Historia, personajes y redacción: Garrick.
Spavento parpadeó varias veces, sorprendido al ver a la infantil figura comer su helado con singular alegría. El niño, de tez clara, rubio, envuelto en una gabardina amarilla y azul, y lustradas botitas negras, disfrutaba del postre. Raúl, no menos confundido, vió que el enmascarado aclaraba la garganta para llamar la atención del infante.— Alquimio Estio, supongo — su voz estaba cargada de duda.
— El mismo — sonrió con los labios cubiertos de helado de chocolate —, gracias por el postre, está muy rico — aseguró moviendo los pies con energía.
— Pediré que le den la receta. Perdone mi atrevimiento, pero... lo figuraba más... viejo.
Estio tragó su bocado, ladeo la cara y lanzó una mirada traviesa al imponente enmascarado.
— Es una larga historia, pero le aseguro que tengo más experiencia de la que mi cuerpo aparenta, capitano Spavento.
La confianza y aplomo con la que el pequeño pronunció la frase, le dieron un poco de tranquilidad al padre enmascarado.
— Me da gusto oír eso. Le agradezco que haya venido en tan urgente tiempo, por lo que no quiero hacerlo esperar más, necesitamos hablar de un tema que me inquieta.
Spavento levantó su puño y, con un chasquido de dedos, las luces se atenuaron de golpe, los murmullos se acallaron y toda la atención, así como el reflector principal, se enfocaron en la mesa donde se encontraban.
De inmediato, el par de Diamantina y Fierabrás entraron corriendo, bajo la luz de un reflector, dando cabriolas, saltando y dando un ágil mortal hacia atrás para aterrizar delante de su padre. Estio, impresionado, aplaudió y con él toda la multitud reconociendo la destreza del par.
— Pero... no debes.
— Tengo qué.
El grupo giró la cara y, bajó la luz de un reflector, Pierrot, con el torso apenas cubierto por vendas, renqueando y adolorido, se apoyaba en Rentería para acercarse a la mesa, donde sus hermanos le miraban con sorpresa.
— ¿Pero qué diablos hace él aquí? — replicó Fierabras.
— Debería seguir descansando — añadió Diamantina.
— Intenté retenerlo, pero fue muy insistente — explicó Rentería, apenado, mientras Pierrot cojeaba con él.
— Debo decirles todo lo que sé — insistió el mayor de los hermanos.
Spavento tomó aire, se llenó de paciencia y ordenó.
— Fierabrás, hijo, trae a tu hermano rápido, por favor. No queremos hacer esperar más al alquimio.
— De inmediato, padre.
— Yo estoy bien — aseguró Estio moviendo los pies mientras seguía comiendo helado.
— ¡Oh! ¡Ternurita! — Diamantina corrió junto al niño, cautivada por sus mejillas rosadas y porte afable.
Fierabrás se acercó a su hermano, se lo quitó a Rentería con brusquedad y, sin cautela alguna, caminó con prisa con él, llevándolo a la mesa y sentándolo de forma tosca en una silla.
— La sutileza aún no es lo tuyo, hermano — replicó Francesco, adolorido.
— Al menos yo si gano mis batallas — blandió Fierabrás haciendo que la sangre de Pierrot se le subiera hasta la máscara por el coraje.
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La balada de los pecadores: Fabula Drakone
Aventura- Damas y caballeros, niños y niñas. Bienvenidos a nuestra humilde función. El día de hoy presentaremos una obra llena de emoción, acción, terror y amor. Ramón Martín, un carismático y efusivo gymbro, ha decidido hacerse amigo del tosco Raúl Navarr...