42 - Casi nos mata

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Redacción: S. González.

Historia y personajes: Garrick. 



Fierabrás, con tosquedad, condujo a Raúl a través de la carpa de circo, sujetándolo por un brazo, hasta una cortina divisoria. Al entrar, Navarro quedó sorprendido por el gran hombre de presencia imponente que lo esperaba. El que lo llevaba lo hizo sentar en una silla al centro de la improvisada estancia, y esposó al fortachón a los reposabrazos.

Fierabrás hizo una reverencia y se retiró a una señal de Spavento, dejando a un restringido y confuso Raúl en manos del líder de la troupe, que sin mediar palabra se acercó, la acción hizo que Navarro quisiese retroceder, pero sus restricciones se lo impidieron. 

Sin mediar palabra, Spavento puso una mano en su hombro y, con firmeza, lo inclinó hacia adelante mientras le levantaba la playera hasta el cuello. Raúl sintió el tacto de las manos sobre su espalda, como si buscara algo, luego, con la misma fuerza, el capitán lo devolvió al respaldo del asiento, apartando la tela que cubría el pecho del fortachón, y posó su mano en el centro de su pecho, cerrando sus ojos y sintiendo el corazón de Navarro palpitar.

Serio, el capitán tomó aire y lo soltó al tiempo que retiraba las esposas que inmovilizaban a su invitado. 

— He mandado pedir ropa a tu medida —Spavento señaló un montón de ropa sobre un sillón — Han pasado cosas que superan mi comprensión — reconoció —. Mientras más intento entender, más confuso resulta todo. 

Raúl tomó las prendas, era un pantalón negro y una camisa blanca. Con la mirada, buscó un lugar o espacio para cambiarse, pero aquel recinto apenas tenía una mesa, un par de sillas y algunos cofres. Resignándose, se quitó los pantalones y la camisa, dejando su cuerpo al descubierto ante la mirada fija del capitán, que no le quitó los ojos de encima, reconociendo la musculatura del cuerpo del fortachón. Una vez listo, Spavento, con la mano, señaló la silla frente a él para que el fortachón tomara asiento. 

— ¿Cómo te encuentras? Veo que has recuperado tu fuerza — reconoció —. Por lo que he escuchado, y puedo apreciar — informó Spavento —, una de las gemas fue introducida a tu cuerpo. 

— ¿Qué? — respondió Raúl, incrédulo, palpándose el pecho —. Entonces, la piedra...

— Considerando el tiempo, ya ha de haber devorado tu corazón y suplantado su lugar, así como sus funciones — explicó el enmascarado. 

Raúl sudó frío al sentir su corazón latir, apenas comprendía lo que el hombre le decía.

— ¿Cómo...? ¿Quién es usted? 

— Capitano Spavento, lidero esta troupe, estás a salvo con nosotros, pero — advirtió —, si mis sospechas son verdad, nadie estará a salvo por mucho tiempo — explicaba sin que el fortachón comprendiera del todo —. ¿Sabes que elemento tiene tu corazón? 

— ¿Elemento? — preguntó Raúl, no creía haber escuchado bien aquella pregunta. 

— La gema, ¿por qué la tenías en primer lugar? — cuestionó el gran enmascarado. 

— Yo..., la usé para despertar a alguien... — Navarro, sin evitarlo, recordó a Ramón, a don Mario, a Mauricio y el combate que tuvieron con Pierrot, poniéndose en alerta —. Tengo que regresar, me deben de estar buscando.

— ¿Quién? — sondeó el capitán sin inmutarse —, ¿tienen más gemas quizá? 

— ¿Qué? No, solo tenía esta — aclaró el fortachón. 

— ¿Cómo sabías que ayudaría a alguien? — interrogó Spavento, desconfiado.

— Yo, no lo sabía, solo... estaba desesperado — confesó Raúl.

La balada de los pecadores: Fabula DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora