— A la goma, comí un buen.
— No fuiste el único.
Al cerrar la puerta tras de sí, Raúl se dejó caer en el sillón de su casa, junto a Ramón. El par, cansados, satisfechos y sudados, estaban más que listos para dar por concluido el día. Martín giró para ver a su amigo y sin evitarlo, logró olfatear la fragancia seca y salada que de él emanaba.
— Creo que nos hace falta un buen baño, bro.
Ramón levantó el brazo y se olió la axila.
— Sí, creo que sí. Ven, el baño está arriba.
Los dos se quejaron al levantarse y tras arquear un poco la espalda, Ramón siguió a Raúl escaleras arriba. El baño estaba al frente y a un lado, en la habitación de la derecha, estaba la recámara, con un closet de madera, una cama matrimonial, una televisión y una ventana cubierta por persianas. El anfitrión tomó una toalla del closet, unos boxers limpios y un pantalón de tela.
— Adelante, compa. Tú primero.
Ramón miró la toalla que le ofrecían y arqueando una ceja, preguntó.
— ¿Y por qué no nos bañamos juntos?
Raúl tragó saliva al ver que su amigo comenzaba a quitarse la camisa, dejando al descubierto un pecho vasto, una espalda ancha y unos pectorales marcados. Sus anchos brazos descendieron hasta que sus manos tocaron la hebilla del cinturón, la abrieron y con toda naturalidad, los pantalones cayeron. Quedando apenas en unos ajustados boxers rojos que apenas contenían su velluda virilidad, el hombresote notó que su compañero estaba paralizado.
— ¿Todo bien, bro?
— ¿Eh? ¡Ah! Si... sí. Es que... estoy bastante cansado.
— Oh, ya. En ese caso, yo te ayudo.
Y sin hacer nada para impedírselo, Raúl dejó que Ramón le desabotonara la camisa, botón por botón hasta llegar a su pecho velludo, quitándole la prenda, después, el cinturón fue abierto y bajando la cremallera que rozó su masculinidad, los pantalones descendieron, dejando ver unos ceñidos boxers azules. Raúl levantó un pie para quitarse los pantalones, cosa que aprovechó su compañero para quitarle los calcetines.
— Iré a templar el agua — declaró el norteño intentando disimular la prominente erección que empezaba a crecer entre sus muslos.
El hombre colocó una cubeta, abrió la regadera y esperó un poco a que el agua se calentara, una vez listo quitó la cubeta y al girar la cara, Ramón, desnudo, le sonrió y sin palabras, le quitó los boxers a su amigo.
Excitado, tras ser liberado, el pene de Raúl brincó y pegó en la mejilla a Ramón, dejándole una marca de líquido preseminal. Martín se echó a reír mientras su amigo le tomaba de las axilas y le levantaba.
— Quédate a esta altura, compa. No te vaya a sacar un ojo — bromeó dándole una pastilla de jabón —, mejor bañémonos.
Ramón accedió y levantando el brazo, comenzó a enjabonarse los sobacos, el cuello, los brazos, el pecho y el abdomen, mientras lo hacía, Raúl aplicaba champú en su cabellera, cerrando los ojos. Aprovechando la oportunidad, Ramón sacó la cintura y su pene erecto conectó con el de Raúl, generando una sensación placentera en ambos.
— Aguas, compa — advirtió Raúl mientras se enjuagaba el cabello —, mi amigo ahí abajo no ha tenido acción en un largo tiempo y está muy sensible.
— Ando igual.
Los hombres resoplaron, pero intentando controlarse, siguieron bañándose. Intercambiando, Raúl dio el champú a Ramón y tomó el jabón. El agua caía por sus imponentes cuerpos, el ambiente húmedo olía a fresco y el espejo del baño se había cubierto de una capa de vapor. Viendo que su amigo tenía los ojos cerrados, Raúl contempló su cuerpo, duro, marcado, amplio y al bajar la vista, admiró su verga peluda, sus testículos ovalados y una gota de preseminal en su glande apenas descubierto. Con alevosía, Raúl se colocó en posición, centró su objetivo y con una embestida suave pero firme, chocó su pene rígido contra el de Ramón, deslizando uno contra el otro, haciendo que ambos machos exclamaran de gusto al sentir como se tallaban.
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La balada de los pecadores: Fabula Drakone
Aventura- Damas y caballeros, niños y niñas. Bienvenidos a nuestra humilde función. El día de hoy presentaremos una obra llena de emoción, acción, terror y amor. Ramón Martín, un carismático y efusivo gymbro, ha decidido hacerse amigo del tosco Raúl Navarr...