69 - Nunca rechazo un duelo

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Redacción: S. González.

Historia y personajes: Garrick. 



— Vaya, pero si es el portador de gemas — anunció Soberbia —, en la pantalla te veías más alto. Me preguntaba cuándo llegarías. 

Raúl caminó hacia la plataforma y, ayudado por Il Dotore, subió al ring. 

— Vengo a retarte a un duelo — declaró Navarro, desafiante. 

— Sí, dame un segundito, ¿quieres? — contestó Fiero, provocándole con falso desinterés —, solo quiero reclamar esta victoria. 

Con sus fuerzas restantes, Spavento sujetó su máscara, tratando de impedir que el gorila se la arrancara, las gradas y sus aliados miraron atentos a la reacción del pecado. 

— Voy a pelear por su máscara — aseveró el tigre blanco —, si pierdo..., puedes quedarte con mis gemas. 

Aquella apuesta hizo que todo el lugar quedara en silencio, Don Mario, Mauricio y Rentería compartieron miradas pasmadas, mientras que Diamantina se limitaba a controlarse para no subir al ring de inmediato. La calamidad detuvo su intento por despojar a Spavento de su máscara y miró al recién llegado con un mayor interés. 

— Si peleo contigo igual me quedaré con tus piedras, por lo que, tu propuesta no es muy atractiva — alardeó Fiero —. Hagamos algo, si tú ganas, no descubriré la identidad de este hombre — soltó a Spavento, que apenas cayó al suelo, se afianzó su máscara —, pero si yo gano, tú te convertirás en un general de mi legión. 

— ¿Qué demonios cree que está haciendo? — cuestionó el oso Mauricio.

Don Mario y Rentería se habían levantado de sus asientos y se apoyaban en el parapeto de las gradas, alarmados por la decisión de Raúl, que parecía estar considerando la propuesta del gorila. 

— Puedo hacerlo — accedió Navarro. 

— No tan rápido, tigre — lo interrumpió el pecado —. Quiero que lo prometas.

Spavento levantó el rostro magullado, viendo a un Raúl aún no del todo repuesto, arriesgarse por él. 

— No... no lo... hagas — rogó el enmascarado entre su dolor. 

Navarro apretó los puños, observando al hombre que intentaba levantarse en vano ya liberado del agarre de la calamidad, 

— Lo prometo — preocupado, el tigre sintió que su corazón resonaba. 

Soberbia arrojó a Spavento a un lado, fuera de la plataforma. 

— Llévenselo de aquí — ordenó Fiero. 

Dos asistentes subieron a la arena y sacaron al hombre, dejando frente a frente a Raúl y al pecado. Diamantina, por su parte, abandonó su asiento y fue a comprobar el estado de su padre, el cual ya estaba siendo tratado por Il Dotore. 

— ¡Protesto! ¡Ésta pelea es injusta! — alegó Benito el abogado —. ¡Su malevolencia no ha tenido tiempo para descansar, sería injusto dejar de pelee contra un luchador recién llegado! 

— ¡El señor Raúl no está en óptima forma! — argumentó Il Dotore, sin dejar de curar las heridas de Spavento —. ¡La pelea contra el león Lusto lo dejó bastante lastimado, así que ninguno está recuperado del todo! — el curador sacó de entre su bata una especie de artefacto afilado que Diamantina de inmediato le confiscó — ¡Lo que en retrospectiva iguala sus condiciones! 

Navarro se quitó la camisa y la arrojó fuera del ring, dejando ver las cinco cicatrices recientes que Lujuria le había provocado, reafirmando el comentario de Il Dotore. 

La balada de los pecadores: Fabula DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora