52 - Puerta al infierno

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Redacción: Ernesto Esquivel D.

Historia y personajes: Garrick.



Pierrot y Rentería estacionaron el coche en las faldas de un cerro, donde, en su punta, se divisaba un inmenso planetario. 

— ¿Seguro que es aquí? — cuestionó el sabueso, saliendo del vehículo y mirando confuso aquel lugar un tanto abandonado. 

— La signorina Evangeline, es un tanto excéntrica y prefiere entornos que estén más acordes a su área de trabajo — explicó Pierrot. 

El par subió por unas amplias escaleras de piedra, observando los bellos jardines laterales que adornaban las escalinatas, cuando, en la entrada, comenzaron a escuchar bullicio y gente a las puertas del recinto. 

Tras cruzar un par de inmensas puertas de cristal, dentro del interior del lugar todo era caos, científicos corriendo de un lado a otro, gente haciendo cálculos y checando el tiempo a cada rato. 

La tensión se palpaba en el recinto, donde, del techo, se desplegaba una gran maqueta del sistema solar, pantallas mostraban y explicaban una gran gama de fenómenos astrológicos, mientras que, en las paredes, había una gran cantidad de reconocimientos y convenios tanto nacionales como internacionales. Rentería caminó con curiosidad, viendo los reconocimientos y galardones internacionales que se atribuían a la fundadora del lugar. 

— Evangeline Dumas — leyó el nombre que se repetía en todas las distinciones.

— Es por aquí, solo vine una vez con madame — Pierrot señaló unas escaleras circulares. 

— Y... ¿la seguridad? — cuestionó Rentería. 

— Antes había muchas cámaras, pero parece que todo fue desconectado — Francesco señaló varios cables que sobresalían de uno de los aparatos. 

Subieron la escalera de caracol y apenas llegaron al primer piso, vieron toda la conmoción. Gente iba y venía, preparando todo, revisando datos del clima, hablando en distintos idiomas a través de videollamadas. 

El par cruzó el planetario, al fondo, de pie frente a una enorme pantalla se encontraba una mujer, de bata blanca sobre un vestido negro. Usaba lentes y su cabello castaño estaba recogido en una coleta, su porte era firme y su semblante serio. 

Pierrot y Rentería caminaron hacia la imperturbable mujer que se limitaba a analizar algunos puntos en un mapa de la pantalla, unos estaban en rojo, otros en amarillo y pocos en negro. 

— Francesco, disculpa que no te salude, pero me encuentro demasiado ocupada — saludó la mujer sin siquiera voltearlo a ver.

— Saludos, signorina Evangeline — Pierrot hizo una reverencia —. Comprendo, podemos esperar. 

En la pantalla se mostraba un planisferio, señalando algunas partes del mundo. 

— ¿Qué es eso? — preguntó Rentería a Pierrot. 

— Los reportes de los ataques de las calamidades en el mundo — sin voltear a verlos, Evangeline tomó la palabra —. Los rojos son ataques confirmados, pero que fueron encubiertos o negados. Los amarillos son invasiones confirmadas, igual negadas. Los negros son aquellos países con los que, por más que lo hemos intentando, ya no tenemos comunicación con ellos. 

El sabueso y el enmascarado no pudieron más que abrir los ojos por completo mientras un escalofrío cruzaba sus espaldas. 

— ¿Y ese punto de azul? — cuestionó Francesco mirando un punto marcado justo sobre la Antártida. 

La balada de los pecadores: Fabula DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora