08 - Saldré con un amigo

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Redacción: Ernesto Esquivel D.

Historia y personajes: Garrick




— Cuídese mucho, señor Sergio — mencionó Raúl a uno de sus pacientes, mientras salía de su casa —. Nos vemos dentro de una semana

— Vaya con cuidado, doctor. ¡Gracias por todo! —  se despidió el paciente, para luego cerrar la puerta.

Raúl caminó unos cuantos pasos, revisó la hora en su celular y sonrió al ver que tenía un mensaje de Ramón, enviado minutos antes.

— «Hey bro! Qué tal la tarde?» —  había escrito el hombresote.

— «Todo bien. Justo voy terminando de trabajar. Y tu? Tu papá cómo esta?» —  respondió. 

No pasó ni un minuto y Ramón ya había leído el mensaje de Raúl.

— «Ahí la lleva» — pausó, para después mandar otro mensaje por separado —. «Al menos ya no tengo que pelearme con él para que se tome su medicina o coma bien xD »

— «Je. Me alegra eso =D » 

— «Oye bro ya sé que siempre te estoy molestando pero, tendrás una camisa blanca que me prestes?»

— «O.o? Pues sí, tengo una en casa, te urge?» 

— «Dos dos, puedo ir por ella? ^^u »

— «Sin bronca, te mando la ubicación y te espero ;-) ». 

— «Va! =P » 

Raúl apenas llegó a la puerta de su casa y Ramón ya lo estaba esperando en la entrada. Al verlo, el hombresote corrió hacia su compañero, abrazándolo y levantándolo con fuerza.

— ¡Bro! —  gritó, emocionado, apretujando su cuerpo y acomodándole las vértebras — ¿Cómo 'tas?

— Bien, todo bien — respondió con un leve gemido a causa del estrechamiento —. No creí que llegaras tan rápido — agregó, luego de que Ramón lo soltara.

— Vine luego, luego, en cuanto me dijiste que nos viéramos aquí — se explicó el hombresote con una sonrisa, contagiando a Raúl para que también esbozara una.

Raúl sacó sus llaves del bolsillo y abrió la puerta de su casa, invitando a pasar a su amigo. Dentro, la reducida sala apenas contaba con un sillón largo, una mesita de centro y una televisión, a los pocos pasos estaba el baño y, poco más adelante, la cocina integral, la estufa y una mesa. Pegada a la puerta había una escalera a las habitaciones de arriba. En el sillón había un poco de ropa y algunos trastes del desayuno aún estaban sobre la mesa del comedor.

— Disculpa — se excusó Raúl, apenado, tomando la ropa del sillón —. No suele venir nadie a verme y todo está hecho un desastre —. Siéntate donde puedas. 

— No hay bronca, bro. Mi cuarto a veces está igual — aseguró, sonriendo —. Qué bonita casa tienes.

— Gracias, es lo mejor que pude conseguir. La renta es algo cara.

— Pues podrías buscar un roomie — sugirió el hombresote.

— Quizá, pero soy un tanto reservado — reconoció tomando la ropa, subiendo a su cuarto y bajando con una camisa blanca en un gancho. 

— Yo podría ser tu roomie, bro — consideró el hombresote, mientras se quitaba la camisa, dejando ver su vasto pecho, marcado por tanto ejercicio —, lástima que ando bien corto de efectivo — agregó resignado, poniéndose la camisa, abotonándola —. De hecho, esta te la pedí pa' mi chamba, es temporal, pero chamba es chamba — mencionó hasta tener el último botón puesto —. Creo que la última vez que me puse una camisa fue... — pausó mientras se veía en un espejo de la sala — Fue hace mucho — concluyó la frase, recordando con melancolía y examinando el atuendo de arriba abajo — ¡Changos! Creo que me queda chica. 

La balada de los pecadores: Fabula DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora