salón. Cuando quiero pasar por la puerta Tam se me pone enfrente, bloqueándome el paso.

–No vayas tan rápido.

–Estoy un poco apurado.

–Vi que se metía un bicho en tu mochila. ¿Tiene algo que ver con tu hermano? A lo mejor te puedo ayudar

Me quedo pensando un ratito.

–¿Cómo va a tener que ver con mi hermano?

–A lo mejor le querías hacer un embrujo pensando que así lo salvabas.

–Yo no creo en embrujos y además, además –quiero parecer decidido porque a la primera oportunidad Tam seguro va y me denuncia– no se puede hacer brujería en la Federación y nosotros no hacemos nada ilegal.

Ella estira los dedos, que parecen estrellas de mar nadando en el aire, cuando responde:

–La brujería y las supersticiones comunes están permitidas. Lo que está prohibido es reverenciar a esos santitos malvados que destruyen las máquinas.

Es verdad que se le atribuye al Gaucho, a la Difunta, a Sierra y a muchos otros la destrucción masiva de maquinaria agrícola. A veces también hacen intervenciones directas, más visibles, como echar bombas incendiarias.

–Los santitos no tienen la culpa –dice Tam–. No tienen la culpa porque ni siquiera existen. Pero hay una agrupación terrorista que quiere acabar con el orden y tiene hackeados a estos robotitos, o nubes espesas, que se meten con las inteligencias artificiales y las dejan fuera de combate. Los terroristas ponen estas nubes espesas a circular bajo la figura de los santitos populares, pero en realidad son una organización revolucionaria. De falsos revolucionarios, en realidad. Nacionalistas y asesinos.

"Nubes espesas", bien. No conocía la expresión, pero el sapo en mi mochila tranquilamente puede ser una nube espesa.

–Claro –digo yo, que no le creo una palabra.

Pero algo me dice que tengo que escucharla con atención. El papá de Tam trabaja en la Sección Colonial de la Tóxica y posiblemente tenga acceso a información que la mayor parte de los ciudadanos desconoce. Desde que no hay acceso a ninguna red global –lo que antes se llamaba Internet– es más fácil ocultar datos.

Aunque Tam me parece bastante mentirosa.

–Quiero ver el bicho en tu mochila –dice.

–No hay ninguno.

–Voy a buscar al Director.

Yo protesto, hago ruidos, pero no puedo convencerla. Entonces abro la mochila. Ella mete mano y revuelve. No sé si busca mal o sucede otra cosa, pero lo único que encuentra son cuadernos mojados de baba.

–Qué asco –dice, tirando los cuadernos dentro de la mochila, y a mí su asco me da un poco de alegría.

La alegría dura poco. Pronto vuelve el profesor para dar la segunda parte de su clase y tengo que volver a sentarme al lado de Tam.

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