Redacción: S. González
Historia y personajes: Garrick
Raúl levantó de nuevo las pesas mientras sentía sus músculos llegar al fallo, detrás de él, sintió los poderosos brazos de Ramón ayudándolo a mantener el agarre mientras soltaba el peso, chocaron los puños cuando terminaron y se dirigieron a las duchas, usando una sola para ambos. Tras ayudarse a enjabonar, enjuagarse, secar y vestirse, salieron del gimnasio y se dirigieron a casa de Ramón, pasando por el parque en su camino. La tarde comenzaba a caer mientras la gente disfrutaba de su tiempo solos o en familia, disfrutando de un momento para ellos.
Raúl sentía sus bíceps cansados por todo el ejercicio, pero, al estar cerca de su novio, reunió energía y pasó su brazo sobre el hombro del felino, acariciándole. Iba a decirle cuánto le quería cuando Ramón orientó sus orejas hacia un punto detrás de ellos y giró el rostro, extrañado.
— ¿Qué ocurre? — preguntó Navarro, curioso.
Su pareja no tuvo que contestarle, de inmediato, escuchó lo que el tigre había oído; eran gritos, alaridos agónicos y escandalizados que se acercaban como una ola. El pelo de su novio se encrespó y el propio vello de Raúl se irguió causándole escalofríos al sentir que algo estaba mal, muy mal. La gente en el parque dejó de verse alegre y sus rostros se tornaron en miedo mientras que, los que estaban más lejos, comenzaban a correr en la dirección de los novios.
Las personas más cercanas a Navarro y el tigre comenzaron a huir también de lo desconocido, más confundidos que aterrados. Ramón tomó del brazo a Raúl instándolo a correr, pero el fortachón se resistió un momento, observando a lo lejos una horda de ratones y hámsteres que inundaba el parque, envolvía los edificios que rodeaban el lugar y daba chirridos agudos mientras arrasaba todo a su paso.
Antes de ceder a la fuerza de su novio que insistía en correr, Raúl vio con terror como los innumerables ratones devoraban piedras, coches y basura, al tiempo que los hámsteres se comían el pasto, los árboles, y a la gente que se quedaba atrás.
Al final del parque, dos oficiales de policía se detuvieron de golpe.
— ¡Por aquí, vayan al centro! — gritó uno.
— ¡No se detengan!, ¡corran, corran! — secundó su compañero.
La horda se acercó demasiado y el par, temeroso, subió a su patrulla cuando los roedores los alcanzaron, ellos intentaron manejar y atravesar aquella plaga, pero apenas hubieron avanzado unos metros, la ola de roedores logró hacer un agujero y en cuestión de segundos invadieron el coche. Entre gritos, los ratones consumieron su ropa y el vehículo, dejándolos desnudos en media calle.
Confundidos, los hombres permanecieron sobre el asfalto, con una mano cubriendo sus genitales cuando la ola de hámsteres se abalanzó sobre ellos, esta vez, el par exclamó de dolor, pero los clamores fueron breves ya que, en pocos segundos, la horda avanzó, dejando tras de sí, un par de esqueletos limpios.
Ramón, aterrorizado, jaló a Raúl del hombro con fuerza, obligándolo a girar y correr.
— ¡Vamos, bro, rápido! — insistía el tigre, sin soltarle del brazo.
— Voy, voy... — Navarro jadeaba con fuerza.
El par avanzó con prisa, pero el cansancio del gimnasio se hizo presente y en muy poco tiempo, se vieron rodeados por aquella masa peluda.
— Maldición — Raúl estaba angustiado, pero Ramón, mostrando valor, sacó los colmillos, gruñendo y tomando una actitud intimidante.
Para sorpresa del hombre, los roedores parecían evitar al felino, aún así Navarro rodeó varias veces a su novio intentando escapar de las embestidas de la masa de roedores hasta que entendió lo que pasaba.

ESTÁS LEYENDO
La balada de los pecadores: Fabula Drakone
Phiêu lưu- Damas y caballeros, niños y niñas. Bienvenidos a nuestra humilde función. El día de hoy presentaremos una obra llena de emoción, acción, terror y amor. Ramón Martín, un carismático y efusivo gymbro, ha decidido hacerse amigo del tosco Raúl Navarr...