III. 11. Teoría de la migaja

11 3 0
                                    

–Sí, escuchame. Si alguien, por ejemplo Kubrick, se ofrecía a encontrar a tu papá y traerlo, ¿en qué cambiaba? No cambia en nada. No hace falta que seas vos el que viene a buscarlo.

Me siento confundido y un poco abrumado. En parte porque tiene razón, me doy cuenta. En parte porque, si tiene razón, ¿para qué me hizo llegar tan lejos y ahora, en vez de llevarme con papá, me manda para otro lado?

Mi presencia en el Territorio no sirve para nada.

–No entiendo para qué vine, si no cambia nada que venga.

–Nadie lo iba a hacer por vos, muchachín –dice Kubrick–. Nadie hace nada por otra persona si no tiene nada que ganar.

–No es eso –sigue Sierra–. Hay algo que solamente podías hacer vos y me parece que va siendo tiempo de que lo sepas.

Kubrick empieza a asentir, gravemente. Ahora hasta a mí me da curiosidad.

Aunque no sé por qué digo "hasta a mí". Como si por naturaleza no fuera curioso.

Internamente me río.

***

–Lo que vos tenés que hacer no se puede cambiar en nada, no lo puede hacer otro. Tenés que ser vos el que baje al Colgado del árbol. No lo puede hacer otro y voy a ser muy enfático en esto, Antay –dice Sierra.

Y por primera vez empiezo a entrever de manera más concreta cuál puede ser su interés en traerme al Territorio.

No tiene tanto que ver con usar mis alucinaciones materiales como armas contra un enemigo que todavía no identifico bien. No sé cuál es el grupo de Sierra, entonces tampoco sé quiénes son sus enemigos. Bien pensado, tampoco veo cómo puedo utilizar mis alucinaciones como armas, pero él seguro cree que hay una manera.

Eso no es lo más apurado. Por lo visto el interés más urgente de Sierra es que yo active al Gauchito Gil. Lo descuelgue. Bien.

Lástima, me doy cuenta, que me sobrevalora. Yo no puedo activar ni a un fuego moribundo, ¿qué chances voy a tener con el Gauchito?

Entonces me voy por la tangente, como hago tantas veces, a ver si le tiro un poco la lengua. En vez de preguntarle por qué voy a ser justo yo el que tenga que bajar al Gauchito, digo:

–No entiendo por qué el Gauchito va a ser tan importante. Yo no creo que una sola persona, aunque tenga poderes, pueda cambiar la realidad de un pueblo entero.

Eso es algo que siempre se lo escuché decir a papá y a mamá. Es casi la única cosa en la que los dos están de acuerdo. Las mejoras en la vida de un pueblo las logra el pueblo, no una persona sola, ni aunque sea un líder iluminado.

–¿Quién dice que va a cambiar la realidad del pueblo, que va a lograr mejorar? ¿A vos te parece que nos interesa es la revolución? –dice Sierra más serio que nunca.

Kubrick lo interrumpe.

–No hay tiempo para estas cosas. O a lo mejor sí, puede haber tiempo, pero cuando estemos arriba de los autos, yendo a los distintos lugares. Sigamos como veníamos. La Difunta y la chica –señala a Petra– que vayan a Acha, nosotros vamos a las Salinas. Sierra, Jaimie, Antay y yo.

–Es desparejo –dice Petra–. Ustedes son más. Que Jaimie venga con nosotros.

–No –digo yo–. Jaimie es mi responsabilidad, es algo que ya hablé mucho con él, así que viene conmigo.

Me parece que Jaimie se pone contento de escucharme.

–Entonces que venga Sierra –insiste Petra.

–No, yo tengo que dialogar con el Colgado –dice Sierra.

–Bueno, me doy por vencida. Que venga Kubrick, no me importa, si es lo que ustedes quieren –dice Petra.

Kubrick se ríe.

–No, chiquita. Yo te veo más tarde, ahora quiero seguir con estos impresentables.

