Redacción: S. González
Historia y personajes: Garrick.
La ciudad estaba llena de vida, las calles rebozaban de ciclistas, personas haciendo ejercicio, grupos de amigos que salían y paseaban por la soleada metrópolis, los autos de lujo abundaban y de ellos descendían magnates trajeados o, aquellos más tradicionales, usando galabiyas de telas finas y turbantes que los acompañaban en sus millonarios negocios.
Para cualquier ciudadano era un día normal, una jornada donde, tras cumplir su tediosa rutina laboral, iría a casa a cenar, charlar con amigos y dormir.
Un hombre, caminando a casa, perdido en la bruma de sus pensamientos, despabiló de su ensimismamiento al ver acercarse a él un dron, pequeño, con una gran cámara que fungía como ojo y que parecía seguirlo con curiosidad. Aquel residente le sonrió con energía, considerando que estaba siendo grabado para algún canal de cierta página de videos y podría hacerse viral, o al menos, eso creyó hasta que notó que el dron descendía hasta él, mostrando una especie de cañón metálico bajo su motor.
El disparo resonó en la calle, la cabeza del hombre fue perforada y salpicó de sangre a aquellos transeúntes cercanos que, desconcertados, se detuvieron en seco para comprender lo que ocurría, así como para ver el cadáver en el suelo.
Sin perder tiempo, el dron, inclemente, comenzó a disparar contra las personas, dando vueltas en su propio eje, repartiendo muerte y sembrando el caos.
La gente comenzó a gritar y a correr, escandalizados ante el dantesco espectáculo cuando, tras ellos, una flota de drones llegó a la ciudad, volando entre los edificios, disparando a los habitantes que huían para ponerse a salvo. Las máquinas se movían como enjambres, formando nubes obscuras que inundaban el espacio aéreo de la ciudad y acababan, de un disparo preciso, con la vida de cualquiera que estuviera delante de ellos.
Sirenas de la policía comenzaron a sonar en toda la urbe y las fuerzas especiales respondieron de inmediato. Las fuerzas del orden, refugiándose tras las puertas de sus vehículos, dispararon contra los aparatos voladores, impactando y derribando a varios de ellos, si bien, eran fáciles de destruir, su cantidad lo hacía una tarea titánica.
— ¡Necesitamos refuerzos! — gritó un judicial.
— Cada vez hay más heridos — respondió otro.
— ¡Llamen a todos los departamentos, quiero a todo el personal aquí!
— ¡No hay señal! — advirtió un policía, horrorizado.
— ¡¿Que?!
— ¡No tenemos forma de comunicarnos!
El comandante rugió de la frustración, pero se concentró en derribar a los atacantes.
— ¡Olvídenlo, enfóquense en disparar a esas cosas! — ordenó —. ¡Una sola bala basta para...!
— ¡Cuidado, comandante!
El líder de la policía no se percató de un auto dirigiéndose contra él a toda velocidad, y cuando logró divisarlo, el coche impactó de lleno contra la puerta de su patrulla, prensándolo de forma sangrienta al tiempo que la presión y fuerza del impacto le destruía la caja torácica, dándole muerte.
Algunos dispararon al coche solo para ver, con sorpresa, que no estaba tripulado por nadie. A mitad de la confusión, varios autos sin piloto se estrellaron a toda velocidad contra las caravanas de las patrullas, volcándolas y causando más bajas. Más coches autónomos chocaron contra transeúntes despavoridos, e incluso contra aparadores de tiendas, intentando acabar con la gente que se refugiaba ahí, algunos vehículos lograron irrumpir en centros comerciales, acelerando por los pasillos mientras dejaban un rastro sanguinario.
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La balada de los pecadores: Fabula Drakone
Phiêu lưu- Damas y caballeros, niños y niñas. Bienvenidos a nuestra humilde función. El día de hoy presentaremos una obra llena de emoción, acción, terror y amor. Ramón Martín, un carismático y efusivo gymbro, ha decidido hacerse amigo del tosco Raúl Navarr...