Historia, personajes y redacción: Garrick.
Emocionado, Ramón llegó con su padre al orfanato. Siendo recibidos por la encargada.
— Mucho gusto, me alegra ver que cumplió con su promesa — reconoció la loba a Ramón —, soy Lupe. Es un alivio verlos con bien tras todo el caos en la ciudad, sean bienvenidos.
— Gracias, yo soy Ramón y él es mi papá, Mario, le dije que veníamos a ver al cachorro.
— Aún es un bebé, de hecho, no ha destetado del todo — explicó la mujer — síganme, por favor.
Las instalaciones apenas eran conformadas por una oficina que servía de recibidor, un patio no demasiado grande, un comedor pequeño, una cocina con el espacio suficiente para una estufa, refrigerador y lavabo, un dormitorio para niños, otro para niñas, baños con regaderas individuales, un par de salones para dar clases y, al fondo de todo, un cunero.
Infantes iban y venían, algunos riendo, otros un tanto apagados, indiferentes. Niños y cachorros jugaban entre sí, sin problema alguno.
— No recordaba que hubiera un orfanato en este lugar — mencionó don Mario.
— No lo había — explicó Lupe —. Somos una organización reciente, fundados por la señorita Karen Urrieta, pero... — la loba resopló — hace tiempo que no sabemos de ella.
— ¿Le pasó algo? — cuestionó el padre.
— La verdad, no lo sabemos, la señorita tiene un carácter bastante difícil y casi nunca estaba por aquí, salvo para llevar a los niños a ser adoptados — explicó —. Pero eso fue hace muchos días atrás, ya casi un mes, y ella no responde su número y nadie sabe donde localizarla.
— Espero esté bien — se sinceró don Mario —. ¿Eso afecta sus actividades?
— No del todo por fortuna — se animó la loba —, desde el principio contamos con autonomía, pero ella ayudaba mucho con la difusión y las adopciones, antes hasta un niño a la semana era adoptado, pero, ahora no es tan rápido, supongo ella tenía cierto talento para esto.
Mientras se acercaban a la última habitación, escucharon el llanto de un bebé.
— Parece que ya despertó — consideró Lupe.
Al entrar, el cuarto de las cunas era simple, con algunos adornos coloridos, de figuras de ojos saltones, hechos a mano. El azulejo del piso era blanco y las ventanas estaban cubiertas por cortinas amarillas. En el único cunero ocupado, llorando de forma desconsolada, estaba un tigrillo, con ojos rojos, grandes lágrimas rodaban por sus mejillas mientras hacía tiernos y tristes pucheros.
— ¿Puedo? — más que pedir permiso, don Mario ni siquiera dudo, si no que cargó al cachorro entre sus brazos —. No llores, pequeño. No pasa nada — con experiencia, colocó la cabeza del cachorro en su hombro y le acarició el pelaje, desde la cabeza hasta la espalda, con suavidad, después, con su boca, pronunció con fuerza una vibrante «R».
Sorprendiendo a Lupe y a Ramón, el pequeño cachorro tomó aire un par de veces antes de calmarse y cerrar sus ojos con sueño.
— Es lo que yo hacía cuando tú eras un bebé — explicó don Mario, recordando viejos ayeres —. Les gusta mucho que les ronroneen, les ayuda a calmarse y a dormir mejor.
Ramón sonreía al ver la escena.
— ¿Encontraron a su familia? — preguntó el musculoso felino con curiosidad.
La loba puso una cara incómoda.
— No, de hecho, estuvimos investigando, levantamos un reporte con la policía e hicimos todo dentro del protocolo para considerarlo como un cachorro perdido, pero... — Lupe bajó la mirada y agachó las orejas, captando la atención del hijo y del padre — por la forma en como fue encontrado, lo más probable es que haya sido abandonado.
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La balada de los pecadores: Fabula Drakone
Adventure- Damas y caballeros, niños y niñas. Bienvenidos a nuestra humilde función. El día de hoy presentaremos una obra llena de emoción, acción, terror y amor. Ramón Martín, un carismático y efusivo gymbro, ha decidido hacerse amigo del tosco Raúl Navarr...