Petra refunfuña, creo que dice algo, pero a la Difunta se nota que le da lo mismo quién va con ella o deja de ir. Pronto se suben al Lamborghini y las pierdo de vista. Van para el mismo lado que nosotros, por lo visto.

Nosotros subimos al Fordcito y también arrancamos.

De nuevo viajo atrás.

***

–Hay algo, una teoría, que se llama teoría del derrame –dice Sierra–. Se podría llamar también teoría de la migaja. Tiene que ver con cómo se distribuye la riqueza. La idea es que hay un banquete en el que los actores importantes, empresarios, políticos, banqueros, el pequeño porcentaje de la población que tiene millones e influencias, comen y beben. Son los que digitan todo. Las grandes masas de la población reptan entre las patas de la mesa. Cuando se derrama un poco de vino o un pedazo de pan, van corriendo a agarrarlo. Se alimentan gracias a lo que se les derrama a los poderosos. Y se pelean a muerte por esas migajas, en vez de organizarse.

Yo pienso en la imagen. Ya había escuchado hablar de la teoría del derrame, pero siempre me sonó más aceptable.

–Los que agarran las miguitas de pan, en el fondo, tienen que estar agradecidos. Porque ellos no son invitados del banquete. En un sistema productivo moderno, sobran. No tienen nada, no generan nada, no aportan nada. No hay trabajo para ellos y no tienen los fondos para crearse su propio trabajo. Son puro sobrante, puro excedente. No son como los obreros de antes, que si desaparecían se paralizaba un país. Ahora vos sacás a toda esa población que da vueltas por las patas de la mesa, los sobrantes, que son como un noventa por ciento de la población, y el país produce igual que antes.

–Qué horrible lo que decís, me parece muy discriminador hablar así de esa gente.

–Esa es la teoría del derrame. Yo también pienso que es muy discriminadora pero desnuda el corazón del sistema. Que es discriminador. El problema no está en cómo lo enuncies. Lo que hay que lograr no es que a la gente poderosa se les derrame un poquito de riqueza. Eso es indigno, estamos todos de acuerdo. Lo que hay que encontrar es la manera de cambiar la posición de la mesa. Ponerla patas para arriba.

–O conseguir un nuevo servicio de catering –dice Kubrick muy serio.

Ellos dicen que yo siempre pienso en una revolución, pero a mí me suena a que son ellos los que tienen una revolución en la cabeza.

–Porque en Argentina siempre hubo unos cuantos poderosos que llevaron al país de las narices –sigue Sierra–. En todas las épocas. Cuando llegaron las autoridades imperiales y desmantelaron al país, en 1982 y 1983, el pueblo siguió igual de mal que antes. No es que anduvo peor. Anduvo igual y en algunos aspectos hasta mejoró, porque se integró a la economía internacional, se acabó con el déficit y hubo un poco de crecimimento, desparejo, con mucha desigualdad, pero crecimiento al fin. No te creas que por ser una colonia sin derechos políticos los habitantes del Sector británico viven peor que sus abuelos, que sí tenían esos derechos. Puede ser que estén un poco peor, pero no están mucho peor. La diferencia es insignificante. Nunca fueron libres, salvo unos años contados, y esa libertad no dejó huella.

–Eso es mentira –digo en voz alta–. Argentina fue un país totalmente libre durante casi dos siglos.

Se hace un silencio. Kubrick se ríe para adentro. Está pensando en si va a hablar o no.

–¿Vos querías libertad? –me dice–. Bienvenido al Territorio, donde la libertad es absoluta. Esto es la libertad, Antay.

Sierra mueve la cabeza negativamente. No está pensando en una libertad de ese tipo. Prosigue:

–Lo que nosotros queremos es que los habitantes de la vieja Argentina empiecen a estar un poco mejor y se conviertan en dueños de su propio país. Eso también es convertirse en dueño de su propio destino. Por eso sí creemos que vale la pena luchar.

–Eso me suena a revolución –digo.

El TerritorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora