— Alcohol.
Gritos y rugidos de dolor resonaron en la carpa.
— Vendas.
— ¡No tan duro!, ¡Agggggh!
— Paleta.
— ¿Paleta?
Un caramelo entró de golpe en la boca de Raúl.
— Listo — exclamó Il Dotore, mirando satisfecho al hombre tratado —. Eso debería de ser suficiente, iré a ver a los otros.
Un escalofrío cruzó a Rentería y Pierrot, quienes, con cautela, intentaron escapar de la enfermería.
— Parece que tendré que darles un analgésico — reconoció el doctor sacando un martillo gigante de goma —. Un solo golpe bastará.
— ¡Corre, Pierrot, corre! — le empujó el sabueso fuera de la enfermería.
— Ya voy, ya voy.
— ¡Vengan acá!
Así los amigos salieron con prisa, seguidos del doctor.
— ¿Qué tal estuvo la pelea? — preguntó Júpiter, crudo, entrando a la carpa con una gran botella de agua.
— Salimos con vida — se resignó a responder Ramón, igual de vendado que su novio.
— ¿Dónde estabas? — cuestionó Navarro algo molesto, sacando y tirando la paleta a un cesto cercano — Creí que contaría contigo para la pelea.
— Creo que tomé de más — sonrió el gigante guiñándole un ojo al tigre, haciéndolo sonrojar —, pero no te preocupes — retomó viendo a Raúl —, no volverá a pasar, Evangeline ordenó que se llevaran todo el alcohol así que estaré más que listo para el siguiente encuentro.
— Eso espero — gruñó Raúl.
— Según escuché — Júpiter dio un largo trago de agua y se secó la boca con un puño —, trajeron al enemigo con ustedes.
— El cuerpo que usó la calamidad de la Gula era inocente al igual que sus ayudantes — defendió Ramón.
— Después de sellar al pecado, la central de energía dejó de funcionar y las instalaciones colapsaron. No podíamos dejarlos ahí, los trajimos con nosotros y pedimos al doctor que los revisara — explicó Raúl —. Al principio se notó emocionado por examinar los cuerpos del enemigo, pero muy pronto se molestó y dijo que estaban bien, pero que no podía hacer nada más por ellos, que los lleváramos a un hospital.
— ¿Por qué a un hospital? — se extrañó el gigante.
— No despertaban, por más que lo intentó, Il Dotore no logró que recobraran la razón, creo que mencionó que habían caído en un coma.
Júpiter cruzó los brazos y levantó la barbilla.
— Considerando que sus cuerpos fueron controlados por demonios tan poderosos, me sorprende que sigan vivos — reflexionó.
— Ojalá despierten — suspiró el tigre.
— Eso es lo de menos, por ahora su prioridad es descansar y reponerse. Evangeline ha encontrado donde está la siguiente central de Ira — los novios sintieron el peso de las palabras —. No solo eso, al parecer el par de hermanos restantes ya ha confirmado que nos verán allá.
— ¿Hermanos?
— Los enmascarados, tienen nombres raros — replicó Júpiter sin interés.
— Deben ser Diamantina y Arlequín — consideró Ramón moviendo la cola.
— Atacaremos en dos días, descansen todo lo que puedan — aconsejó, tras lo cual, el gigante dejó solo a los novios.
Ramón, mas tranquilo giró para ver a su novio, pero se preocupó al verlo serio, sentado en su camilla, mirando la sábana que cubría sus pies.
— ¿Te sientes bien, bro? ¿Necesitas algo?
— Quisiera pedirte que te quedaras aquí y no pusieras tu vida en riesgo contra seres demoniacos.
Tras mucho pensarlo, Raúl había logrado pronunciar las palabras adecuadas, dejando en claro su posición.
— No — pronunció el tigre sin dudar.
El hombre tomó aire y resopló.
— ¿Por qué no? — replicó preocupado — El enemigo es demasiado fuerte y tengo miedo de que algo pueda...
— Yo también tengo miedo de perderte — le interrumpió con voz serena —. No creas que podré estar aquí, cruzado de brazos, mientras tú arriesgas tu vida para detener una amenaza que no te corresponde, bro.
El tigre hablaba con palpable preocupación y sinceridad.
— Ramón...
— Sé que no tengo tanta fuerza o poder como tú, bro, pero puedo serte de ayuda, digo, al menos pude cocinar algo decente — reconoció con una risa —. Por lo que entendí, tu promesa te obliga a aceptarme a tu lado, intentaré no ser una carga, pero, por favor, déjame pelear contigo, sé que no es mucho y que estoy pidiendo demasiado, pero quiero creer que, estando juntos, podemos tener una ventaja, por mínima que sea.
Con cuidado, Ramón se levantó de la camilla donde estaba acostado y dio unos pasos hacia Raúl. Cerca, los machos se miraron a los ojos, contemplando sus rasgos firmes, sus músculos marcados y los vendajes en sus cuerpos. El hombre iba a hablar cuando el tigre abrió sus brazos y con cuidado, le rodeó, transmitiéndole calor. Raúl respiró hondo y despacio, completó el abrazo.
— Me alegra mucho tenerte cerca.
— A mi más, bro.
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La balada de los pecadores: Fabula Drakone
Adventure- Damas y caballeros, niños y niñas. Bienvenidos a nuestra humilde función. El día de hoy presentaremos una obra llena de emoción, acción, terror y amor. Ramón Martín, un carismático y efusivo gymbro, ha decidido hacerse amigo del tosco Raúl Navarr...